Tuesday 13 November 2007

Cambio climático "Rajoy style"

Dos aclaraciones que quizás le puedan interesar a Mariano Rajoy. Cuando Rajoy dice que "ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?" confunde (o finge confundir) micro-previsiones con macro-previsiones. Nadie le podrá decir exactamente el tiempo que hará mañana en Sevilla, pero todo el mundo le podrá decir que en Sevilla en enero hará, medianamente, mas frío que en julio. Las previsiones de cambio climático son de la misma naturaleza: no sabemos exactamente de cuando saldrá la temperatura en Cuenca en el 2030, pero sabemos que, a causa de los gases de efecto invernadero, la temperatura saldrá globalmente de varios grados, y hay varias clases de previsiones (muy negras) sobre los posible efectos. Tomar en serio el cambio climático es una cuestión elemental de gestión de los riesgos: las previsiones no son detalladas, pero los riesgos son tan grandes que merece la pena tomarlos en serio. La urgencia de un problema depende también de sus consecuencias: una probabilidad del 50% de perder 10 Euros la puede ignorar hasta la persona mas prudente; una probabilidad del 50% de morir solo un idiota la ignoraría.

La segunda observación es sobre la caracterización de Al Gore como alguien "que no [ha] firmado el Protocolo de Kioto y [va] dando conferencias". Aquí también Rajoy es ignorante o finge serlo. Al Gore era vicepresidente de EE.UU. durante la presidencia de Bill Clinton, y no tenía autoridad para firmar ningún tratado. Ademas, Clinton sí que firmo el protocolo de Kioto; el problema fue que el congreso (con mayoría Republicana en aquellos entonces) no lo ratificó.

Uno no sabe que pensar, ni de que preocuparse más: de que el líder de la oposición sea de verdad ignorante sobre asuntos tan importantes y básicos, o que sepa muy bien come están las cosas, y las distorsiones con finalidades electoralistas. Uno sospecha que Rajoy no toma en serio el cambio climático sobre todo porque en 300 años no se presentará a las elecciones.

Policía y racismo

Es obvio para cualquiera que lea un periódico que la intolerancia y la violencia racista se están difundiendo de manera preocupante en España. Es una consecuencia embarazosa de la inmigración: es muy fácil ser tolerantes y condenar al racismo cuando no hay extranjeros. Más difícil es la praxis de estos buenos principios en una situación de diversidad racial y cultural.
La violencia racista es siempre condenable, pero lo es doblemente en el caso en que el agresor sea un agente de policía, como en el case reciente del adolescente de Vallecas, supuestamente golpeado y insultado por un agente.

Los agentes de policía tienen una posición peculiar en la sociedad. Por un lado, su trabajo les obliga a frecuentar criminales y gente de comportamiento no muy urbano; el tipo de gente que un ciudadano "normal" prefiere evitar. Por otro lado, los ciudadanos les entregamos a los agentes un poder considerable sobre nuestras personas, y nos privamos de casi todo derecho de defensa inmediata frente a sus actuaciones. Este poder es necesario por el trabajo de la policía, pero el poder siempre debe ir acompañado de la relativa responsabilidad.

Los peligros del trabajo de un policía han generado medidas legales, muy razonables, que consideran como circunstancia agravante de un crimen el hecho que la víctima sea un agente.
El poder que entregamos a la policía hace necesaria la medida simétrica: un crimen es más grave si el agresor es un agente de policía. La gravedad propia del crimen se aumenta por la traición a la confianza de los ciudadanos y de la ley que regula los poderes policiales, y por la odiosidad de un crimen cometido en contra de una persona que, por ley, ve drásticamente reducida su posibilidad de defensa personal en el momento de la agresión. Un crimen xenófobo cometido por un policía es aún más odioso porque la misión de la policía es aplicar la ley a toda persona sin discriminación.

Un agente es, primero, un ciudadano, y goza de todos los derechos legales de cualquier ciudadano, empezando por la presunción de inocencia. Al policía supuesto agresor de Vallecas se le debe dar todo derecho de defensa y, al ser proclamado inocente, el derecho de seguir su vida y su trabajo sin ninguna mancha en su honradez.
Pero, si fuese juzgado culpable de un crimen tan odioso, el castigo tendría que ser ejemplar: hasta más del castigo del imbécil que agredió una Ecuatoriana en un tren en Cataluña. Esto no es a pesar de ser policía, sino por ser policía.

Nosotros, los que le han entregado el poder de detenernos, de pararnos en la calle y de usar la violencia si necesario, lo exigimos.

Tuesday 19 June 2007

Elecciones

Como socialista de toda la vida (y, un socialista muy de izquierda), los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del 27 de mayo en España no me han sentado del todo bien. Nada de dramático. Gastronómicamente no se equivaldrían a una seria indigestión con viaje a urgencia. Más bien a una comida con demasiado ajo que has digerido bien pero que el día después de deja un cierto amargo en la boca.

Es cierto que quizá la mayoría de votos que ha recibido el Partido Popular (el mayor partido de derecha en España, para lectores no españoles) puede no implicar una victoria de su línea política nacional: el resultado nacional se debe en gran parte a la derrota socialista en Madrid, y que esta se debe, por la mayor parte, a la personalidad de los candidatos populares (y a la completa falta de personalidad y plan político de los candidatos socialistas). Sobre todo en el caso del alcalde Gallardón, la gente parece haber votado el alcalde más que el partido. Por lo menos, conozco a gente cercana a las posiciones del PSOE que, en estas elecciones, han votado al candidato popular a la alcaldía.

Aún si no consideramos demasiado los resultados de Madrid, la observación queda que el Partido Popular no ha perdido de forma espectacular. Es raro. En los últimos tres años el Partido Popular ha recurrido a todos medios para defender la hipótesis que el atentado en Madrid del 11 de Marzo de 2004 era obra de ETA o, por lo menos, que se había llevado a cabo con la cooperación de ETA. El proceso a los imputados ha demostrado que, por un lado, esta teoría no tiene ningún respaldo en las pruebas y, por el otro, testigos han dejado entender que en los primeros días después del atentado (con los Populares al gobierno) hubo presión política para buscar esta conexión. La campaña electoral de los Populares se ha centrado sobre todo en el tema del terrorismo, acusando repetidamente al gobierno por una política antiterrorista que es, más o menos, la misma que los Populares seguían cuando estaban en el gobierno, eso sí, con el apoyo de la oposición Socialistas: el gobierno de los Populares hizo una política muy activa de acercamiento de presos al país Vasco incluso en una temporada en que ETA seguía matando en atentados. Rajoy sabe muy bien, aún si no lo dice, que si un día llegará al poder y se darán las condiciones como en 2006, empezará a negociar con ETA, como lo hicieron Aznar y Zapatero, simplemente porque no hacerlo sería criminal.

Uno podría pensar que estas contradicciones, estas teorías de conspiración inexistentes, hubieran resultado en un castigo electoral, si no desastroso, por lo menos sensible. Así no ocurrió, y merece la pena preguntarse el porque.

Me imagino que habrá un gran número de personas, culturalmente y políticamente de derecha, que ven en los Populares su único referente posible. Quiero decir: con mis ideas muy de izquierda creo que yo nunca podría votar a un partido de derecha, y me imagino que habrá mucha gente que piensa como yo al revés: que nunca votaría a un partido de izquierda, hagan lo que hagan los populares. Es una gran ventaja para los Populares porque, mientras a izquierda hay dos partidos principales (el PSOE y Izquierda Unida) que pueden perder votos izquierdistas el uno en favor del otro, a derecha el único referente nacional es el Partido Popular, y una persona de derecha no tiene muchas alternativas: votar a los Populares o no votar.

Pero esto no llega a explicar todo: hay gente, genéricamente de centro, que sí cambia su voto de un partido a otro: si no la hubiera, el resultado de las elecciones sólo cambiaría con el cambio generacional. Esta gente no ha desertado el Partido Popular, a pesar de una política pre-electoral sin muchas bases racionales. En algunos casos la razón puede ser la desinformación. Por lo menos, esto es el caso de una señora que he oído entrevistar y que ha declarado, con dos co..., que el proceso del 11-M había definitivamente desmontado la teoría del PSOE (sic!) según la cual ETA era la responsable del atentado. Con esta gente, claramente, no se puede hacer mucho. Pero tampoco esto lo explica todo.

La solución puede ser mucho mas sencilla y preocupante. El tipo de política que tiene éxito depende, en buena parte, de los medios de comunicaciones que prevalen en una sociedad: hay una forma política típica de los periódicos, una de los libros, una de la radio, y una de la televisión. Políticamente, España ha entrado en todo en la época de la televisión y en televisión se hace política al estilo Americano: con más acusaciones que propuestas (y muy poco importa que las acusaciones tengan sentido o menos), con retórica vacía, con afirmaciones sin substancia (se afirma algo en el telediario de las 21 y se desmiente en él de las 8). El importante es atacar. La gente, sobrecargada de estímulos, recordará las acusaciones, y olvidará, por complicadas y poco mediáticas, las argumentaciones de la otra parte. Las afirmaciones
que quedan y que cuentan son breves y de gran efecto retórico. Que no tengan ninguna base real no es un problema, más bien una ventaja: el adversario se envolverá en una telaraña intentando contraatacar algo que no tiene sentido. El absurdo como figura retórica válida: es la política del sound bite.


Hace años que los Americanos no tienen una campaña electoral donde se hable de propuestas políticas, que están acostumbrados a candidatos que nunca hablan de si mismos, sino, siempre y sólo, de sus adversarios (en negativo, por supuesto).
Era sólo una cuestión de tiempo antes que la dominación televisiva sobre la vida social llegase al mismo punto en España. Somos, por fin, un país moderno.

Monday 11 June 2007

¿Internet en casa?

Hace unos días, en ocasión del día mundial de internet, varios periódicos han lamentado el estado actual de la red en España: el acceso es demasiado caro, y la conexión es lenta. Más allá de la indudable existencia de estos fenómenos (y, quizás más serio aún, un servicio técnico de una lentitud típicamente latina), estos artículos cometen el pecado (muy común hoy en día, pero no por esto más excusable) de considerar el uso de la tecnología informática o electrónica como un valor absoluto, una variable independiente; de considerar la tecnología como un fin y no como un medio para alcanzar fines, sociales y culturales, que la trascienden.

Es decir, se asume que por el simple hecho de que una técnica exista su uso es un deber social y la falta de uso un problema que la sociedad debe solucionar. Todo esto sin tener en cuenta las costumbres y la cultura de una sociedad. La tecnología ya no se estudia en relación a la cultura en que se introduce, sino como un absoluto cuya adopción entusiasta y rápida es imprescindible: el imperativo tecnológico viene antes de cualquier otro tipo de consideración.

Esta es, creo, una manera incorrecta de operar. Más correcto, frente a una nueva maquina o dispositivo, sería empezar planteándonos el problema de su relación con la cultura y el estilo de vida españoles. El éxito de la telefonía móvil demuestra que una tecnología que se percibe como un reforzador de ciertas costumbres culturales es adoptada masiva y rápidamente.

En el caso de internet puede ser (no lo sé: el problema no se ha investigado mucho) que su presencia en casa no tenga una conexión tan directa con nuestra cultura, que se basa mucho en la interacción personal. España tiene (¿tenía?) una fuerte tradición de vida en la calle que, en cierta medida, va en dirección contraria a la difusión en las casas de un instrumento como internet que puede favorecer el aislamiento. Entre la calle y el http en casa, muchos españoles parecen preferir la calle. Muchos prefieren la vida real de su barrio a la alienación de second life.
Si este es el caso (y, repito, no lo sé), contrariamente a lo que nos impulsan los tecno-entusiastas es bien que la penetración de la red en el hogar sea lenta y superficial: no somos nosotros que debemos adaptarnos a la tecnología, sino ella a nuestro estilo de vida y, en caso de conflicto, la tecnología debe ceder el paso. La tecnología debe ser un instrumento para realizar más completamente nuestros ideales, nuestras aspiraciones y nuestra cultura, no debe ser una cama de Procuste en que tenemos que adaptar nuestra vida.

Muchas aplicaciones útiles de la red no necesitan su presencia masiva en nuestras casas, sino un buen acceso público en bibliotecas, centros culturales, cafés internet y, por supuesto, lugares de trabajo. El uso de aplicaciones internet que nos resultan útiles ya se está expandiendo y, con una mayor confianza en la red fomentada por la familiaridad, se expandirán aún más.
Pero, al final, si a los españoles le gusta más comprar billetes de avión en la agencia de viaje, ¿porque no? La tecnología debe darnos oportunidades y no quitarnos las que tenemos.
Para que la red sea útil no necesitamos crear una generación de reclusos incapaces de relaciones sociales sanas.

Las cosas, por cierto, no van bien. Las empresas ven un gran mercado en los individuos aislados que puede comprar de todo pulsando un botón y hasta la Real Academia Española, en su redacción propuesta para el término, avisa que «internet» debería escribirse con mayúscula. Como el nombre de Dios.

Monday 21 May 2007

Addenda al botellón

Mi pequeña columna “La batalla del botellón” ha generado unos cuantos comentarios sobre la brutal actuación de la policía en ocasión de los disturbios del principio de mayo en Malasaña. Estoy, en general, de acuerdo con lo que han escrito los comentadores pero, a la luz de dichos comentarios, me parece oportuno glosar cuanto ya he escrito.

Como ya he dicho, no quiero defender ninguna actuación ilegal de la policía: un crimen cometido por un policía en el ejercicio de sus funciones es aún más serio que el mismo crimen cometido por un ciudadano cualquiera, ya que supone un abuso de la autoridad que los ciudadanos, libremente, entregan a la policía. La policía recibe autoridad al fin de vigilar el respeto de la ley, y una violación de la ley por parte de ella es un doble crimen. Si hubo ilegalidad, el fiscal debe investigarla y castigar de manera ejemplar los culpables. Si el fiscal no lo hace, es justo que los ciudadanos utilicen todo instrumento legal para presionarle.
Dicho esto, queda el tema del comportamiento de los que quieren beber en la calle, un comportamiento que debe adaptarse en la luz de dos observaciones.

La primera es que, legal o ilegalmente, es un hecho que la policía actúa de manera muy arrogante frente a los que beben en la calle: hoy en España es más seguro fumarse un porro en la calle que beberse una cerveza. Es justo combatir esta actitud cono todos los medios posible pero también es necesario ser pragmáticos: por el momento, si queremos beber en la calle, tenemos que hacerlo en este ambiente desfavorable. Y, el sentido común nos enseña, cuando se hace algo en un ambiente desfavorable, se hace todo lo posible para no provocar reacciones. Dar a quien sea una excusa cualquiera para llamar la policía quiere decir meternos en un lío.

Como segunda observación, tenemos que preguntarnos como hemos llegado a esta intolerancia hacia los bebedores, y si tenemos alguna responsabilidad. Hay en la sociedad española una parte minoritaria bastante puritana como para oponerse a beber sea como sea, pero, ¿como ha llegado esta minoría a dominar la opinión publica? Aquí, creo, hay una responsabilidad de los bebedores. Es claro que si beber se equipara a ruido, paredes pintadas, coches estropeados, olor a orina (o peor) el día después, hasta la gran mayoría más o menos tolerante será seducida por el mensaje represor de la minoría puritana.

Me parece que el problema no es tanto en Malasaña el 2 de mayo: el problema se ha ido construyendo a lo largo de años, a medida que la costumbre de beber en la calle se ha transformado en una molestia (o una pesadilla) para los que la subían en sus barrios. Creo que, si los bebedores hubiesen tenido un poco más de sentido común desde el principio, no habríamos llegado a este punto de impunidad policial.

No quiero disminuir las responsabilidades de la policía pero, como me decía mi abuela: antes de ocuparte de las acciones de los demás, empieza siempre por averiguar donde has fallado tú. Una actitud muy Cristiana que creo puede resultar útil también para laicos como yo.

Wednesday 9 May 2007

La batalla del botellón

No soy un puritano y, gracias a dios, no tengo nada en contra del alcohol. Tengo la indudable buena suerte de que me guste salir, ir de fiesta y beberme mi vino, mi cerveza o mi copa.
Durante mis años en EE.UU. siempre he ha asombrado la actitud muy puritana y represiva de los Americano respeto al alcohol (y no es que esta actitud le sirva para mucho: los Americanos son uno los pueblos que más alcohol consuma y de los que más problemas tienen a causa del consumo de alcohol) , y me ha encantado la actitud mucho más liberal de la sociedad española que me permitía, si así quería, tomarme una cerveza en la calle si miedo a que la policía me arrestara o hasta reunirme con unos amigos para un botellón.

Los días uno y dos de mayo, unas miles de personas, reunidas para hacer botellón, causaron una tal molestia a los vecinos del barrio de Malasaña, en Madrid, que estos resolvieron llamar a la policía. El resultado fue casi una batalla campal con decenas de heridos, varios detenidos, coches estropeados, basura quemada en la calle. A esto hay que añadir el resultado habitual de este tipo de eventos: ruido, calles ensuciadas de basura, grafiti, orina (o peor) en los rincones.
Uno puede pensar: cabrones egoístas que no se curan de los demás. Es cierto, pero estos presuntos fiesteros me parecen, antes que cabrones, imbéciles, y la cosa me preocupa porque defenderse de un cabrón es relativamente fácil, pero un imbécil nunca se sabe lo que va a hacer. O sea, los cabrones son previsibles ya que la imbecilidad es peligrosa porque hace imprevisibles.
Como todo el mundo debería saber, una de las reglas de oro para hacer fiestas en tu casa es avisar a los vecinos. Invitarles, si posible, o dejarles tu número de teléfono así que, en caso de molestia, te llamen a ti, y no a la policía. Una persona de moderada inteligencia toma esta precaución por cabrón que sea, y por poco que le pueda interesar de los vecinos. Lo hace por egoísmo: si los vecinos se enfadan será imposible hacer más fiestas, por silenciosas que sean, y un fiestero que se pone en la situación de no hacer más fiesta no es un cabrón, sino un imbécil.
En el caso de un botellón en la calle es claramente imposible avisar a los vecinos, pero no es difícil tomar medidas para no poner en peligro la continuidad de la fiesta. Es fácil darse cuenta, por ejemplo, que hay mucha diferencia entre diez amigos que se reúnen en una esquina o una plaza para tomar calimocho y mil persona que se congregan destrozando un barrio para hacer la misma cosa: los vecinos toleran los primeros, para los segundos se llama a la policía.

Puede ser que a los fiesteros esta actitud de los vecinos no le guste, que la vean muy represiva. Tienen, claramente, el derecho a disentir, pero hay una gran diferencia entre disentir y ignorar el ambiente en que uno se mueve. Disentir de las reglas es la expresión de una opinión; comportarse como si las reglas no existieran es propio de un gilipollas.

Cuando se hacen cosas que, potencialmente, molestan a los demás, hay que hacerlas “con arte”, si no por respeto (hoy en día la mala educación es un derecho adquirido), por lo menos para poder seguir haciendo lo que nos gusta. Los botelloneros no han excedido en bebidas; han faltado en arte.
Esta gente grosera y cateta, me ha causado daño. Por su culpa se actuarán medidas cada día más estrictas para regular el uso del alcohol y, al final, los que saldrán perdiendo serán las personas como yo a quien le gustaría tomarse su cerveza en la calle a las 4 de la madrugada sin demasiado ruido, sin ensuciar nada y sin molestar a nadie. Estos imbéciles están privando a mi y a toda la gente como yo de un placer que teníamos garantizado.

No seré yo a defender la violencia policial. La policía, como todo el mundo (y aún más) tiene la obligación de respetar la ley, y si alguien ha usado violencia injustificada, es justo que sea individuado y sancionado. Los que han pasado la noche en el calabozo, por otro lado, no tienen mucho de que quejarse: no les han arrestados por borrachos, sino por imbéciles.

Monday 30 April 2007

Pagar para la musica que no escuchamos

La ley que nos impone pagar una cuota para derechos de autor al momento de comprar reproductores MP3 es un anacronismo cultural y una perversión de la lógica de mercado. La ley es anacrónica porque defiende una noción de la propiedad intelectual que se ha desarrollado y ha evolucionado en ambiente industrial, olvidando que, si la red tiene alguna validez económica, esta se encuentra en la superacióon de los esquemas productivos y remunerativos de la sociedad industrial. En el caso de la música, la gran mayoría de los músicos no recibe ingresos apreciables de la venta de música grabada, y la lucha contra las copias sólo sirve para prorrogar el "star system" y la concentración de poder económico que este supone. Se trata, sin embargo, de una concentración de poder de tipo industrial, anacrónica en un mundo de coste marginal nulo, cuya desaparición es tan inevitable como la desaparición de los productores de lámparas de aceite en el siglo XX.

La ley es ilógica porque impone un precedente peligroso y contradictorio según el cual no se pagan los derechos de autor
cuando se compra una obra, sino cuando se compra algo que nos ayude a disfrutar de la obra. Si esta lógica se hubiese impuesto hace décadas tendrÌamos que pagar derechos de autor no solo para comprar reproductores de CD, televisores o aparatos radio, sino también para comprar las gafas que nos ayudan a leer libros o los binoculares que nos podrían permitir mirar una pelÌcula en un cine al aire libre sin pagar entrada.

El mensaje que esta ley envía es muy contradictorio desde el punto de vista de la justicia, ya que aquí se acepta el principio
que si no se puede eliminar una acción ilegal, sus consecuencias se hacen pagar a todas la personas que poseen los medios con los cuales estas acciones ilegales se llevan a cabo. Sería como pedir a todos los que poseen un coche de pagar una multa cada año para compensar los excesos de velocidad no castigados.

Porque un principio tan ajeno a los estándares de justicia y al concepto de responsabilidad personal sea juzgado aceptable en el caso de los derecho de autor es debido, sin duda, a la influencia de los posesores de tales derechos que al fin de
prorrogar sus privilegios frente a un marco económico y cultural en constante evolución, están dispuestos a trampear no sólo lo justo, sino también lo lógico.

Tuesday 24 April 2007

Importing strategies

La agresiva estrategia política del Partido Popular es quizás inédita en España pero no es, en términos absolutos, nueva. Se trata de la misma estrategia que el Partido Republicano de EE.UU. ha seguido durante los últimos 15 años, y que Carl Rove ha usado con mucho éxito en los primeros cinco años de la administración Bush.

Se trata de una sofisticada estrategia de uso de los medios de comunicación, de sus características y de sus debilidades. La base de la estrategia es el control de los titulares. El PP había invertido mucha credibilidad política en la teoría de que ETA estaba involucrada en el atentado del 11-M, y el proceso está demostrando que esta teoría carece de fundamento. Lo mejor que una fuerza política puede hacer en este caso, Carl Rove nos enseña, es hacer si que los medios hablen de otra cosa, creando un titular que no pueden ignorar. El caso De Juana Chaos vino muy a propósito en este respeto y, cuando el interés mediático sobre De Juana se apagó, la decisión del fiscal de retirar la acusación a Otegi ha llegado como maná del cielo.

En el marco de esta estrategia, acusar al adversario de algo que se ha alguna vez sostenido, o incluso hecho, no sólo está permitido, sino aconsejable. Si el adversario no dice nada, la acusación se asume confirmada, si el adversario hace notar la incoherencia, suena petulante como el niño que dice "tu también" o, peor, como un frío intelectual que analiza en vez de escuchar al corazón. Aún mejor es acusar al gobierno por una decisión técnica de un fiscal. Sin decirlo explícitamente se le está acusando a una vez de "ceder al chantaje" y de hacer presiones política sobre la fiscalía. Porque al PP le resulta tan claro que la decisión del fiscal la ha dictado el gobierno no lo se. Quizás así funcionaban las cosas bajo el gobierno del PP, y Rajoy está simplemente extrapolando.

Como todas las buenas estrategias políticas, esta no habla a la razón, sino intenta manipular las emociones basándose en la idea muy triste pero muy cierta que cuando las emociones hablan,
la razón calla. No es claro si las frecuentaciones de Aznar en Georgetown se puedan relacionar directamente con esta estrategia, pero la matriz cultural es bastante clara. Una cosa todavía Rajoy no ha aprendido de Carl Rove: quien siembra viento recoge tempestades, y tiene que aceptarlas. Después de decir cada día que el gobierno no es legitimo y que Zapatero es un traidor, Rajoy se asombra, hasta boicotear, por unas palabras (muy duras, es cierto) del presidente de un grupo de prensa. En esto Rajoy se parece mucho al niño matón que a la primera reacción se va a llorar en los brazos de mamá.

Monday 23 April 2007

Why "Bastian Contrario"

Bastian Contrario is a character of the popular mythology of Tuscany. His characteristic (a very Tuscan characteristic indeed) was to say always the opposite of what other people were saying. 

On a more personal note, my father used to call me that way as a kid, mostly out of exasperation for my rationalization of my stubborn refusals to do something that he, as any father, would want me to do and I, as any son, ipso facto refused to do. 

 I seem to have retained quite a bit of this confrontational attitude, at least in my professional area. As Nanni Moretti said (I am paraphrasing), I have always been part of a minority, and I am quite comfortable with it, especially when I see the disasters that the majorities are doing. 

I am definitely part of a tiny minority in my professional stances, and part of a more substantial minority in my political and social ones. So, what better way to title this collection of blurbs than in honor of the minority member par excellence, the quintessential dissenter: Bastian Contrario?

This is not a blog

The reasons why this is not a blog (and the reason why nobody should call it such) are linguistic: I simply do not accept the etymology of the utterance "blog". Let us revise it.

In the beginning was the Middle English logge, from which the ENglish word log, in the sense of a length of a tree trunk ready for sawing and over six feet (1.8 meters) long (Merriam-Webster). A round block of wood (a piece of log) was often used as the main part of the device used to measure the speed of a ship, hence the acception of the word log to indicate the record of the rate of a ship speed and then, by extension, the diary of a ship's captain.

From there, the word log has passed to denote any kind of chronological account of events. When people started putting these accounts on the web, the same illiterate who created blurts such as e-comerce or e-education (a bunch of e-diots, if you ask me) started use the term weblog and then, since these people seem unable to deal with any polysyllabic word, they cut it in the beginning into blog.

I'd rather not use a word with such poor etymology so, as I said before, this is not a blog. Call it a diary, an opinion column, a cuaderno de bitacora. Just don't call it a blog. And if you think I am too picky about language, be warned that I can do much worse, as shown in this article that appeared a few years ago on the IEEE Computer magazine.

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