Wednesday 9 May 2007

La batalla del botellón

No soy un puritano y, gracias a dios, no tengo nada en contra del alcohol. Tengo la indudable buena suerte de que me guste salir, ir de fiesta y beberme mi vino, mi cerveza o mi copa.
Durante mis años en EE.UU. siempre he ha asombrado la actitud muy puritana y represiva de los Americano respeto al alcohol (y no es que esta actitud le sirva para mucho: los Americanos son uno los pueblos que más alcohol consuma y de los que más problemas tienen a causa del consumo de alcohol) , y me ha encantado la actitud mucho más liberal de la sociedad española que me permitía, si así quería, tomarme una cerveza en la calle si miedo a que la policía me arrestara o hasta reunirme con unos amigos para un botellón.

Los días uno y dos de mayo, unas miles de personas, reunidas para hacer botellón, causaron una tal molestia a los vecinos del barrio de Malasaña, en Madrid, que estos resolvieron llamar a la policía. El resultado fue casi una batalla campal con decenas de heridos, varios detenidos, coches estropeados, basura quemada en la calle. A esto hay que añadir el resultado habitual de este tipo de eventos: ruido, calles ensuciadas de basura, grafiti, orina (o peor) en los rincones.
Uno puede pensar: cabrones egoístas que no se curan de los demás. Es cierto, pero estos presuntos fiesteros me parecen, antes que cabrones, imbéciles, y la cosa me preocupa porque defenderse de un cabrón es relativamente fácil, pero un imbécil nunca se sabe lo que va a hacer. O sea, los cabrones son previsibles ya que la imbecilidad es peligrosa porque hace imprevisibles.
Como todo el mundo debería saber, una de las reglas de oro para hacer fiestas en tu casa es avisar a los vecinos. Invitarles, si posible, o dejarles tu número de teléfono así que, en caso de molestia, te llamen a ti, y no a la policía. Una persona de moderada inteligencia toma esta precaución por cabrón que sea, y por poco que le pueda interesar de los vecinos. Lo hace por egoísmo: si los vecinos se enfadan será imposible hacer más fiestas, por silenciosas que sean, y un fiestero que se pone en la situación de no hacer más fiesta no es un cabrón, sino un imbécil.
En el caso de un botellón en la calle es claramente imposible avisar a los vecinos, pero no es difícil tomar medidas para no poner en peligro la continuidad de la fiesta. Es fácil darse cuenta, por ejemplo, que hay mucha diferencia entre diez amigos que se reúnen en una esquina o una plaza para tomar calimocho y mil persona que se congregan destrozando un barrio para hacer la misma cosa: los vecinos toleran los primeros, para los segundos se llama a la policía.

Puede ser que a los fiesteros esta actitud de los vecinos no le guste, que la vean muy represiva. Tienen, claramente, el derecho a disentir, pero hay una gran diferencia entre disentir y ignorar el ambiente en que uno se mueve. Disentir de las reglas es la expresión de una opinión; comportarse como si las reglas no existieran es propio de un gilipollas.

Cuando se hacen cosas que, potencialmente, molestan a los demás, hay que hacerlas “con arte”, si no por respeto (hoy en día la mala educación es un derecho adquirido), por lo menos para poder seguir haciendo lo que nos gusta. Los botelloneros no han excedido en bebidas; han faltado en arte.
Esta gente grosera y cateta, me ha causado daño. Por su culpa se actuarán medidas cada día más estrictas para regular el uso del alcohol y, al final, los que saldrán perdiendo serán las personas como yo a quien le gustaría tomarse su cerveza en la calle a las 4 de la madrugada sin demasiado ruido, sin ensuciar nada y sin molestar a nadie. Estos imbéciles están privando a mi y a toda la gente como yo de un placer que teníamos garantizado.

No seré yo a defender la violencia policial. La policía, como todo el mundo (y aún más) tiene la obligación de respetar la ley, y si alguien ha usado violencia injustificada, es justo que sea individuado y sancionado. Los que han pasado la noche en el calabozo, por otro lado, no tienen mucho de que quejarse: no les han arrestados por borrachos, sino por imbéciles.

4 comments:

Unknown said...

Tenía una conversación parecida a ésta con un conductor de un autobús nocturno (Búho, que le llaman), cuando volvía con un amigo de un concierto en Tres Cantos. Había un montón de imbéciles (amén a eso) en el autobús, y el conductor comentaba que los que salíamos perjudicados eramos los capaces de salir y beber un par de copas, a lo sumo, sin necesidad de emborracharse (actitud que, por viejo que llegue a ser, no entenderé) para pasar una noche cojonuda.

Yo, personalmente, no bebo. Bueno, miento, no suelo beber. Pero rara es la vez que pido algo con alcohol. No es que no me guste, tampoco es que haya probado demasiado, así que no puedo opinar. Sencillamente prefiero hincharme a CocaCola. Me permite beber toda la noche y mantenerme lúcido. Y no me parece mal que la gente beba un poco, incluso que "coja el puntillo", como se dice. Para algo es su cuerpo y su dinero. Atrocidades como las de Malasaña... bueno, no tiene nombre, las hagan borrachos, cabrones o imbéciles, no tiene nombre.

Porque por culpa de esos individuos no podré ir con un mini de Coca Cola por la calle, porque claro, a los policías no se les pasará por la cabeza siquiera olisquear a ver si lleva alcohol (entiendo su desconfianza, aunque me molesta), directamente me dirán que tire el contenido al suelo, que no se puede beber en la calle. Lo que realmente no se puede es beber por la noche. ¿No montan terrazas los bares? Eso es en la calle...

Y respecto a lo de las fiestas... tengo la suerte de tener una pandilla bastante responsable, que sabe guardar algo más de silencio a partir de las 12. Y nunca he recibido quejas de los vecinos, así que seguiré haciéndolas.

Salu2

Anonymous said...

Simone puede que tengas toda la razon del mundo,pero si el primer dia de concregaciones en la plaza del 2 de mayo se formo aquella batalla campal no fue porque los botelloneros molestaran a los vecinos(no quiero decir que los vecinos no esten molestos pero en esos dias ya saben que les toca) y estos llamaran a la policia,sino porque la propia policia(que ya estaba presente) empezo a despejar a la plaza a las 2 de la madrugada por su cuenta,posiblemente por una iniciativa del señor Gallardon para demostrar la eficacia de su policia en dias tan proximos a las elecciones.

De hecho puedo dar fe de como estando en un parque a la 1 de la noche 10 personas o menos sin hacer ruido,nos aparecieron 4 policas secretas y nos multaron simplemente porque se lo habian mandado no por molestar a nadie.

SerSinSer said...

No me parece nada correcto lo que ocurrió en Malasaña. Realmente algo penoso que en pleno siglo XXI tengamos batallas campales de este tipo por la falta de respeto.

Me parece perfecto salir de marcha a partir de las 12 y disfrutar de la noche, pero lo primero es lo primero, hay gente que a esa hora le gusta dormir (no lo entiendo pero lo comprendo) por lo tanto si paso por zonas residenciales no se me va a ocurrir pegar una patada a una papelera, destrozar moviliario urbano, gritar, ensuciar...

Yo no estuve en Malasaña ese día para saber que pasó. Pero me fastidia mucho pensar que ni las personas ni los cuerpos de policía se sepan comportar correctamente.

Algún colega que estaba por allí tranquilamente tuvo que salir corriendo pues los policias empezaron a cargar no solo contra los que la armaban si no con todos...penoso.

Espero que algún día la gente aprenda a beber en la calle sin molestar a los demás (qué ingenuo), y que en ese momento se acepte que la gente beba por la calle si le apetece.

Pero siempre pasa lo mismo. Pagando justos por pecadores.

[D_x] said...

En el caso de Malasaña se obvia un factor importante. Este barrio lleva sin fiestas populares varios años. Es decir, no sólo fue por el alcohol o el botellón por lo que se armó aquel follón, sino también porque los vecinos están hartos de no poder celebrar sus fiestas con normalidad. Caso aparte, la cuestion es que no me parece de recibo el hechho de que la policía cargue contra gente por el hecho de estar bebiendo en la calle. Saludos.

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