Thursday 3 September 2020

Un viaje a Italia en tiempos de covid-19

La semana pasada, por razones que no son importantes aquí, viajé a Italia. Pasé cinco días en Vinci y Empoli, dos pueblos en la orilla del Arno, a mitad entre Florencia y Pisa. Quiero aquí relatar mis impresiones sobre las similitudes y diferencias que he encontrado en referencia a la pandemia del sars-cov2. No quiero dar a estas observaciones ningún carácter general: escribo sólo lo que he visto y hablo de mis experiencias. Nada de lo que escribo tiene ningún valor estadístico, ni debería ser usado para llegar a ninguna conclusión. Se trata de un punto de vista definido, de una experiencia personal en estos tiempos tan únicos que estamos viviendo. La situación del viaje también invita a la prudencia: he viajado a dos pequeñas ciudades (Vinci tiene unos 10.000 habitantes, Empoli unos 60.000) en una zona de Italia donde el virus ha llegado muy poco y ha creado poco miedo. Mis impresiones habrían sido sin duda muy diferentes si hubiera viajado a Milan o a Bergamo, la zona donde se ha concentrado la mayor parte de las 35.000 víctimas mortales en Italia.

Mi primera sorpresa ha sido en el aeropuerto de Pisa. Conociendo las medidas adoptadas por el gobierno italiano, me había hecho una PCR antes de salir de España. Resulta que a la llegada no había ningún control, simplemente nos han dado un papel con una url que teníamos que contactar para declarar que habíamos hecho la PCR. Es posible que esto sea debido a que Pisa es un aeropuerto pequeño, y todavía el personal y el material para poner en marcha las nuevas medidas no había llegado. Me han controlado bastante más a la vuelta a España (aeropuerto de Sevilla), con toma de temperatura, formulario de síntomas y de contactos, etc.

A la salida, el aeropuerto de Barajas estaba tan vacío que daba impresión. Cuando el avión se acercaba a la pista, se veían decenas y decenas de “fingers” vacíos, aviones aparcados con los motores tapiados… una escena de apocalipsis. El aeropuerto de Pisa tenía un aspecto más normal. Llegué poco después de un vuelo desde Londres con turistas que iban a Florencia, algo que puede haber contribuido a la sensación. También hay que remarcar que el turismo en Italia ha caído menos que en España: menos de un 70% frente al 80% de España. Es posible que la diferencia en el tipo de turismo haya tenido algo que ver. El turismo de verano en España es sobre todo de playa, mientras que en Italia es sobre todo turismo a las ciudades de arte, un turismo que permite disfrutar más a pesar de las medidas de seguridad: ir a la playa con la mascarilla elimina casi del todo el placer de estar en la playa, ir a ver la Capilla Sixtina con mascarilla, no.

Los italianos estaban bastante bien organizados en el transporte público. Los trenes tenían asientos “prohibidos” y se habían separado las puertas de salida de las de entrada. Que los italianos respetaran las normas, pues, esta es otra cuestión. Aquí también, el sitio donde estaba ha influido: los trenes regionales entre Pisa y Florencia no viajan tan llenos como lo pueden hacer el Metro o los trenes de Cercanía en Madrid. A pesar de esto, la idea de separar las puertas podría ser útil, sobre todo si consideramos que las puertas siempre se paran en el mismo punto del andén y que por tanto se podría separar los flujos ya desde el andén. En Italia también se hablaba de vuelta al cole, y las medidas se parecen bastante a las que se han tomado aquí: entradas escalonadas, limitaciones en el recreo, mascarilla a partir de cierta edad. Había una polémica en este momento porque el gobierno quería hacer una PCR a los profesores y estos sostienen que la PCR es inútil, dado que uno se puede contagiar tras haberla hecho. En este caso, hacer la serología como se está haciendo, por ejemplo, en Madrid, me parece más racional.

Han llamado mucho la atención mis mascarillas FFP2. Me había llevado unas cuantas, algo que en Toscana se ha visto como exceso de precaución. Aún más ha llamado la atención mi declaración que las había comprado en un supermercado a un par de Euro cada una. Parece que en Italia las FFP2 son todavía bastante difíciles de conseguir, incluso en las farmacias, y bastante cara. En efecto, tras esta conversación me he fijado y he notado que de todas las personas que he visto, sólo dos o tres llevaban una FFP2.

Como he mencionado, en Toscana el virus no ha golpeado muy fuerte, y esto se nota en la actitud de la gente y hasta de las instituciones. Me ha llamado la atención, por ejemplo, que el padre de un amigo, de 85 años, que a principio de Agosto tenía fiebre y dificultad para respirar, lo curaran por catarro sin hacerle una PCR. Al final resultan que tenían razón y era un catarro, pero creo que en ningún lugar de España con esa sintomatología y esa edad lo habrían mandado a casa sin PCR. Y, viniendo de Madrid, donde el miedo es bastante mayor, me ha sorprendido la cantidad de gente que me abrazaba. Se trata de viejos amigos, pero confieso que la cosa me ha molestado un poco. En general, las medidas se adoptan de manera bastante laxa. Sé por cierto que esta es una cosa local: tengo colegas en Milan con quien estoy muy en contacto, y me aseguran que allí las cosas con muy diferentes. Hay que decir que, por lo menos en Toscana, la situación de las residencias no es tan crítica como en Madrid. Las residencias públicas son de gestión pública y en general no se ha dado la reducción brutal de personal calificado que hemos tenido en Madrid. Esto ha contribuido a reducir el número de víctimas y por tanto el impacto emocional del virus.

La impresión general que he tenido es que no me explico la “excepción Italiana”: 7.000 casos diarios en Francia, 3.500 en España, y sólo 1.300 en Italia. La diferencia no parece derivar de una diferencia sustancial en las medidas que se están tomando ni en el mayor respeto de las medidas por parte de la gente. Como muchos otros en esta pandemia, es un fenómeno que habrá que estudiar. Cuando todo esto acabe.

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