Monday 13 February 2012

Financiación privada, sin privados

Las recientes declaraciones del gobierno sobre la financiación privada de la universidad confirman una continuidad entre el gobierno Rajoy y el último gobierno Zapatero. En un documento de 2010 (Estrategia Universidad 2015: La gobernanza de la universidad y sus entidades de investigación e innovación) el ministerio de Universidad delinea una forma de financiación que anuncia la que el gobierno Rajoy quiere implantar:

incentivar cada vez más a las universidades que incrementan
sus recursos mediante la apelación al sector privado.

El ministerio declara apertamente la fuente de estas ideas, que son "inspiradas al modelo USA (sic.)".

Estas palabras necesitarían un profundo debate social sobre las diferencias culturales entre España y EE.UU., sobre la distinta historia y el distinto papel social y cultural de las universidades en ambos países. Habría que abrir un debate político sobre la universidad pública, sobre el papel de la educación (¿cultural o mercantil? ¿formación de ciudadanos intelectualmente sofisticados o de técnicos de empresa?), sobre el conocimiento (¿bien público o de mercado?), sobre el papel de las humanidades (¿bien cultural o educación fuera del mercado?). Si, como decía el ministerio en 2010, la globalización es un hecho, habrá que discutir si hay para ella otra respuesta a parte de la aceptación completa y acrítica que se nos propone.

Pero, dejemos todo esto. Aceptemos, por amor de discusión, que el modelo Americano, con su relación estrecha entre Universidad e industria, ea incondicionalmente positivo, por lo menos para las facultades técnico-científicas, y ocupémonos por el momento sólo de estas, ya que el ministerio mismo no deja tan claro cuál será el papel de las humanidades en su visión mercantilista de la universidad. El problema es: ¿funcionaría en España un modelo parecido?

Hay buenas razones para pensar que no. En EE.UU. este modelo funciona por la presencia masiva de una industria de tecnología avanzada con un gran interés en el desarrollo de la investigación científico-tecnológica de base. Este interés no nace de necesidades puntuales y específicas, sino de la idea que una sociedad avanzada será, directa o indirectamente, beneficiosa para la industria. En 1993 trabajé en los laboratorios de IBM en San José, CA. Allí había, entre otros, un grupo de matemáticos que se ocupaba de teoría de la computación, y un grupo que se ocupaba de física teórica. En la universidad, IBM financiaba todo tipo de investigación de base, desde la teoría de los números hasta la etnometodología. La mayoría de las grandes empresas tecnológicas de EE.UU. tenían una política de financiación parecida. Sin una presencia masiva de este tipo de industria, y sin el tipo de inversión que esta industria representa, el modelo Americano hubiera sido inviable.

En España no existe una sólida de industria tecnológicamente innovadora. Las industrias españolas son, en máxima parte, usuarios de tecnología--incluso de tecnología muy avanzada--pero no son creadores. La industria española, así como se configura hoy, no invertirá en educación superior ni en investigación, simplemente porque no necesita doctores ni los resultados que estos puedan conseguir. Las industrias españolas pagarán para la educación de técnicos poco formados y poco pagados y para una investigación que reducirá la universidad un departamento de desarrollo de proyecto a bajo precio.

Los programas de la "Estrategia 2015" prevén una universidad al servicio de las empresas. En un país donde las empresas son tímidas, jerarquizadas y poco innovadoras esto supone bajar la calidad de la universidad a niveles mínimos. Ya tenemos una universidad que, a parte notable excepciones, no goza de gran prestigio mundial. La "estrategia 2015" nos hará desaparecer del mapa.

En nuestra situación económica y cultural, tendría mucho más sentido dar la vuelta al modelo Americano, desvinculando la universidad de las empresas tradicionales, incapaces de apoyar una universidad de alto nivel. En lugar de poner la universidad al servicio de las empresas, tendría mucho más sentido usar una fuerte inversión pública para transformar la universidad en un líder, en un invernadero para una nueva cultura del desarrollo y de la innovación.

Hay un precedente a que, con las debidas atenciones a las diferencias culturales y a los diferentes equilibrios entre público y privado, nos podemos inspirar: la Universidad de Stanford en los años '30. Construida en el medio de una zona, entonces, profundamente rural y en el medio de la gran depresión, Stanford formaba estudiantes demasiado preparados para su entorno económico. La Universidad usó sus contactos con mecenas y capital de riesgo para hacer lo que en España--a falta de una cultura del riesgo y de una verdadera burguesía emprendedora--se podría hacer con la ayuda del Estado: usar el conocimiento para cambiar su entorno. En el caso de Stanford, el resultado fue lo que hoy conocemos como Silicon Valley, en el caso de España, debería ser un nuevo modelo de desarrollo adapto a las circunstancias en que nos encontramos. El experimento podría funcionar o no (aceptarlo es parte de la cultura del riesgo que nos falta); cierto, no será peor que volver a fomentar la economía del ladrillo y la burbuja inmobiliaria como, parece, el gobierno está haciendo.

Copiar acriticamente el modelo Americano, que no funcionaría en nuestra situación y que incluso en EE.UU. ha entrado en crisis, destruirá la universidad sin ayudarnos a crear un modelo productivo moderno, y nos dejará en las manos de una industria arcaica y anquilosada.

Incluso para copiar hace falta un poco de sentido común.

Blog Archive