Monday 29 June 2020

La sigla LGBTQ: ¿identidad o encasillamiento?

Quiero aclarar que mi apoyo al movimiento LGTBQ (o LGTBI, como es más común llamarlo en España) es absoluto como, en general, mi apoyo a las reivindicaciones de todos los que están marginados por la sociedad en que vivimos. Que alguien tenga que sufrir consecuencias sociales de cualquier tipo por un algo tan personal como la sexualidad, que alguien tenga que ser considerado diferente por el sexo de las personas con quien quiere acostarse o por cómo vive su género (que, recordemos, es una construcción cultural), me parece absurdo, indigno de una sociedad moderna.

Que tanta gente en tantos países proclame defender la libertad y no sea capaz de reconocer a las personas una libertad tan básica como decidir con quien se quieren casar me parece una contradicción tan clara que, tras 250 años de discursos sobre la libertad, debería haber desaparecido.

Pero confieso que no soy un gran amante de la sigla LGBTQ: me parece constituir un paso atrás. Tras haber luchado para deconstruir la imposición de la dicotomía de género (“Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva”: tienes que entrar en una de estas dos categorías de géneros y punto) me parece que el acrónimo representa otro tentativo de etiquetar lo no-etiquetable, de atrapar el mar con una red.

Tras intentar (con éxito creciente) de salir de un etiquetado que los oprimía, me parece que el colectivo está intentando ponerse más etiquetas. Se trata de un paso adelante, cierto: estas etiquetas son auto-impuestas, y no impuestas desde fuera. Se trata de un etiquetado que revela, por lo menos en la versión inglés, cierta ironía: el uso del insulto “queer” como auto-identificación se parece un poco al uso del insulto “nigger” que usan los negros de América para identificarse.

Pero siempre de etiquetas se trata. Y el hecho que se añadan cada vez más letras a la sigla es una señal de la imposibilidad de capturar la infinita variedad de la sexualidad humana en una serie de etiquetas. Pronto tendremos una sigla con diez, veinte letras, y todavía estaremos lejos de haber capturado lo inefable que queremos capturar.

Quizás juegue en esto también mi antipatía generalizada para los acrónimos y las siglas (he trabajado en informática, y ya he tenido bastante de las dos cosas---hasta publiqué un artículo sobre el tema), mi amor para la etimología y para las palabras bien construidas, con una historia y un significado. Puede ser. Pero tengo la impresión que el colectivo LGTBQ (por el momento no tengo otra manera de identificarlo) conseguirá salir definitivamente de la jaula de la sexualidad impuesta sólo cuando aceptará la innumerable variedad de las experiencias sexuales y dejará de intentar clasificarlas y encasillarlas.

Thursday 25 June 2020

Algo más sobre la cifra de los muertos

Últimamente en las redes sociales se ha difundido el rumor que el gobierno está escondiendo 13.000 muertos. Ya comenté la poca fiabilidad estadística de esta cifra en otro blog, pero ahora me interesa ver la cosa desde otro punto de vista, es decir, del uso que se hace de esta cifra y de cierta inconsistencia sobre la interpretación de los datos de varios países. El argumento va más o menos así. Se empieza diciendo que España es el país con más muertos por millón de habitantes. Esto, si observamos las cifras oficiales, no es estrictamente cierto. España tiene muchos casos y, por tanto, lamentablemente, muchos muertos (es mi intención hablar de esto en un próximo blog), pero si miramos a Europa, los muertos por millón de habitantes son (en fecha 25/06/2020):

Bélgica   883
UK      652
España   602
Italia   577

Si uno intenta hacer notar estos datos la respuesta es siempre la misma: los datos son falsos, el gobierno esconde los muertos. Se trata de una afirmación curiosa porque, si partimos del presupuesto que los gobiernos falsean los datos, entonces todos los gobiernos pueden falsear los datos, por tanto cualquier comparación sería imposible. Si asumimos la postura de la mentira, podríamos incluso llegar a creer que España es uno de los países con menos muertos del mundo, y que todos esconden sus cifras reales. Criterios claramente absurdos.

Sin embargo hay, detrás de esta idea un poco descabellada, un problema real, y es el problema de los criterios que usan los varios países y por tanto de la posibilidad de comparar los datos de los unos con los otros. Si comparamos por ejemplo las cifras de letalidad (muertos/casos) vemos que Francia tiene la más alta de Europa (18.4%) mientras que Alemania tiene un 4.6% y Bielorusia un increíble 0.6%. Muchos países de Europa occidental están entre el 11.4% (España) y el 14.5% (Italia). Si es lícito dudar de los buenísimos datos de Bielorusia, sabemos que Francia y Alemania son países serios. ¿Cómo es posible tanta diferencia?

Hay, claramente, factores adicionales. En el caso de Francia un factor puede ser los pocos test (21.000 per millón de habitantes, frente a los 60.000 de Alemania o los 110.000 de España (fuente: statista.com, datos del 25/06/2020) que reduce el denominador de la letalidad: con menos casos detectados, los muertos “pesan” más. En Alemania parece (no he conseguido confirmar los datos con fuentes oficiales) que los muertos que presentan ciertas patologías previas se consideran oficialmente como muertos de la patología que tenían. En este caso es el numerador que se reduce.

En países en desarrollo puede haber también un factor sociológico: la mayoría de los fallecidos son personas mayores con patologías previas. En España, uno de los países con la mayor esperanza de vida y una de las menores natalidades del mundo, estas personas constituyen un grupo ed población muy numeroso. En un país en desarrollo relativamente pocas personas llegan a ser tan mayores, sobre todo si han tenido una enfermedad grave en su vida. Esto, claramente, ayuda a reducir la fatalidad de la covid-19. Y esto sin quitar que el 1.4% de Rusia (el único país europeo cuyos criterios han sido cuestionados por la OMS) el 4.5% de Brasil o el 1.9% de Chile levantan algunas dudas.

Hay que tener cuidado con los datos, sobre todo hay que tener cuidado en saber bien lo que se está leyendo antes de lanzar acusaciones. Las difusión de teorías conspiratorias son entre lo peor que nos puede pasar en este momento.

Saturday 20 June 2020

El redde rationem de Pablo Casado

Con el comienzo del camino legislativo de los presupuesto empieza el redde rationem, el momento de la verdad, el momento en que se sacan las cuentas. Momento de la verdad para Sánchez y su gobierno, cierto, y de esto nadie duda. Pero también redde rationem para Pablo Casado y su estrategia de la confrontación.

El PP, caso prácticamente único en el panorama europeo, ha jugado en esta crisis un papel puramente destructivo, mirando sólo a debilitar y delegitimar el gobierno de su país, llegando al punto de denunciar en la UE. Se nos presenta a menudo Portugal como un ejemplo a seguir, pero pocos han resaltado que, desde el primer día, la oposición en Portugal se ha puesto a disposición del gobierno para todo lo que tenía que ver con el SARS-cov2 y sus consecuencias. El PP, hasta ahora, sólo ha sabido atacar e insultar, a menudo en contradicción consigo mismo, criticando hoy lo que ayer pedía. Se trata de una estrategia que ha causado malestar dentro de las mismas filas del PP, con barones como López Miras, Moreno Bonilla o Nuñez Feijoo que, últimamente, han expresado su discrepancia con las decisiones de la dirección nacional (de manera no siempre coherente, pero esta es otra cuestión, ya debatida ).

La idea de Casado, parece, es que vamos a ir a elecciones a breve. Por esto el PP ha jugado a la crispación, para aumentar el desgaste que el gobierno, como la mayoría de los gobiernos europeos, tendrá en la crisis. Su esperanza es que, en el corto plazo, la delegitimación tenga beneficios electorales. Esto explica también las continuas salidas de Casado para hacerse fotos, saltándose (ilegalmente) el confinamiento y basándose en la idea de que, en la época de las redes sociales, aparecer es más importantes que intentar hacer algo, sobre todo porque quien hace se puede equivocar, mientras quien sólo crítica y se hace fotos no se equivoca nunca. Bienvenidos al futuro de la política.

El problema, para Casado, lo representa la posibilidad que los presupuestos se aprueben. En este caso la legislatura irá para largo, y la estrategia de la crispación podría explotarle en las manos. Sería imposible para el PP mantener este nivel de enfrentamiento bronco durante tres años, por mucho que parece gustar a personas como Álvarez de Toledo. Muy probablemente los barones regionales que gobiernan no lo permitirían. Ya con la desescalada las discrepancia han podido más que la disciplina de partido que los barones han mantenido durante la crisis (han hecho mucho más para su partido de lo que Casado ha hecho para el país). Si la legislatura va para largo, las dudas sobre el liderazgo de Casado podrían aumentar, y Casado podría salvar su puesto sólo con un cambio de estrategia. La señal será clara: sólo habrá que observar en el año que viene si García Egea y Álvarez de Toledo mantienen su cargo de portavoz o no.

En mi época de estudio en el Liceo Italiano se hablaba de redde rationem cuando llegaba el momento del muy temido examen de latín. Para Casado también ha llegado el redde rationem de un examen de madurez política que, por el momento, no ha demostrado poder superar. Pero ya se sabe cómo son los exámenes: a veces quien no se ha preparado tiene suerte y aprueba. Lo mismo le podría pasar a Casado, a García Egea y a Álvarez de Toledo, por suerte suya y desdicha de la calidad de la política en España.

Monday 15 June 2020

Los barones del PP quieren más estado de alarma. Casado no.

Nuñez Feijoo, desde Galicia, pide al gobierno que se vuelva a limitar la movilidad en caso de nuevos rebrotes. Ahora bien, la movilidad de los españoles en el territorio nacional es un derecho constitucional (Art. 19), y ninguna ley lo puede limitar, con una excepción: la ley orgánica de 1981 que regula el estado de alarma, y que implementa el Art. 116 de la Constitución, permite, en caso de estado de alarma, limitar la movilidad.

Parece por tanto que estamos frente a una contradicción: Feijoo pide la posibilidad de más estado de alarma al mismo tiempo que su partido, el PP, no sólo ha votado en contra, sino que ha acusado el gobierno nada menos que de dar un golpe de estado por pedir la prórroga del estado de alarma.

¿Estamos de verdad en presencia de una contradicción? Es posible que no. Es posible que lo que estamos viendo son las divisiones internas al PP y la insatisfacción de muchos barones regionales con la actitud dura y, muchas veces absurda y contradictoria hasta el surrealismo de Casado. López Miras, Moreno Bonilla, Nuñez Feijoo, están justamente preocupados que, en caso de rebrote, pase lo que pasó el 10 de Marzo tras cerrarse las escuelas: muchos madrileños, en lugar de seguir las recomendaciones de Sanidad y quedarse en casa, cogieron el coche y se fueron hacia el sur. Más que contradicción, parece que hay posiciones contrastantes en el PP.

¿Por qué no han hablado antes? En parte, claramente, el problema no se ha presentado de manera inminente hasta ahora, bien entrados en la desescalada. Pero hay otro aspecto.

Hasta ahora los barones del PP han tenido hacia su partido el respeto que Casado no ha tenido hacia su país: han evitado crear polémicas y divisiones en un momento complicado para la vida social y política de España. Mientras Casado se dedicaba a dividir el país (con la ayuda de algunos Presidentes autonómicos: Ayuso es un ejemplo), los barones han elegido no dividir el partido con, hay que decir, mucho sentido común y habilidad política. Las críticas (todavía muy indirectas) empiezan sólo ahora que la situación se está estabilizando.

Muy diferente la actitud del PP nacional hacia el gobierno y, diría, hacia el país. Su contribución a la solución de la crisis ha sido prácticamente nula, su discurso ha sido el de la división y del enfrentamiento. Afortunadamente por Casado, sus barones no lo han pagado con la misma moneda.

Saturday 13 June 2020

Memorias de un confinamiento

El largo confinamiento de que, lentamente, estamos saliendo, ha sido una experiencia socialmente traumática y para muchos una prueba muy dura a nivel personal. No se puede francamente decir que es algo que echaremos de menos. Desde el día 15 hemos vivido esperando una vuelta a la normalidad (incluso una normalidad calificada con el adjetivo "nueva"), nos hemos quedado como suspendidos en una situación peculiar que nos descolocaba y nos obligaba a cambiar radicalmente nuestros hábitos de vida.

Sin embargo, y a pesar de todo, ahora que, casi, puedo mirar a los días del confinamiento como algo en el pasado, sí hay cosas que, lo confieso, echo de menos.

Echo de menos la curiosa, casi paradójica cercanía que se había creado entre nosotros. Cuando la noche salíamos a aplaudir a los sanitarios, también nos sentíamos cerca, aplaudíamos también nuestra misma presencia, nos aplaudíamos el uno al otro para animarnos. La gente, mientras aplaudía, se saludaba desde las ventanas, contentos de ver que seguíamos allí, que aguantábamos juntos.

Echo de menos el significado que tenía encontrar a una persona en la calle cuando, por ejemplo, íbamos de compras. Los demás en la calle siempre an sido un encuentro indiferente, si no una molestia. Ahora nos encontrábamos con un compañero, su presencia era una señal, pequeña pero importante, que la vida seguía, que los demás seguían estando allí.

Echo de menos la solidaridad que se había creado, los vecinos que ayudan a los vecinos, los vecinos que dejan en el portal su número de teléfono por si alguien necesita ayuda para hacer la compra. (No echo de menos los que colgaban carteles pidiendo a los sanitarios o a los dependientes de supermercado ir a vivir a otro lado: insolidarios hay en todas circunstancias).

Echo de menos reconocer la importancia del trabajo y de quien lo hace. No hablo sólo de sanitarios (he acompañado a un familiar al hospital por algo no relacionado con el virus a mirad de Abril y durante sus tres días de estancia mi respeto y admiración para los sanitarios se ha multiplicado por mil), sino de todos los que han trabajado para que nosotros pudiéramos quedarnos seguros en casa. Cada vez que veía un policía en la calle, o alguien limpiando la escalera del edificio, cada vez que iba al supermercado y alguien me atendía, me daba cuenta de cuanto el trabajo de los demás, a menudo obscuro, es importante para que pueda seguir con mi vida. Y, a veces silenciosamente, a veces explicitamente, agradecía a estas personas anónimas que estaban trabajando, corriendo un riesgo para que yo pudiera vivir, sentarme a mi mesa, estar seguro.

Echo de menos el silencio.

No nos equivoquemos: no hecho de menos que policías trabajadores o cajeros de supermercados se jugaran la piel trabajando. No echo de menos que el personal sanitario estuviera desbordado, no echo de menos que la gente no pudiera salir de casa. Pero me gustaría poder atrapar y quedarme con los sentimientos hacia la gente que estas circunstancias me han creado, quiero poder seguir considerando la gente como algo precioso, quiero mantener ese movimiento de alegría y emoción cuando encuentro alguien en la calle, quiero mantener mi agradecimiento hacia todos los que con su trabajo hacen que mi vida sea mejor.

No va a ser fácil. Ya las cosas han cambiado. A medida que vuelve la normalidad, la gente se va desdibujando, los transeúntes vuelven a ser meras sombras en la calle, los trabajadores meros automatismos con que nos relacionamos de prisa y sin gana. A medida que nuestro horizonte físico se agranda, nuestro horizonte social se empequeñece, quedando reducido a nuestra familia, a un puñado de amigos y poco más, El mundo pierde importancia, se vuelve anodino y asumido. Como escribía Georges Brassens en su canción Les Passantes

Pour peu que le bonheur survienne
il est rare que l'on souvienne
des épisodes du chemin

Volvemos a nuestra vida habitual y nos olvidamos lo que hemos aprendido: la solidaridad, la cercanía, el reconocer cada uno la importancia que los otros tienen en nuestra vida. Podíamos haber sacado algo bueno de esta mala experiencia, pero no parece que lo vayamos a hacer.

No podía durar. No ha durado.

Saturday 6 June 2020

¿Donde ha desaparecido la responsabilidad personal?

Como ciudadanos tenemos el derecho a exigir una actuación eficaz y racional de nuestros poderes públicos. Cuando todo esto acabe, será por tanto oportuno crear comisiones de investigación en el los parlamentos nacional y autonómicos para analizar la actuación de las administraciones y aprender de los errores que, inevitablemente, todos han cometido. Quien actúa se expone al riesgo de equivocarse (sólo quien no actúa y sólo sabe criticar no se equivoca nunca), y hay que asumir que somos imperfectos y que por tanto nos equivocamos. Pero habrá que aprender de los errores que se han hecho, en todas las administraciones, para actuar mejor la próxima vez (que podría estar tan cerca como el otoño que viene). Esto es lo que podemos y debemos exigir a las instituciones.

Pero, como decía Kennedy, "ask not what your country can do for you, ask what you can do for your country". Además de los poderes públicos deberíamos también analizar críticamente, en cuanto ciudadanos, nuestra actuación en la crisis. ¿Hemos actuado responsable, eficaz y racionalmante?

A veces parece que no. El 10 de Marzo el gobierno recomendó quedarse en casa, extremar las medidas de higiene y mantener la distancia social. El mismo día muchos madrileños aprovecharon el cierre de los colegios para irse a la playa. Hasta el día 13 las terrazas estaban llenas. Se ha criticado mucho el estado de alarma, pero parece que, como sociedad, somos tan infantiles que no conseguimos cuidarnos a menos que no nos obliguen. Los alemanes, en este sentido, nos han dado una lección.

Ya declarado el estado de alarma, el fin de semana del 21 de Marzo, Valencia estaba atascada de coches que intentaban ir a la playa, el mismo día en que tuvimos 5.000 casos nuevos. Una locura. Durante todo el estado de alarma he visto a personas salir de casa sólo para comprar pan, he visto personas llevar a pasear el perro un número de veces que tiene que haber sido la alegría del pobre animal. Una irresponsabilidad.

Ya en fase cero, he visto a gente aprovechar el paseo para tomarse una cerveza en la calle, quitarse la mascarilla para fumar un cigarro o simplemente porque le molestaba. En fase uno, las calles están llenas de personas hasta las dos de la madrugada, se han descubierto bares clandestinos y se han disuelto macrobotellones. Hay personas mayores (categoría de riesgo) tomándose una caña sin demasiado respeto para las medidas de seguridad como si nada hubiera pasado. Hay abuelos jugando en los parques con los nietos. Lo peor ha pasado y todo el mundo ya se ha olvidado el miedo y, por tanto, las precauciones.

Comportamientos insolidarios. En una sociedad adulta, estas medidas deberíamos haberla tomado, cada uno de nosotros, desde el principio. Sanidad lleva desde febrero recomendando lavarse bien las manos o toser en el codo. Desde febrero recomienda a las personas que tenían síntomas no acudir al centro de salud y llamar por teléfono. ¿En serio somos incapaces de seguir unas recomendaciones sin que el gobierno nos obligue, máxime si luego también nos quejamos de la obligación? Somos como niños de 8 años que no quieren escuchar, que por no escuchar se asustan y que se olvidan el susto en cuanto pase. ¿Conseguiremos hacernos adulto algún día?

A menudo criticamos el gobierno diciendo que "se veía venir". Si se veía venir, ¿por que nosotros, individualmente, cada uno de nosotros, no hemos hecho nada y no hemos tomado las precauciones que se nos recomendaban?

Existe una responsabilidad de las instituciones y existe una responsabilidad personal. Creo que habrá que analizar el comportamiento de todas las instituciones, ver los errores y aprender de ellos. Pero también cada uno de nosotros tendrá que preguntarse: ¿he hecho yo, personalmente, todo lo que estaba en mi poder para reducir la difusión de la epidemia? Creo que para muchos de nosotros la respuesta será "no". Los gobiernos, nacional, autonómicos y municipales tendrán que reconocer sus errores y aprender de ellos. Nosotros también.

Thursday 4 June 2020

Interpretar los datos de mortalidad

Es importante interpretar correctamente los datos y no repetir simplemente cifras fuera de contexto. Estos días, hemos oído hablar de una cifra de 47.000 muertos, derivada de datos del INE. Es importante entender que quiere decir esta cifra y como interpretarla correctamente. Por ejemplo, si comparamos la mortalidad de 2020 con la de 2019 hay un exceso de unos 45.000, es cierto. Por otro lado, si comparamos 2018 con 2019 notamos que (en el mismo periodo) hubo 10.000 muertos más en 2018 que en 2019. ¿Pasó algo en 2018? Pues, no: se trata de la normal variación de un año a otro. No todos los años las condiciones son exactamente las mismas, y no todos los años muere el mismo número de personas.

Si miramos los datos del INE, notamos una "banda" de variación de unos 10.000 muertos más o menos, según el año. Por tanto, nos preguntamos: ¿cuánto fuera de la banda de "normalidad" están los datos de 2020? El extremo superior de la banda son los datos de 2018, y 2020 está más o menos 35.000 muertos por encima de la banda.

Podemos confirmar esta estimación consultando el informe MoMo de mortalidad en que, en lugar de reportar los datos de todos los años, se considera un valor esperado basado en la media de los años precedente. El exceso de mortalidad no se mide respeto al año anterior (que puede ser, como en este caso, un "outlier") sino a una media pesada de los años anteriores. WL informe MoMo confirma que el exceso de mortalidad respeto al valor esperado está alrededor de 35.000.

Si consideramos que hubo muerte adicionales no por covid sino por falta de acceso a servicios médicos (por ejemplo: trombosis causada por falta de revisiones de sintrom), vemos que la cifra de 27.000 muertos que resulta en el informe de sanidad es perfectamente compatible con un exceso de mortalidad de 35.000.

Lamentablemente, parece que estamos en presencia de un nuevo deporte nacional: se oye una cifra y, si esta se acuerda a ciertas ideas preconcebidas que tenemos, o si nos ayuda en una determinada posición política, la asumimos y la repetimos sin intentar interpretarla correctamente, sin ni siquiera ponerla en el contexto en que se ha derivado.

Me permito aquí una petición: cada vez que leen un dato en un periódico o lo oyen en televisión, pregunten siempre como se ha conseguido este dato, cual es el contexto, si el dato es estadísticamente significativo o se trata de un "outlier", como en este caso (2019 es un año que tuvo muchas menos muertes que la media). A veces no es fácil interpretar correctamente los datos, y a veces no disponemos de los instrumentos conceptuales para hacerlo. Si este es el caso, la persona prudente no toma el dato como un absoluto, y hace jugar un papel importante a uno de los bienes más preciosos que tenemos: la duda. A veces suspender el juicio es lo más racional que se pueda hacer, sobre todo en una situación compleja como la que estamos viviendo.

P.D. (10 de Agosto)
Una circunstancia reciente pone en evidencia el peligro de leer los datos del INE sin analizarlo, como si el exceso de mortalidad se tradujera inmediatamente en el número de muertos por covid-19. En las últimas semanas, el exceso de mortalidad se ha reducido en unas 2.000 personas. Si no analizáramos los datos y los tomáramos simplemente como el número de víctimas de la covid-19, entonces habría que admitir que el número de víctimas se ha reducido en 3.000 personas. Evidentemente un absurdo.

Por tanto, cuidado: la mortalidad y su exceso es un dato que cambia y que depende de una multiplicidad de causas. No se puede simplemente asumir que si el exceso de mortalidad es X, hay X víctimas de la covid-19.

P.P.D (11 de diciembre)
Hace un par de dáis el INE ha publicado unas estadíaticas de mortalidad entre Marzo y Abril que parece indicar, a una primera lectura superficial, que hubo 45.000 muertos por covid, muchos más de los 27.000 de las cifras oficiales. Hay que interpretar estos datos con prudencia. 

De esto 45.000 muertos, 18.000 tenían "síntomas compatibles con covid". Ahora bien, todas las enfermedades cardiorespiratorias tienen síntomas compatibles con covid y, claramente, mucha gente moría de estas enfermedades antes de la epidemia. Sin ir más lejos, la gripe (enfermedad que tiene "síntomas compatibles") causó el año pasado 6.000 víctimas. Si este año ha provocado un número parecido de muertos (y no hay razón para pensar que no lo haya hecho), por lo menos 6.000 de esas 18.000 muertes no son debidas a covid. Una estimación razonable es que sólo un tercio de esas 18.000 personas con síntomas compatibles ha muerto por covid, sobre todo considerando que desde medidaos Abril se hacía una PCR a todas las muertes sospechosas. 

Esto dejaría en número real de víctimas en unas 33.000, muy en línea con mis consideraciones en este escrito. Dos cosas hay que notar.

La primera: no es correcto usar la cifra de 33.000 (mucho menos la de 45.000 ) cuando comparamos España con otros países. Si España ha subestimado el número de víctimas en un 20%, como parece haberlo hecho, es probable que por las mismas razones los otros países también lo hayan hecho. Es decir, es incorrecto asumir que los datos oficiales de España subestiman las muertes pero lso de otros países (conseguidos usando los mismos protocolos) no lo hacen. Para comparar, hay que comparar datos oficiales, conseguido con los mismos protocolos.

La segunda: el día en que el INE publicó los datos, la prensa dijo correctamente que 18.000 de los 45.000 muertos tenían síntomas compatibles con covid. Al día siguiente, ya los 45.000 se habían transformado en muertos "por covid". La gana de simplificar, la superficialidad, la exigencia de dar las noticias rápidamente y de forma sencilla puede llevr a cometer errores como este, errores que impiden que la gente evalúe bien la situación. Un punto de demérito para la prensa.

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