Tuesday 8 February 2011

Viva el mercado. Sin competencia, of course.

Para resolver la crisis causada por los mercados, la retórica de los mercado propone una sola solución: más mercado. Como si para reparar una pierna fracturada la mejor receta fueran un par de golpes más de martillo.

En realidad, el recurso al mercado es a menudo un truco retórico, una cortina de humo; lo que se pide de verdad es más privado y menos público. Se trata de dos cosas bien diferentes.
Lo vemos de manera muy evidente en el caso de las privatizaciones. Los mercado han exigido privatizaciones y el gobierno, que como muchos gobierno ya no tiene la posibilidad de oponerse a los mercados, ha decidido privatizar parte de AENA y parte de la Lotería del Estado. Se trata, como todas las privatizaciones del mismo tipo que se están llevando a cabo en Europa, de monstruos sin ningún sentido, no sólo desde el punto de vista social, sino tampoco desde el punto de vista económico capitalista.

El capitalismo postula, para su funcionamiento, mecanismos de mercado, y el mercado se basa en la libre competición y la competencia. Pero, ¿como puede haber competencia en una empresa como AENA que, por su misma naturaleza, trabaja en régimen de monopolio? Hay actividades que, por su misma naturaleza, escapan a los mecanismos de mercado, algo que Adam Smith, uno de los padres del capitalismo moderno, sabía muy bien, pero que sus descendientes, muy oportunamente, parecen haber olvidado.

La razón oficial para privatizar empresas monopolistas o, peor, servicios públicos es el ahorro. Supuestamente, una gestión privada haría estos servicios menos caros para la colectividad. pero hay que analizar atentamente los flujo de dinero que se producen. Por un lado, los empleados de las empresas privatizadas verían disminuir sus sueldos y sus servicios sociales (y no estamos hablando aquí de situaciones de escándalo como la de los controladores aéreos, sino de empleado con un sueldo medio). Algunos de ellos perderían el trabajo sin más, como efecto de la "racionalización". Estos ahorros, en buena parte, irían para generar un útil para la empresa, para genera dividendos para sus accionista, y para que la cotización de las acciones suba. En práctica, buena parte del dinero que se quitaría de los bolsillos de los trabajadores de las empresas privatizadas, terminaría en los bolsillos de los accionistas. Se trata, pues de una operación de redistribución de riqueza en sentido vertical, una operación que, al final, termina concentrando más riqueza donde ya había y eliminándola donde ya había poca. En fin, una perfecta operación de capitalismo neoliberal.

Con las privatizaciones de servicios públicos que operan en régimen de monopolio (ni podrían operar de otra manera) nos llevamos lo peor de los dos mundos. No tendremos ninguna de las ventajas que derivan del sistema de libre competencia, y todavía tendremos que pagar para que las empresas privadas distribuyan un útil a sus accionistas.

Horkheimer llamaba "capitalismo de estado" el régimen pseudo-comunista de Stalin, opinando que todo lo que había hecho era remplazar un gran número de capitalistas que operaban en régimen de libre competencia con uno solo: el estado. Podríamos decir que algo parecido está pasando con el neoliberismo y sus operaciones de concentración de riqueza. Un comunismo privado que todos nosotros seremos llamados a pagar.

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