Monday 27 October 2014

Tarjetas Opaca, morro y Santa Ignorancia

Hay tantos escándalos en España que es difícil orientarse. Con frecuencia espantosamente regular nos enteramos de nuevas y creativas maneras en que la élite política y económica ha abusado de su poder y sus privilegios, enriqueciéndose a nuestra espalda y con nuestro dinero, justo en el momento en que la misma élite ha impuesto recortes que han reducido muchos españoles en la pobreza.
Parece, a veces, que ni siquiera nos da tiempo a conocer los detalles de un escándalo que otro se destapa y lo empuja fuera de las portadas de los periódicos: Gürtel, Urdangarín, los EREs, Fabra, Bárcenas, Guemes, Sonia Castedo, Pujol, Acebes,... la lista parece no tener fin. Esta frecuencia conlleva un peligro: que los nuevos escándalos saquen los viejos del ojo del público y de la consciencia colectiva; el olvido público es lo que los implicados más desean. Hay que cuidar no otorgárselo.
El último (por el momento) gran escándalo en orden de tiempo es el de las tarjetas de crédito “opacas” de Caja Madrid: tarjetas supuestamente de representación que los consejeros de la caja usaban para gastos personales o hasta para sacarse un sobresueldo en negro y en efectivo de los cajeros. (Pero, stay tunes: ya mientras escribo este escándalo podría no ser el último: parece que altos cargos del gobierno valenciano hicieran un uso parecido de sus fondos de caja fija.) Se trata de un escándalo especialmente odioso por las circunstancias en que se produjo, por las personas implicadas, por sus comportamientos y declaraciones.
Caja Madrid es la entidad más grande entre las que constituyeron Bankia, una fusión tan magistralmente planeada y ejecutada que en 2012, un año escaso tras su salida a bolsa, tuvo que ser rescatada con 20.000 millones de dinero público--el doble de los recortes en sanidad y educación. Mientras Caja Madrid se estaba hundiendo, los consejeros se gastaban millones en joyas, comida y viajes de lujo. Los altos cargos, los que tenían que vigilar la salud de la entidad, la desangraban. Desde 2012 Bankia ha despedido a 5.000 trabajadores: estas personas han pagado con su trabajo las joyas y las comidas de la élite. Y su incapacidad: cabe recordar que el Sr. Blesa, ex-presidente de Caja Madrid, es un inspector fiscal sin otra calificación para dirigir un banco que ser amigo del ex-presidente del gobierno Aznar.
Este escándalo, como otros antes, también evidencia la pequeñez y la escasa altura intelectual y cultural de nuestra élite. No quiero decir que habría aprobado o justificado a alguien que hubiera usado la tarjeta para viajar a Chicago porque Abbado dirigía Mussorgsky o a Tokio para un estreno de teatro Nôgaku. No lo habría justificado, pero de alguna manera me habría dado más confianza en nuestros gestores que saber que se gastaban el dinero en comidas pantagruélicas y clubes de alterne. Deberían ir a la cárcel igual, pero por lo menos podrían trabajar en la biblioteca de la cárcel. Que una persona como el Sr. Blesa, con un sueldo millonario use la tarjeta opaca para pagar 1.60 Euro de aparcamiento me parece--no encuentro otra palabra--cutre. Como dicen los americanos, “se puede sacar el hombre del pueblo, pero no se puede sacar el pueblo del hombre”.
Tampoco podemos olvidar las declaraciones de estas personas en el pasado. El Sr. Arturo Fernandez, ex vicepresidente de la patronal, es el hombre que cuando el gobierno de Mariano Rajoy aprobó su infame reforma laboral declaró: “se acabó el café gratis para todos”. Para el no se había acabado: ha gastado 39.000 Euros con su tarjeta en negro, y esto da para mucho café. Espero que tanto café no le impida dormir: la idea de sus empleados pagado en negro parece que no, que nunca se lo ha impedido.

Un aspecto especialmente odioso de este escándalo son las justificaciones de los implicados. Recordemos que se trata de las personas en buena parte responsables de la creación y la venta de las participaciones preferentes. Se trata de instrumentos financieros complejos y de alto riesgo que los bancos, sobre todo Bankia, han vendido como inversiones seguras a pequeños ahorradores que han acabado perdiendo todo su dinero. La mayoría de los clientes eran pensionistas que buscaban una inversión segura para los ahorros de su vida y que--poco acostumbrados a las complejidades del mundo financiero--se fiaban del banco de que eran clientes desde siempre.
La defensa de los altos cargos de Bankia y Caja Madrid, incluso el Sr. Blesa, fue tajante hasta el insulto: quien compra una inversión es responsable de lo que compra, y quien firma un contrato sin leerlo o sin entenderlo no puede usar la ignorancia como escusa. Palabras insultantes porque entre los clientes se cuentan varias personas de más de 90 años e incluso un ciego.
Pero ahora, en el medio del escándalo de las tarjetas, la ignorancia es precisamente la escusa que buscan los que se consideraban genios de la financia: no sabían si la tarjetas eran de representación o privadas, no sabían si había que traer justificantes, no sabían si había que pagar impuestos sobre su sobresueldo. No sabían nada.
Para Blesa y sus amigos, un jubilado debería saber todo de una inversión compleja como las preferentes, y si no lo sabe la responsabilidad es suya. Pero según él es normal que los altos cargos de una entidad financiera ignoren adonde va y de donde viene el dinero de su tarjeta y, si no se enteran de que había que pagar impuestos sobre ellas, esto les exonera de responsabilidades.

Los humildes tienen que saberlo todo, pero los altos cargos y los poderosos se pueden permitir la ignorancia.

Spain is different.

Wednesday 22 October 2014

El ébola en España: cronica de una chapuza anunciada

La Sra. Teresa Romero, la enfermera contagiada por ébola en Madrid, está fuera de peligro. Se trata, falta no hace decirlo, de una noticia buenísima, de que todos nos alegramos, y esperamos que también las personas que siguen en observación salgan de esta pesadilla.
También esperamos que ahora, finalmente, podamos hablar de la actuación del gobierno en este asunto sin desencadenar el ultraje de la derecha: durante las últimas dos semanas cada vez que alguien se atrevía a poner en entredicho la acción del gobierno era acusado, por cierta prensa de derechas, de usar una tragedia humana con fines políticos. Estos comentaristas olvidaban, me parece, que la decisión de repatriar a los misioneros con ébola fue una decisión política y, por tanto, que este asunto era político desde el principio. (También me hubiera gustado que estos comentaristas hubieran hecho muestra de los mismos criterios cuando el PP usaba las tragedias humanas del paro, de la inmigración, o de las víctimas del terrorismo con fines políticos. Pero sabemos que la memoria es imperfecta, y la memoria interesada lo es aún más). Ahora, pero, parece que ha llegado el momento de pedir al gobierno explicaciones sobre algunos puntos importantes.
  1. La decisión del gobierno de Esperanza Aguirre de desmantelar el centro infecciones del hospital Carlos III en 2012, el único centro que reunía, en parte, las condiciones para tratar enfermos de ébola. Como consecuencia de esta decisión, España ha llegado a esta crisis sin un hospital en condiciones.
  2. La decisión de repatriar a los enfermos. Se trata de una decisión arriesgada en vista de las condiciones creadas por el punto 1, y de una decisión que iba en contra de los consejos de los epidemiólogos y de los médicos. Estos apuntaban a como en el caso de una infección (máxime de una enfermedad que no tiene cura), no es aconsejable sacar a los pacientes de la zona del contagio, para evitar el riesgo de difusión. Se podía haber enviado un hospital militar o médicos para dar a los pacientes los paliativos que se le han dado en Madrid. Pero la decisión, tomada por políticos en contra de la opinión de los técnicos, fue la repatriación.
  3. Las condiciones en que se han tratado los enfermos. Llama la atención que la organización médicos sin frontera haya conseguido, en África y en el medio de una situación que se escapaba de su control (no han, claramente, decidido ellos el momento y la extensión de la epidemia), crear un centro de nivel de seguridad P4 mientras el gobierno de España, en un país supuestamente desarrollado y en una situación controlada (ellos han decidido cómo y cuándo repatriar), sólo hayan conseguido un centro de nivel 2 muy imperfecto.
  4. La falta de formación del personal. El personal especializado ya se había ido en 2012 cuando se cerró el Carlos III. El personal no especializado que quedaba ha recibido como única formación un cursillo de 30 minutos en que ni siquiera hacían prácticas para ponerse y quitarse el traje. Esto para los afortunados: resulta ahora que muchos enfermeros recién vueltos de vacaciones (estábamos, recordamos, en Julio) han sido enviado directamente sin ninguna formación. Esto en contraste con los citados médicos sin fronteras, que entrenan su personal sanitario con un curso de dos semanas, seguido por una temporada tutorizada en el hospital.
  5. Las faltas en el protocolo. Cámaras que no funcionaban, supervisión inexistente a la hora de quitarse los trajes, etc.
  6. La falta de un protocolo de seguimiento, denunciada por los sanitarios en contradición con las declaraciones del consejero de salud de Madrid. La Sra. Romero debía tener un número especial, reservado para los sanitarios que habían estado en contacto con los enfermo, y a los primeros síntomas, debía ser trasladada al Carlos III con una ambulancia aislada. Pero cuando llamó al Carlos III se le dijo que tenía que ir a su hospital de referencia, donde fue trasladada con una ambulancia no aislada que se continuó usando toda la noche, exponiendo al contagio el personal y siete pacientes más.
  7. La actuación vergonzosa de la ministra que en dos ruedas de prensa no tuvo nada que decir. Tan vergonzosa que el mismo Rajoy la ha desacreditado, dado que la comisión especial que se ha creado (demasiado tarde) es presidida por Soraya Saez de Santamaría, y no por la ministra.
  8. La actuación infame del consejero de Sanidad de Madrid, Francisco Javier Rodríguez Rodríguez, que intentó que toda la culpa recayera sobre la Sra. Romero.
Hay más problemas, pero estos parecen suficientes para poner en entredicho la actuación de las autoridades políticas que han demostrado arrogancia (en no seguir el consejo de los médicos), incapacidad (en no saber gestionar las enfermedades y luego el contagio) y cobardía (en intentar que la culpa recayera sobre la enfermera). Un comportamiento indigno de representantes público. Ahora la Sra. Romero está mejor. ¿Se pedirán, por fin, responsabilidades políticas?

Friday 17 October 2014

¿Quien dijo que la crisis era culpa nuestra?

Recientemente, la cancillera alemana Angela Merkel ha vuelto a declarar que todos los países deben cumplir el pacto de estabilidad o, en lenguaje más plano, que todos los países deben continuar con la austeridad y los recortes.

Se trata de una prueba más, si falta hacía, que en esta etapa del neoliberismo hemos entrado en el mundo del surreal. La austeridad ha causado la ruina social de Grecia, Portugal y España. Ya sabemos que no funciona, ya sabemos que la doctrina de la austeridad se basa en una teoría económica que se ha demostrado errónea, un artículo de 2010 de Carmen Reinhart and Kenneth Rogoff (Growth in Time of Debt, National Bureau of Economic Research working paper 15639) que contenía hipótesis dudosas y errores de cálculo. Pero Merkel, y Europa con ella, insiste en su rumbo.


De hecho, toda la crisis empezada en 2008 es un ejemplo se surrealismo. Se trata de una crisis financiera y del neoliberismo, una crisis provocada por la incapacidad y la codicia del capitalismo global. Se trata de una crisis que ha puesto en tela de juicio, una vez para todas, la supuesta racionalidad de los mercados.

Pero el capitalismo neoliberista está usando esta crisis para terminar su eliminación del estado de bienestar, para usar dinero público para sus negocios privados. Los que han causado la crisis están dando recetas sobre cómo salir. En un país como España donde el Estado tenía una deuda del 80% del PIB y los bancos tenían una del 250% del PIB son los bancos que están dictando las medidas para salir de la crisis.

Christian Laval y sus colegas, en su libro La nouvelle école capitaliste notan este absurdo: Si es cierto que el mercado ha sido brutalmente destituido de su lugar de gran fetiche, nunca antes los mercados y en particular los mercados financieros han tenido tanto poder frente a los gobiernos. Tras la fase de salvación de los bancos [con dinero público], calificada erróneamente como "vuelta al Keyesismo", la crisis ha sido un estímulo potente de las reformas neoliberales, y un acelerador de las injusticias sociales.

El neoliberismo ha conseguido convertir sus fracasos en medidas para reforzarse, ha conseguido convencernos que sus errores eran errores del Estado, y que el problema no era du deuda, sino la deuda del estado. La culpa es nuestra: los especuladores lo han dicho y repetido desde sus foros, y nosotros lo hemos creído. Pues, nos han mentido: no es el estado que ha vivido por encima de nuestras posibilidades, son ellos.



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