Tuesday 27 September 2022

El camino de Predappio

La abrumadora victoria de Meloni en Italia confirma un diagnóstico preocupante: Europa tiene gana de Fascismo. Podríamos pensar que tras la dura lección de los años 1933-45, tras los millones de muertos que ha costado liberar a Europa del Fascismo, tras las guerras partisanas librada en muchos países, no último Italia, tras todo esto Europa estaría permanentemente vacunada contra los males gemelos del fascismo y del nacionalismo. Pero así no es: la lección de la historia ha sido olvidada tras ni siquiera un siglo, y aquí estamos, listos para repetir sus errores.

Sobre la matriz fascista del partido de Meloni no caben dudas. Meloni es una discípula de Giorgio Almirante, fundador del fascista Movimiento Social Italiano (cuyo símbolo, la llama tricolor, Meloni ha adoptado en el logo de su partido). Almirante fue una camisa nera de la primera hora, organizador de squadracce, admirador de Mussolini hasta el final. Su único gesto de conciliación fue en 1984, a la muerte de Enrico Berlinguer, secretario del Partido Comunista Italiano cuando, por primera y única vez en su vida, Almirante entró en la sede del PCI en Via delle Botteghe Oscure para rendir homenaje al político fallecido. No creo estar muy lejos de la verdad si digo que Meloni no repetiría este gesto: la política del Siglo XXI es más sectaria, el fair play ha desaparecido, y Meloni es hija de su tiempo: un fascismo del Siglo XXI, más intolerante y sectario hasta del fascismo de Mussolini.

En el resto de Europa las cosas parecen encaminarse (con algunas excepciones) en la misma dirección. La derecha "europea", de molde liberal, está cediendo terreno frente a la ultraderecha nacionalista, religiosamente fundamentalista, xenófoba e intolerante.Los partidos autoritarios de extrema derecha (Lega Nord, Alternativ für Deutschland, Amanecer Dorado, VOX, etc.) van ganando votos, el "líder carismático" que hace proclamas (normalmente vacíos y siempre muy simplificados) está remplazando el político culto que analiza con serenidad la situación en toda su complejidad, la desafección hacia las instituciones democráticas está creciendo. Mucha gente quiere cada vez más que se le venda la ilusión de soluciones sencillas (los "one-liner" de los americanos) a problemas complejos. Mala tempora currunt.

 

La ultraderecha parece defender todo lo que la cultura Europea ha rechazado a lo largo del Siglo XX: el suprematismo cultural, la pureza racial, el culto del Volk, el rechazo a cualquier cambio y a cualquier hibridación. ¿Cómo es posible que en la Europa ilustrada, tolerante, culta, esté teniendo tanto éxito esta vuelta atrás esta cerración cultural?

Uno de los instrumentos principales del éxito de la ultraderecha es la cultura del miedo: generar miedo y explotarlo con un discurso puramente negativo permite al fascismo ganar adeptos sin tener que proponer nada concreto. Lo vemos claramente con el caso de VOX en España. Está claro que VOX no dice nada. Nada positivo, por lo menos. Su discurso se compone de negativos: en contra de la ley de derechos LGTBI, en contra de la ley de violencia de género, en contra de la inmigración, en contra de la memoria histórica. VOX está en contra, no tiene propuestas positivas.

Para que este discurso funcione, es necesario crear miedo. Miedo a los inmigrantes, miedo a los okupa, miedo a las mujeres o a homosexuales y transexuales. En esto ayudan mucho la simplificación y la superficialidad, dos características que, por suerte de la ultraderecha y mala suerte de los ciudadanos, maridan muy bien con los medios de comunicación contemporáneos, su dependencia de la publicidad y su necesidad de "capturar" espectadores con discursos simples y atractivos. Así, por ejemplo, cuando se habla de inmigración, no se ve como un fenómeno complejo, consecuencia de una estructura económica mundial que nosotros hemos contribuido a crear. Un fenómeno que tiene aspectos positivos y negativo, un fenómeno que hay que integrar en la organización social del mundo moderno. No. Es mucho más fácil considerarla una "invasión" de gente que quiere llegar a delinquir y a quedarse con nuestro estado de bienestar (el mismo que la ultraderecha quiere destruir, pero esto es mejor no decirlo). Así se crea el miedo, y se proponen soluciones drásticas, creando un enemigo (el inmigrante) que causa este miedo y que tiene que ser eliminado. El problema es complejo, la solución sencilla. La solución no funciona, pero esto no se dice.

La seguridad y los delitos son otros de los grandes temas de la ultraderecha y, tras crear el miedo (de manera arbitraria: los países de Europa son entre los más seguros del mundo) se crea el "enemigo" (el delincuente) y la solución draconiana (más penas y reducción de los derechos civiles para todos). Curiosamente, resulta que los delitos que más han aumentado en los últimos 20 años son los delitos financiero, otro tema que la ulrtaderecha prefiere no tocar.

Una vez que se predispone la gente al miedo, también es más fácil utilizar la mentira, sobre todo si se dispone para esto de medios de comunicación complacientes. ¿Cuantas veces hemos oído decir que la ley de violencia de género elimina la presunción de inocencia para los hombres? En realidad, la ley no cambia la estructura del proceso penal ni la carga de prueba, por tanto no cambia en nada la presunción de inocencia. La ley del "sólo sí es sí" cambia simplemente la frontera entre abuso sexual y agresión sexual, pero no cambia la carga de prueba en los dos casos. Pero, en este caso también, es útil crear miedo, y crear artificialmente un enemigo que se supone causa de este miedo y cuya eliminación resolverá el problema.


El tema no es nuevo, naturalmente. En la Alemania de los años 1930s la causa de los desordenes sociales eran los Marxistas (y eliminándolos se habrían eliminado los desordenes), la causa de la derrota en la primera guerra mundial eran los socialdemócratas (y eliminándolos se habría vengado el deshonor), la causa de la crisis financiera eran los judíos (y eliminándolos se habría abierto la puerta a una era de prosperidad). Ya sabemos como acabó.

Uno de los aspectos fundacional de todas las ultraderechas Europeas son los estereotipos identitarios, sobre todo el nacionalismo y la religión. Tres siglos después de que se crearan el Estado laico y la idea de la separación entre Iglesia y Estado, el fundamentalismo religioso vuelve a Europa (un fundamentalismo ignorante que, por lo menos en España, confunde católico con Cristiano, ignorando que católicos y protestantes se han matado entre ellos mucho más que cristianos y musulmanes). Con el fundamentalismo religioso vuelve el nacionalismo. Luc Ferry, uno de los intelectuales más reconocible de la derecha francesa, escribió: "el nacionalismo causó 50 millones de muerto sólo en la segunda guerra mundial. No puedo creer que ya tenemos ganas de volver a empezar".

Los dos estereotipos juegan bien con una crisis de identidad innegable en la sociedad contemporánea. Lo que llama la atención es que la causa principal de esta crisis es la evolución del sistema económico, que se ha globalizado uniformando creencias y comportamientos. Y es curioso que la misma derecha que usa esta falta de identidad como instrumento de miedo sea la misma que apoya el sistema económico que de ella es responsable.

 

Es imposible separar la educación y la cultura de la democracia: la segunda no puede existir sin las primeras. Benjamin Franklin lo expresó muy claramente en su famosa definición de la "informed citizenry": una ciudadanía informada, que tenga los instrumentos intelectuales necesarios para evaluar la situación política y decidir en consecuencia es un elemento esencial de la democracia. Sin ella, no hay democracia, dado que el voto sería dominio de quien grita más. Condorcet, el fundador de la educación pública, consideraba que la educación es necesaria para que las garantías constitucionales no se queden en papel mojado. La democracia pone a los ciudadanos en un doble papel: sujetos del derecho (los ciudadanos están sujetos a la ley) y autores del derecho (los ciudadanos, a través de sus representantes, crean la ley), y para que los ciudadanos estén preparados para este segundo papel, la educación es esencial, y puede ser la única arma efectiva contra la ultraderecha.

No cabe duda que en la Europa de hoy, entre mucha gente, hay ganas de  fascismo. Hay una espera casi mesiánica de un "hombre fuerte" que piense por nosotros y que resuelva los problemas sociales con su toque mágico. Esta persona no llegará, pero sí llegarán falsos profetas que en nombre de esta esperanza crearán formas de poder autoritarias y vaciarán de sentido la democracia. La distinción, que tuvo vigencia durante la segunda parte del Siglo XX, entre democracias y dictaduras ya tiene que ser matizada. Países como Rusia mantienen el aparado formal de una democracia pero se trata, en realidad, de regímenes autoritarios que usan las formas y la parafernalia de la democracia para legitimarse.

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