Friday 29 May 2009

El profesor y el ordenador

Según datos que se han publicado recientemente en varios periódicos, el sistema educativo Español tiene un problema serio. No, el problema no son los fondos quitados a la escuela pública para financiar colegios concertados que a menudo proprcionan una educación confesional, el problema de tratar con una población inmigrante cresciente, o algo de esta naturaleza. El problema, más sencillamente, es que menos de la mitad de los profesores usan regularmente el ordenador en sus clases. Parece que, si todas las clases se impartieran con oredenadores, internet y powerpoint, los resultados serían impresionantes, y todos los demás problemas, aún sin desaparecer, resultarían muy atenuados. Esto lo dijo el Sr. Bill Gates y, como claramente el no tiene ningún interes personal o de negocios en el asunto, ninguna "hidden agenda", ¿por qué no le vamos a creer?.

Pues, en realidad, y a pesar de la fidedigna declaración de Mr. Gates, yo no veo muy claro en que consiste el problema. El ordenador es un instrumento y los instrumentos se utilizan si y cuando se necesiten. Yo, en mi clase de informática, no uso ordenador. Tampoco uso martillo o alicate, ya que no los necesito, pero de esto nadie se sorprende. Del ordenador,sin embargo, si. Estos estudios no se plantean cuantos profesores necesitarían el ordenador y no lo usan por falta de preparación. Se da por cierto que todo el mundo necesitaría un ordenador en clase y quien no lo usa está haciendo algo mal.

Pues, no estoy de acuerdo. Rivindico mi libertad académica y mi derecho/deber a utilizar los instrumentos didácticos que considero más adecuados. Cuando necesito un alicate lo uso, y cuando necesito un ordenador lo uso. La decisión el sólo mia. Muchos articulos comentan la utilidad de un ordenador para recoger información, pero sobre esto hay que hacer dos consideraciones. Por un lado, me parece que se está sobravalorando mucho esta utilidad. La información que se encuentra en Internet es a menudo (y con las debidas excepciones) de baja calidad (dadas las características del medio, es dificil averiguar si quien escribe es fidedigno), parcial, superficial y muchas veces mal escrita. Por otro lado, un buen profesor busca información antes de ir a clase, y no durante la clase. El ordenador de mi despacho y sobre todo mi biblioteca son suficientes para buscar la información que necesito y llegar a clase preparado.

Esta postura es un buen ejemplo de la transformación de lo que yo llamo el "imperativo tecnológico". En una situación normal, la tecnología es un instrumento y el imperativo tecnológico es, según la denominación Kantiana, hipotético: "Si quieres hacer X, usa Y". Aquí lo importante es X (p. ej. escribir este documento), e Y (p.ej. un procesador de texto) es el instrumento que me permite publicarlo en el blog.

El problema es que el imperativo tecnológico ha perdido su "si" y se ha convertido en categórico: "usa Y". Simplemente el hecho de que una técnica o una maquina existan se transforma en una obligación a usarlas. Como en la fábula de Esopo del cazador, el caballo y el ciervo, hemos dejado que la tecnología nos montara para ayudarnos, y ahora que nos ha ayudado nos damos cuenta que se ha convertido en nuestro dueño.

Thursday 14 May 2009

La maquina y el billete

A finales de Abril, como cada fiel usuario del Metro, renové mi abono transporte. Lo hice en la estación de Nuevos Ministerios que, como todo madrileño sabe, es una estación muy grande, con tres líneas de metro y no se cuantas de Cercanías, donde conecta la gente que va y viene del aeropuerto. En fin, un nodo muy importante en la red de Metro.

Me dirijo a la taquilla, que encuentro cerrada, algo peculiar a las 11 de la mañana de un día laboral. Resulta que la taquilla está cerrada para siempre, la escrita blanca "Billetes" cubierta por una banda adhesiva azul. En este nodo importante de la red de metro, ya no hay taquilla: la única manera de comprar un billete o un abono es a través de las maquinas automáticas (si, esas: las de "toque la pantalla por favor").

Se trata de un inaceptable empeoramiento de la calidad del servicio. El motivo original para instalar maquina (o, por lo menos, el motivo oficial) era darnos la posibilidad de elegir, una alternativa para evitar la fila a la taquilla; pero ahora, con la desaparición de las taquillas, la posibilidad de elección se ha transformado en una imposición. Que nos guste o no, la maquina es lo que hay. Incrementar el número y la naturaleza de las opciones disponibles representa una mejora del servicio; remplazar forzosamente una opción con otra no.

La interacción con una maquina es útil como alternativa, intolerable como única posibilidad. Una maquina no me ayuda a cambiar 100 Euro, ni me dice cuanto cuesta el abono trimestral para decidir si comprarlo me compensa. No le puedo preguntar si puedo comprar un abono de zona A con una tarjeta de zona B1 (no puedo---la cosa es absolutamente ilógica y el porqué de esta norma no me los supo explicar ni el hombre de la taquilla), no le puedo decir que no estoy seguro si mi billete magnético funciona y si, por favor, me lo prueba antes de cambiarlo (él de la taquilla me dijo que era más fácil cambiarlo sin más). La desaparición de las taquillas no es, por supuesto, un fenómeno propio de Nuevos Ministerios, sino algo que se está repitiendo en toda la red de metro. Las personas están desapareciendo de la infraestructura del metro, con una excepción: los guardias de seguridad. De estos hay cada día más, sobre todo de empresas contratadas. Muy pronto la única manera de interactuar con un encargado en el Metro será dejar que un guardia nos pegue (cosa que, por cierto, parece ser cada día más fácil, ya que cada día parece haber más guardias violentos).

Todo esto es representativo de algo que pasa muy a menudo con las nuevas técnicas: se introducen con la excusa de darnos una alternativa y acaban destruyendo toda alternativa, quedándose como única, impuesta posibilidad. El otro día, en Nuevos Ministerios, pensé que ya estaba un poco harto de esto. Y mientras que hacía estas reflexiones, vi, colgado a una pared, un póster con la escrita "calidad del servicio". Estamos rodeados de maquinas pero, por suerte, nos queda la ironía.

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