Friday 17 July 2020

Mascarillas, improvisación y el alma soviética de la derecha

Hay cierta perplejidad y cierto malestar entre los españoles por los que se perciben como cambios de criterios de las autoridad sanitaria, de la OMS o de los científicos que se ocupan de la epidemia del sars-cov2.

Un caso emblemático, muy repetido en ciertos ambientes sobre todo de derechas, es el de las mascarillas. Parece raro, escandaloso casi, que el Ministerio de Sanidad en Febrero no aconsejara el uso de mascarilla mientras ahora se están poniendo obligatorias en muchas comunidades autónomas (*). Sobre este cambio se están construyendo todo tipo de especulaciones y teorías conspiratorias en general demasiado paranoicas para que nos ocupemos seriamente de ellas.

Se trata de una actitud muy típica de niños. Un niño no entiende porque en un momento su madre le dice que se ponga el jersey y media hora después que se lo quite porque suda. El concepto de que las circunstancias puedan cambiar de manera imprevisible y las medidas con ellas no se le ocurre, quizás a causa de una concepción---también infantil---del mundo como completamente previsible que los padres pueden controlar. Actitud típica de niños pero, parece, común en mucho adultos, facilitada en este caso por la complejidad y variabilidad de la situación y por la dificultad se seguir argumentos basados en conocimientos científicos muy especializados. Pero somos adultos, no somos niños, y en una situación como esta, intentar comprender lo que está pasando, por complejo que sea, es importante.

Tenemos que entender que nos encontramos en una situación única: un virus nuevo, que conocemos poco (y que en Febrero o Marzo no conocíamos casi nada) que se expande muy rápidamente necesitando medidas rápida. Los científicos se encuentran en una tormenta perfecta: necesitan tiempo y pruebas clínicas para conocer el virus antes de actuar, pero necesitan actuar, sin esperar, porque el virus está matando a gente. Con una situación y un conocimiento en continua evolución, es normal que medidas que se toman hoy no tengan sentido mañana..

En Febrero, con una situación epidemiológica de pocos casos por millón de habitantes, con unas importantes dificultades de aprovisionamiento debidas a un volumen de producción insuficiente a nivel mundial y una logística de distribución toda por organizar, con una transmisión por micro-gotas que se pensaba no viajaban más que un par de metros, en ese momento las mascarillas para la población en general no eran necesaria, y lo mejor era reservarlas para los sanitarios.

En Junio, con posiblemente miles de casos por millón y un mercado mucho más preparado, el uso generalizado de mascarillas es útil.

Cualquier científico acepta que sus conclusiones son provisorias y que con nuevos conocimientos y el cambio de circunstancias sus conclusiones y recomendaciones pueden y deben cambiar.

En muchas personas esto puede generar frustración. Lamentablemente nos han vendido la ciencia como algo absoluto en infalible, casi como una bola de cristal, y no toleramos saber que su procedimiento es, al contrario, un cumulo de intentos y de errores, de pruebas y nuevas pruebas hasta llegar a una teoría que, por el momento, no hemos conseguido falsificar.

Hay muchos ejemplos de intentos y cambios en esta crisis. Hasta hace muy poco, se pensaba que la hidroxicloroquina podía ser muy útil en la fase inflamatoria de la enfermedad, y varios estudios parecían confirmarlo, hasta que otros, más completos, han hecho dudar de su eficacia al punto que ahora ya no se usa. No es un complot, sino la manera normal en que la ciencia trabaja. La posible relación entre la vacuna de la gripe y la covid-19 ha sido debatida muchas veces, ahora pensando que la vacuna tenía efectos positivos otras pensando que los tenía negativos. Todavía no hay resultados ciertos (que muchos de los fallecidos se hubieran vacunado de gripe no es, claramente, un resultado relevante: los que se vacunan de gripe son en buena parte personas mayores con patología previas, justamente la misma personas que constituyen la categoría de más riesgo para la covid-19).

Se han acusado las autoridades médicas de improvisar. ¡Claro que improvisan! En una situación poco conocida que evoluciona rápidamente y de manera imprevisible la improvisación es la única manera de reaccionar, y la capacidad de improvisar la única virtud útil. Quien no cambia de opinión cuando las circunstancias cambian es un dogmático, no un científico.

Es curioso que esta manera de actuar sea criticada sobre todo por la derecha. La improvisación, la reactividad, la adaptación a las circunstancias que cambian son las marcas características del capitalismo. Parece que, al contrario, la derecha exige un plan detallado y fijo desde el primer momento. Esto supone, claramente, que cuando la realidad cambia, se niegue o se oculte la realidad para adaptarla al plan, algo que era muy común en la antigua Unión Soviética. La pandemia ha sacado a la luz el alma soviética de la derecha española.

Monday 13 July 2020

La izquierda nacional y los nacionalismos

Las elecciones Gallegas y Vascas de ayer, 12 de Julio de 2020, no han provocado grandes cambios en el área del poder. Más bien al contrario, han reforzado los poderes existentes: el PP en Galicia, con la mayoría absoluta de Feijoo, y el PNV en Euskadi, donde será posible repetir el actual gobierno.

Donde sí ha habido cambios importantes es en la izquierda. La izquierda, en general, no ha perdido fuerza, pero sí ha habido un trasvaso casi totales de votos desde Podemos (desaparecido en Galicia, muy debilitado en Euskadi) a la izquierda del nacionalismo local: los grandes ganadores de estas elecciones han sido sin duda el BNG en Galicia y EH-Bildu en Euskadi, que refuerzan considerablemente su representación parlamentaria.

Existen sin duda responsabilidades de Podemos que ha gestionado muy mal la campaña y la elección de las candidaturas. Podemos sigue con divisiones internas importantes, cosa que acelera la desconexión de los grupos locales, en otro ejemplo pernicioso de la división de la izquierda. Se trata de problemas que Podemos tendrá que resolver: tiene unos años de tiempo (esperemos) antes de las próximas elecciones. El tiempo para arreglar los problemas existe, pero no se puede echar a perder. Espero que los dirigentes de Podemos estén a la altura de la situación.

Pero creo que estas indudables responsabilidades del grupo dirigente de Podemos se insertan en un movimiento más general en la izquierda hacia la segmentación territorial. Se trata, a mi manera de ver, preocupante para la izquierda y para la lucha de las clases excluidas en España.

Mi preocupación es que los nacionalismos locales tengan como objetivo simplemente la segmentación de un estado nacional-burgués en más estados nacionales burgueses. Esto sería un error fatal en este momento histórico.

El estado nacional, así como lo conocemos hoy, es una creación de la edad moderna. Inglaterra es en cierta medida una excepción, en cuanto tuvo un estado nacional con características relativamente modernas desde el siglo XV, pero fue sólo después de la revolución de Cromwell y la restauración que sus características se fijaron. Alemania llegó relativamente tarde (la unificación es de la segunda mitad del Siglo XIX) pero ya desde antes el dominio económico y cultural de Prusia era el de un proto-estado nacional. (Vale la pena recordar también que el estado nacional moderno es una creación esencialmente Protestante y que la Iglesia Católica empezó a aceptar la modernidad sólo a finales del Siglo XIX, con la encíclica Rerum Novarum y el estado nacional sólo en 1929 con los Patti Lateranensi.)

El éxito de los estados modernos está relacionado con el éxito de la burguesía y del capitalismo clásico. Por un lado, el estado nacional moderno nace con la consolidación de la burguesía como clase económicamente dominante, con su necesidad de tomar un papel de protagonista en la política, quitándoselo a las monarquías absolutas de tipo post-feudal. El sistema de representación parlamentaria es tan típico del estado moderno que incluso muchas dictaduras han mantenido su aparato formal (vaciándolo, naturalmente, de significado).

El estado nacional nace en una simbiosis con el sistema capitalista. Por un lado proporciona al primer capitalismo un mercado interior protegido (se vea el caso de Inglaterra donde, en el siglo XVII, la exportación de materia prima no trabajada era castigada con la muerte) y por el otro, a través de medios diplomáticos o militares, ayuda las empresas a conseguir materia prima y a exportar productos. La máxima, y más trágica, expresión de esta función de apoyo del estado se encuentra en la época colonial, en que continentes enteros son conquistados para aprovisionar las industrias europeas. El colonialismo es primariamente una historia de abertura de mercado y de control de recursos naturales en que los Estados apoyan al capitalismo y al mismo tiempo lo usan para agrandar sus dominios.

Por otro lado, los ideales del estado burgués, es decir, por lo menos en cierta medida, los ideales de la ilustración, funcionaron como balance frente al economicismo inherente al capitalismo. Las instituciones públicas que se fueron desarrollando, sobre todo desde finales del siglo XIX bajo la presión de las luchas obreras, balancearon de alguna manera los excesos del mercado libre, operando una redistribución de la riqueza que, si bien muy parcial e incompleta, contribuyó a un crecimiento del nivel de vida general. Fue sobre todo en el marco de esta moderación de excesos que se forzó la prohibición de prácticas típicas del primer capitalismo como el trabajo infantil, las semanas de 80 horas, el encierro de trabajadores en las fábricas, etc.

Las relaciones entre capitalismo y estado-nación han cambiado radicalmente con el surgimiento del neoliberismo, sobre todo desde los años '80 del siglo XX. La economía se ha hecho cada vez más internacional y menos dependiente de los estados. Con el final de la guerra fría, ha caído también el vínculo de la industria a la seguridad nacional y a las alianzas políticas de los gobiernos. Las empresas transnacionales han desarrollado un sistema económico internacional que necesita siempre menos a la política del antiguo estado burgués. Las relaciones entre política y economía, entre sociedad y mercado se han invertido. En el capitalismo tradicional el estado recorta un espacio autónomo, sin reglas, donde el mercado se pueda desarrollar, pero lo controla y lo incluye dentro de sus instituciones. Con el neoliberismo el libre mercado ocupa todo este espacio y recorta oasis siempre más reducidos para la acción política.

En muchos países el mercado sigue apoyando la retórica y el aparato formal (ya no la práctica) de la democracia, pero a medida que las empresas internacionales se hacen más fuertes la necesidad del apoyo formal a la democracia representativa se hará cada vez menor. Un indicio preocupante de todo esto es el hecho que el país que más éxito está teniendo en la nueva situación económica no es una de las democracias burgueses tradicionales, sino China. China es el ideal político del nuevo capitalismo, y la manera en que se está maniobrando la crisis de estos años demuestra que esta condición: un estado autoritario, una elite económica poderosa y restringida, una unión de intereses entre política y economía, una clase popular empobrecida, sin derechos y sin estado de bienestar. El capitalismo de libre mercado apoya de manera creciente regímenes autoritarios, no sólo en el llamado “tercer mundo” sino (como se está viendo en esta crisis) también en Europa, donde estos regímenes actual bajo el nom de plume de gobiernos técnicos. No es imposible que, en unas décadas, se acabe la ficción democrática y el poder político pase directamente en mano de las empresas.

El antiguo estado burgués ya no es históricamente actual en la nueva situación económica. No hay duda que en las próximas décadas desaparecerá para dar el paso a nuevas formas políticas. Se superará el estado-nación nacido de la revolución burguesa para crear algo nuevo. Parece claro que en unos 50 o 100 años habrá desaparecido el capitalismo o habrá desaparecido la democracia. La cuestión fundamental por tanto es que tipo de organización surgirá de las cenizas del estado nacional. ¿Una a medida de las empresas, una China mundial, o una nueva forma de política que restituya la prioridad a las necesidades de las personas? ¿Una tecnocracia económica autoritaria, o algo parecido a la democracia radical de Hannah Arendt?

Mi escepticismo sobre el independentismo nace de la poca claridad sobre el tipo de organización política que debería resultar de este proceso. Si el independentismo se propone como una pieza en la transformación del estado-nación en una nueva forma de organización política más democrática, que sepa enfrentarse al dominio del mercado y de la economía, entonces el independentismo recibe todo mi apoyo. Si se trata de dividir un estado-nación burgués en otros estados naciones más pequeños y de la misma naturaleza, entonces se trata de un proceso que terminará otorgando más poder a las fuerzas económicas internacionales y que acelerará la desaparición de la política y de la participación popular en el poder.

La proliferación de pequeños estados-naciones de tipo burgués-representativo llevará simplemente a un fraccionamiento de la representación, a un poder político más débil, que se enfrentará al capital internacional en nombre de grupos más pequeños y con menos fuerza.

Cuando expreso estas opiniones una reacción normal es tacharlas de puro ejercicio teórico. ¿Qué quiero decir con nueva forma política más allá del estado-nación? ¿Cómo funcionará? Pues, no lo sé y, quizás, las cosas funcionarán incluso si no lo sabemos. Cuando la burguesía empezó a tomar el poder y a destruir el antiguo edificio del Estado feudal, en el siglo XVI, no sabía cómo iba a gobernar. Las ideas de representación, de libertad, de derechos humanos, estaban todas por escribir. La burguesía se lanzó, creando el estado-nación sobre la marcha. Marx reconoció la importancia revolucionaria de las ideas que la burguesía había introducido, y quería que la nueva revolución empezara donde la burguesía lo había dejado.

Los partidos de la izquierda nacional (Podemos, IU, etc.) están intentando, cono todas sus ambigüedades, sus errores, y sus limitaciones de formular una nueva visión de país, algo que pueda crear una organización política para los desafíos del Siglo XXI, algo que pueda enfrentar una soberanía popular más fuerte al poder absoluto del mercado.

No está claro si los partidos independentistas de izquierda están por la labor o si se han dejado cegar por la ilusión de un pequeño estado nacional decimonónico donde construir una sociedad más justa. Si el nacionalismo quiere decir reivindicación de las culturas locales defensa de la diversidad lingüística, protección de la multiplicidad cultural frente a la uniformidad del mercado global, si quiere decir defensa de todo esto en vista de su inserción en un contexto político más amplio, entonces el nacionalismo es el bienvenido, y es un tesoro de valor inestimable para la izquierda. Pero creo que los partidos nacionalistas deben aclarar que estructura política quieren poner en marcha, si una unión de diferentes o una segmentación que nos hará más débiles frente al mercado.

En los países de los Balcanes hay una expresión: Yugostalgia, nostalgia de la antigua Yugoslavia, un estado fuerte que controlaba su destino y no había vendido toda su infraestructura esencial a capital extranjero. No caigamos en el mismo error.

Wednesday 1 July 2020

¿Por qué España tiene tantos fallecidos ?

España es uno de los países de Europa con más fallecidos por millón de habitantes (603—todos los datos son del 1/7/2020), por detrás sólo de Bélgica (886) y el Reino Unido (662). Es natural por tanto ponerse la cuestión: ¿Por qué en España hemos tenido tantos muertos?

La respuesta inmediata es sorprendentemente sencilla: porque hemos tenido muchos casos. En términos de letalidad (muertos/casos), España está en la media europea, con un 11.4%, muy cerca de Italia (14.4%), Reino Unido (14.0%), Bélgica (15.9%), Países Bajos (12.2%). Hay casos aparte, cierto. Uno es Francia, con una mortalidad del 18.1%, debida probablemente al bajo número de test que se hacen allí y que, por tanto, Francia probablemente subestima el número de casos más que otros países Europeos. El caso opuesto es Alemania, con una mortalidad de sólo el 4.6%. En Alemania, los fallecidos con covid-19 que tenían ciertas patologías previas no se consideran muertos de covid-19, sino de su patología original algo que, claramente, reduce la cifra de letalidad.

El problema, por tanto, es: ¿por qué España ha tenido tantos casos? La única respuesta seria que uno puede dar en este momento es que no tenemos ni idea. Todavía estamos en plena pandemia, y sólo un estudio comparativo, completo y riguroso, podrá en algún momento darnos una respuesta. Podemos, en grado de absoluta tentativa, identificar varias razones posibles, algunas dependientes de la respuesta de las autoridades, otras inevitables o que viene de mucho atrás. Son razones interesantes y que posiblemente han jugado un papel. Pero es importante recordar que, hasta que tengamos los resultados de estudios serios, se trata sólo de especulaciones de un blog: de ningún valor científico (así, añadiré, como buena parte de las especulaciones en los periódicos, pero yo por lo menos admito su falta de rigor).

Consideremos las primeras.

  1. El gobierno se ha retrasado de un par de días en declarar el estado de Alarma. Para hacer una comparación, Portugal declaró la alarma con unos 48 casos por millón de habitantes, Grecia con 68. El 12/3 España tenía unos 60 casos por millón, mientras que el 14/3 ya tenía más de 100. El 12/3 habría sido el momento de declarar el estado de alarma. Es cierto que el 10/3 varias comunidades habían cerrado las escuelas y el gobierno había pedido a la gente que se quedara en casa y mantuviera la distancia. Es decir, el 10/3 el gobierno tomó las mismas medidas que Alemania, por ejemplo, tomó el 22/3. Sobre el porqué este apelo no tuvo efecto volveré en breve.
  2. Los test han llegado tarde. Desde Mayo España es uno de los países que más test hace por millón de habitantes, pero hemos empezado con retraso: en Abril, Alemania hacía cada semana 511 test por millón de habitantes, España sólo 321. Lamentablemente, el mercado estaba muy complicado, y países financieramente relativamente débiles como España han tenido problemas a la hora de competir para los escasos recursos con potencias financieras e industriales como Alemania. En este sentido, los países donde la epidemia ha golpeado más tarde (UK, USA, etc.) han tenido más suerte, en cuanto han tenido que comprar grandes cantidades de test en un momento en que la industria farmacéutica estaba mejor preparada para producirlos.
  3. En algunas comunidades (yo tengo la experiencia de Madrid), muchas residencias han sido privatizadas en los últimos 10 años, y muchas han acabado en mano de fondos de inversión cuya única preocupación es la rentabilidad a corto plazo, que se consigue normalmente reduciendo los costes. Esto ha causado una penuria crónica de personal y una fuerte desmedicalización de las residencia, cuya responsabilidad ha pasado cada vez más al sistema de atención primaria que, a su vez, estaba agotado por los recortes y la falta de personal. Se trataba de una situación explosiva que los médicos de atención primaria vienen denunciando desde hace años (sin que las comunidades les hagan caso) y que ahora ha sido en buena parte responsable de la hecatombe en las residencias.

Un discurso aparte merecen las partidas de material no homologado que España (gobierno y comunidades) ha recibido. Se trata de un problema común a todos los países: un recorrido por la prensa extranjera convencerá que todo el mundo ha tenido su parte de material no homologado o defectuoso. Se ha tratado, lamentablemente, de un problema casi imposible de evitar en un mercado tan saturado y con tanta urgencia de material.

Hay más razones posibles, independientes de la actuación de las autoridades.

  1. Un artículo aparecido en livescience reporta que podría haber una base genética en la susceptibilidad al virus. No se trata tanto de contraer la infección, cuanto que la probabilidad de pasar de la fase infecciosa a la fase inflamatoria (la peligrosa) podría tener una componente genética. Se trata, por el momento, de una hipótesis y nada más: habrá que confirmarla.
  2. Otro artículo, este aparecido en SSRN, estudia la posibilidad que la difusión del virus pueda depender de características de temperatura o humedad relacionada con la latitud. Es cierto que muchos de los focos más virulentos se han empezado a desarrollar en países que comparten latitud (la zona central de China, Iran, Italia, España, EE.UU., partes de Brazil---latitud sur, en este caso). Se trata de una hipótesis. La generalización del virus a países con características climáticas muy diferentes, como India, implica que probablemente hay más en juego que la simple latitud.
  3. Hay países que tienen un estilo de vida que favorece menos la difusión del virus. En EE.UU., gran parte de la población vive en zona de baja densidad, prácticamente no hay transporte público y los contactos cercanos entre personas son relativamente raros. La gente, en general, no vive con sus padres, lo que reduce la transmisión del virus a personas a riesgo. El Norte de Europa tiene transporte público y densidad de población más alta, pero los otros factores quedan: más distancia física entre las personas, pocas visitas a los padres. El estilo de vida español es más “cálido” y social, con familias más unidas, pero hay que admitir que en este caso no nos ha ayudado.
  4. Los españoles han tenido menos disciplina de lo que habría sido oportuno. He mencionado antes que el 10/3 el gobierno pidió a los españoles que se quedaran en casa cuanto más posible. La misma petición la hizo el gobierno portugués el 15/3 y el alemán el 22/3. La diferencia es que los portugueses y los alemanes escucharon. En España, muchos madrileños aprovecharon el cierre de los colegios para irse a la playa, y todavía el viernes 13 las terrazas estaban llenas. Considerando las escenas que vemos en las calles y en las playas parece, lamentablemente, que no hemos aprendido nada. A veces parece que somos un país de niños de 8 años: alguien tiene que obligarnos a cuidarnos si no, solos, una vez que se nos ha pasado el miedo nos olvidamos de todas las precauciones.
  5. En España tenemos un porcentaje relativamente alto de obesidad, diabetes y tabaquismo. Los tres han sido identificados como factores de riesgo para la covid-19.
  6. España es un país con una esperanza de vida muy alta y una natalidad muy baja. Esto quiere decir que tenemos un porcentaje de población mayor (es decir, de personas a riesgo) más alto que otros países y, en un país con un buen sistema sanitario, muchos de los que llegan a ser mayores lo hacen superando alguna enfermedad a lo largo de la vida: esto los hace doblemente a riesgo. Se trata, naturalmente, de algo muy positivo que pero, en este caso, juega en favor de la mortalidad.
Finalmente, a pesar de acusaciones que se oyen mucho, no parece que el 8M haya jugado un papel significativo. La curva del incremento diario en porcentaje de datos no tiene comportamiento anómalos en el intervalo de aparición de los síntomas (la curva continua a la página 1, el intervalo de aparición de síntomas está publicado aquí). La curva porcentaje es la importante en este caso dado que. Si la epidemia siguiera su recorrido normal de serie geométrica, esta curva sería una constante y por tanto aquí se ve, mejor que en la curva de casos, la variación del parámetro de propagación de la epidemia.

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