Wednesday 24 April 2013

¿Salvar a la economía o salvar a la gente?

El Presidente del Gobierno sostiene que el descenso de la prima de riesgo da razón a su política económica (en Julio, cuando la prima de riesgo se situaba en 600 punto no sostenía que no le daba razón, pero no se le puede pedir demasiada coherencia); el Ministro de Guindos habla de un incremento de competitividad de la economía española (¿Qué es la competitividad? ¿Cómo se mide? ¿Cómo funciona un competómetro?).

Se habla mucho de economía, de indicadores económicos (incluso de indicadores muy dudosos como la ?competitividad?), y muy poco de lo que debería ser el fin de la economía: el bienestar de la gente. Se ha puesto el instrumento por encima de su fin.

Si recuperamos la verdadera vocación de la economía, es decir, garantizar la satisfacción de las necesidades materiales de cada uno, entonces debemos evaluar los indicadores en el marco de este fin último que, solo, le otorga valor.

Consideremos por ejemplo la competitividad. ¿Qué quiere decir ganar competitividad? Para el Ministro quiere decir reducir el coste de nuestros productos bajando el coste laboral. Hasta aquí la economía. Pero, ¿Qué consecuencias tiene esto para el bienestar de la gente? ¿Si para ganar competitividad tenemos que reducirnos como los trabajadores de China, merece la pena ganar competitividad? ¿No habría que plantear el problema en otros términos? Se está sacrificando la vida de la gente, vidas muy reales, al valor de unos indicadores. Se nos pide aceptar que el bien de la economía requiere que bajemos de manera permanente nuestro nivel de vida.

El problema, creo, es que está considerando el problema en las bases equivocada. El debate público (incluso a izquierda) da por cierto que el bien de los indicadores económicos supone el bien de la gente. Pero hoy en día, parece, la correspondencia entre economía y calidad de vida no está tan clara, si es que alguna vez lo estuvo.

Habría que considerar de nuevo toda la cuestión. El problema es: ¿Cómo mejorar el nivel de vida de las personas en la situación actual? Si se determinara que esto pasa por mejorar ciertos aspectos de la economía, que se persigan estos aspectos. Si la salud de la economía tradicional requiere que se sacrifique el bienestar de la gente, hay que quitar del medio la economía tradicional y empezar sobre nuevas bases.

Wednesday 10 April 2013

¿Sobrevivirá la monarquía española?

Finalmente, gracias a su poder de autodelegitimación (la palabra no existe, lo reconozco, pero debería), en España se puede cuestionar la familia Real e, incluso, la forma monárquica del Estado.

La cosa me sorprende agradablemente. Francamente, pensaba que Don Juan Carlos hubiera adquirido un tal capital político durante la transición, hubiera creado una narrativa tan fuerte sobre la conexión entre monarquía y transición, que nada iba a pasar hasta después de su muerte. Mi previsión, hasta hace muy poco, era que Don Juan Carlos iba a morir Rey, que Don Felipe iba a ser Rey, pero que no habría pasado toda su vida como Rey. Quizás he pecado de pesimismo. El debate está abierto, y promete durar un tiempo. El problema fundamental (a parte las nostalgias de algunos monárquicos) es si una Republica representaría un avance democrático o no. Los monárquicos dicen que no con varios argumentos, uno de ellos bastante merecedor de atención.

Se apunta a que muchos países democráticos de Europa son monarquías constitucionales (Suecia, Noruega, Inglaterra, la lista es larga). Por tanto, si restringimos la mirada a Europa, la monarquía parece ser por lo menos compatible con la democracia, incluso parece favorecerla. (Restringir la mirada a Europa me parece, en este caso, lícito: es difícil comparar la situación de España con la de países que tienen una historia muy diferente de la nuestra.)

España es una monarquía representativa, de tipo burgués. Asumamos que, independientemente de las conclusiones de este debate, la forma fundamental del Estado no cambie (si no introduciríamos demasiadas variables, y el discurso ya es bastante complejo así). El problema, por tanto, es: ¿Cuál es la relación entre monarquía y democracia burgués? Hay cierta compatibilidad entre las formas exteriores de la monarquía y la democracia, pero ¿hay afinidad? Creo que la respuesta es “no”: la monarquía no es la forma de gobierno “natural” de la democracia burguesa y, consecuentemente, un paso de la monarquía a la república es (coeteris paribus) un avance en este tipo de democracia.

La democracia burguesa es hija de la ilustración, una filosofía que siempre luchó en contra de la monarquía. Montesquieu tuvo que dar muchas vueltas para justificar que Inglaterra, a pesar de ser una monarquía, era democrática. La revolución francesa y la revolución Americana, es decir, las dos revoluciones que implementaron desde cero los principios de la democracia burguesa, no tuvieron duda en elegir entre monarquía y Republica. En ambos casos se consideró que la monarquía violaba el principio fundamental de la igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley, ya que había derechos políticos (ser el jefe de Estado) que no pertenecían a todos.

La monarquía es compatible con la democracia, pero es una especie de cuerpo extraño dentro de ella, algo con que se vive pero que no absuelve a ninguna función. Es significativo en este sentido que todas las monarquías se han convertido en democracias eliminando casi del todo el poder del Rey. No hay ninguna monarquía constitucional democrática en que el Rey mantenga un poder considerable. La monarquía se puede democratizar sólo vaciándola. Por el contrario, hay varios países democráticos en que el Presidente de la República detiene un poder considerable (USA, Francia, etc.). La figura del presidente es coherente con la democracia burguesa y, por tanto, puede tener poder sin violar los principios democráticos. El Rey no: el Rey puede participar en la democracia sólo eliminando su poder. Se trata de un cuerpo extraño que hay que neutralizar, y no de un componente con una función clara.

Las monarquías democráticas que existen en Europa son más un residuo de la historia que una afirmación activa de los principios democrático. En casi todos los casos (excepto uno) se trata de países que no han subido grandes revolcones internos, no han tenido dictaduras ni guerras civiles. En estos casos, la monarquía ha ido cediendo poco a poco, vaciándose de poder y consiguiendo así mantener su aparato formal. Todos los países que han tenido revoluciones, dictaduras o guerra civiles, han aprovechado la vuelta a la democracia para eliminar la institución monárquica e implementar la República, más adecuada a las exigencias de una democracia moderna. Todos excepto uno: España.

Sólo España ha mantenido una monarquía tras una dictadura. La cosa es aún más sorprendente tratándose de una monarquía que deriva directamente de esa dictadura. Esta consideración se refiere, naturalmente, a la institución, y es independiente del espíritu democrático que pueda animar al Rey. Por demócrata que pueda ser Don Juan Carlos, la monarquía española es heredera del franquismo, y el franquismo no se habrá acabado de verdad mientras que la monarquía subsista.

Thursday 4 April 2013

Ada Colau, la PAH, y la manipulación mediática

Estos días, la prensa (periódicos, radio y TV) de derechas tiene un nuevo enemigo del corazón: se trata de Ada Colau, la portavoz de la Plataforma Afectados por la Hipoteca (PAH). Parecía imposible no apoyar a gente que, a causa de una legislación vieja y profundamente injusta, tras haber perdido su casa tiene que seguir pagándola, a gente que ha recogido un millón y medio de firma para tramitar una ley de iniciativa popular sólo para ver como el PP, fuerte de su mayoría absoluta, la está destruyendo en el parlamento (sin la dación en pago, la ley se queda en nada). Pero la derecha consigue oponerse a toda reivindicación donde ve la sobra (real o imaginaria) de unas ideas progresistas. El hecho de que las peticiones del PAH, y mucho más, sean ley en un país tan poco comunista como EE.UU. no parece afectarles. (En EE.UU. no sólo existe la dación en pago, los individuos, así como las empresas, pueden declarar bancarrota.)

En los últimos días la prensa ha tenido una ocasión imperdible, ya que la PAH ha empezado una forma de protesta que incluso sus partidarios encuentran controvertida: las protestas “miradas” frente a la casa de los políticos del PP que se oponen a la dación en pago. Los llamados “escarches”.

Esta podría ser una ocasión para un serio análisis de los varios tipos de protesta, del equilibrio entre los derechos de los ciudadanos a manifestarse y el respeto a la privacidad de los representantes, de la diferencia ética entre la violencia de los manifestantes y la violencia del Estado (desahuciar a una familia es violencia, en esto no hay duda). Se trata de temas interesantes que la prensa de derechas ha evitado acuradamente tocar. Prefiere darnos lo de siempre: ataques ad hominem. En este caso, sobre todo, ataques a la Sra. Colau. La prensa de derecha trabaja muy bien en personalizar un movimiento social, darle una cara y luego atacar a esta persona, incluso en asuntos que nada tienen que ver con el movimiento. Esto resulta muy rentable desde el punto de vista emocional, mucho más que atacar las ideas. Quisiera analizar brevemente tres puntos que se encuentran estos días en periódicos y tertulias de derechas: (1) la “organización de Ada Colau” apoyó una manifestación proetarra, (2) Ada Colau recibe subvenciones públicas por tanto (3) es hipocresía que se manifieste contra el gobierno que la subvenciona.

En todos estos puntos se opera la misma reducción (indebida) de la PAH a la Sra. Colau, pero los tres puntos operan en base a principios y mecanismos distintos, que merece la pena analizar. El mecanismo del punto (1) es clásico: se basa en no dar todos los hechos. Un grupo anti-deshaucio de Euskadi apoyó la manifestación (perfectamente legal), así como estaba en su derecho, pero este grupo no es parte de la PAH. Se trata de una manipulación del periodista contra que el lector no puede hacer mucho, a menos que no lea varios periódicos. Hay que destacar, de toda manera, una contradicción evidente en los principios a que se apela esta prensa. En otros casos, en que se veían implicados personajes afines (el caso Feijóo recientemente, antes él de Camps, de Ana Mato, etc.) el criterio era que a una persona no se le podía reprochar nada mientras que no estaba demostrado que había violado la ley. Sin embargo, no hay ningún problema a acusar al PAH (con datos falsos) de participar a una manifestación legal.

El punto (2) es una manipulación más evidente. En los titulares han aparecido noticias como “Ada Colau subvencionada con 3.7 millones” pero, leyendo la noticia, uno se entera que una ONG en que trabaja la Sra. Colau recibió esta suma a lo largo de casi 10 años (400.000 Euros al año). El periodista manipula los titulares, pero el lector tiene la responsabilidad de leer el artículo, donde sí están los datos para descubrir la manipulación (con la tertulias televisivas las cosas son más difíciles).

El punto (3) es una burda insinuación con un claro error de principio que todo el mundo puede detectar. Se implica que una persona que trabaja en una organización que recibe subvenciones no puede protestar contra el gobierno. Ahora bien, la Iglesia Católica, en España, recibe cada año, además de alrededor de 280 millones de la casilla IRPF (que no son subvenciones), unos 3.000 millones de subvenciones directas o indirectas. Siguiendo la lógica de cierta prensa, por tanto, ningún sacerdote u obispo tendría el derecho de manifestarse en contra del aborto. Considerando que la misma prensa apoya entusiásticamente las manifestaciones contra el aborto, se trata de una imperdonable falta de rigor.

Se trata pero, en este caso, de una contradicción abierta: cualquier lector la puede detectar simplemente con conocimientos generales sobre la política de España. Sin embargo, se publica esta información confiando que la contradicción pase desapercibida. Esto nos dice mucho sobre el tipo de lector que estos periódicos prefieren y fomentan: no se trata de un lector atento, informado y racional, sino de un lector pasivo que acepta cualquier tipo de argumento, por contradictorio que sea, que apoye a su parte política y ataque a algo o alguien (mejor si se trata de una persona) que se identifica como enemigo.

Se trata de lectores que no sólo aceptan las insinuaciones sobre Ada Colau, sino que aceptan, sin darse cuenta, la mistificación más grande: reducir el valor de un movimiento al de sus caras públicas. Los lectores de estos periódicos no deben saber que, incluso si la Sra. Colau fuera la peor persona del mundo, esto no quitaría nada de legitimación a la PAH, ni de importancia a su lucha.

Estos periódicos quieren lectores de la época de la televisión basura: emotivos, acríticos, víctimas del culto de la personalidad, que aceptan ataques contra la personas en lugar de debates serios sobre las ideas.

Ciertos periódicos creen que sus lectores son así. Insultan así a sus lectores inteligente que, espero, son muchos.

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