Thursday 1 September 2011

La Europa de los mercados

La intervención puntual del BCE y la baja de la prima de riesgo Española no cambian una situación que muchos expertos y periódicos han venido denunciando desde hace varias semanas.

La situación insostenible de una Europa de los mercados, sin una coherencia política, una Europa
que en los últimos veinte años ha desviado de sus mejores intenciones para convertirse en un mecanismo perfecto para los especuladores, en una entidad con una moneda única pero sin una política económica única.

Se ha dicho muchas veces que es necesario volver a una Europa en que la política prime sobre los mercados. Lo lejos que estamos de esta Europa lo revela la facilidad con que se está vaciando el
tratado político más emblematico de la Europa "de los ciudadanos", él de Shenghen sobre la libre
circulación, mientras que las clausolas del tratado de Maastricht que han contribuido a la
debilidad de los gobiernos frente a los especuladores no se ponen en discusión.

Economistas, intelectuales, periodistas y el movimiento 15-M han debatido en varios foros la
necesidad de recuperar del primato de la política, y se trata sin duda del debate más apasionante e importante de este otoño electoral. Pero, por el momento, la política parece desintersarse
del problema, sobre todo los hombres que se enfrentarán a las urnas para gobernar España.

Estamos entre el Sr. Rajoy, que habla sólo de recuperar la confianza de los mercados (sin decir como, e ignorando lo volátil y rapaz que es tal confianza: si les damos algo, los mercados siempre pedirán más), y un Sr. Rubalcaba que dice y no dice, pero que al final parece dispuesto a implementar sin discutirlo el plan de austeridad que los mercados exigen, y aprueba la reforma de la costitución. Los políticos, parece, prefieren hablar de otras cosas.

Un desarrollo separado fuera de Europa ya no es viable: el proceso de integración económica es prácticamente irreversible. Si no consegue fomentar una via política a la unidad Europea que la defenda del poder de los mercado, España tendrá que recitar, con mucha amargura, las palabras de
Ovidio: nec sine te nec tecum vivere possum. Pero no se tratará de amor, sino de pobreza.

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