Monday 13 December 2021

La crisis de la ciencia. I: el retorno de la superstición

Los cambios en la mentalidad colectiva de una sociedad se hacen especialmente evidente cuando esa sociedad se enfrenta a una crisis. Y nunca esto ha sido más cierto que en este momento en que nos enfrentamos a muchas crisis que nos llegan a la vez, desde la crisis medioambiental hasta la crisis causada por la pandemia de sars-cov2.

 Lo que estas crisis revelan es un cambio en la actitud social frente a la ciencia, un escepticismo y una falta de confianza que marca una inversión de tendencia respeto a la tendencia general de la modernidad.

 Los varios movimientos anti-vacuna, los negacionistas del calentamiento global, los que directamente no creen que haya una pandemia de sars-cov2 o los que no creen que el virus VIH sea la causa del SIDA, marcan una explosión de movimientos anticientíficos e irracionalistas por todos lados.

 Las razones, como casi siempre, son muchas, complejas e interconectadas. Podemos analizar el papel de la sociedad de consumo, que busca la irracionalidad de los consumidores, irracionalidad que los hace más sujetos a la acción de la publicidad. Podemos mencionar los populismos políticos, que necesitan personas con poco sentido crítico. O simplemente la psicología humana, que busca certidumbres frente a la complejidad y culpable frente a situaciones desagradables, todas cosas que la ciencia, por su naturaleza, no le puede proporcionar, dejando el campo abierto a quien ofrece soluciones falsas pero confortantes. Podemos mencionar la facilidad con que estos bulos confortantes se propagan en las redes sociales, o la facilidad con que los nuevos medios de comunicación permiten crear una "burbuja informativa" en que una persona sólo lee lo que se acuerda con sus opiniones y sus prejuicios.

 Todas son buenas razones, y todas de peso, sin duda, pero, creo, para entender el éxito del irracionalismo anticientífico hay que ir más allá. El fenómeno que se observa no es una superación de una vieja mentalidad científica por parte de una nueva y más sofisticada, se trata de una verdadera regresión a una superstición pre-científica.

 La imagen de una ciencia infalible, que se define como disciplina autónoma independiente de las acciones de los científico, es propia del positivismo ingenuo de Comte y, en menor medida, del más sofisticado positivismo del Círculo de Viena. Esta imagen ya no existe en la ciencia. Desde el falsificacionismo de Popper que intenta superar la paradoja de la inducción(una teoría científica no se acepta si existe un experimento que la confirma, dado que ningún experimento puede justificar una teoría, sino si existe un experimento que la puede falsificar) hasta los trabajos de Feyerabend y Kuhn que revelan como la ciencia es una institución humana, la ciencia ha aprendido a mirar más críticamente hacia si misma.

 Pero no parece ser esto el tipo de superamento del positivismo más común en nuestra sociedad. Lo que vemos he, casi, un regreso a la superstición de tipo religioso en que, esta vez, la ciencia se inserta como dispositivo mágico en que se confía acríticamente y a priori y que se rechaza cuando la verdadera complejidad del procedimiento científico se hace patente.

 En parte esto se debe al cambio de la relación entre ciencia y religión. Durante buena parte del Siglo XX, la ciencia y la religión se han vivido, si no como enemiga, por lo menos como dos disciplinas que intentaban convivir separando sus esferas de actividad: la ciencia se ocupaba del mundo físico, la religión de la esfera moral. Cuando las dos intentaban ocuparse de la misma cosa, el resultado era de alguna manera embarazoso y se resolvían con alguna forma de "doublethink" o considerando que la Biblia hablaba por alegorías (una forma de interpretación casi tan vieja como el cristianismo).

 En las últimas décadas esta relación ha cambiado, y este cambio es evidente sobre todo en EE.UU. donde no hay una iglesia dominante que institucionaliza de forma homogénea la religión y donde cada interpretación se oficializa de alguna manera creando su propia confesión. En EE.UU. se ha asistido a un esfuerzo claro de integrar la ciencia en la religión y de integran el método científico en la hermenéutica religiosa. Así, por ejemplo, los cristianos fundamentalistas no se limitan a decir que la tierra tiene 6.000 años porque así lo dice la Biblia, sino que intentan demostrarlo usando métodos (pseudo) científicos. No se limitan a afirmar que Dios creó todos los seres vivientes, sino que intentan desmontar la evolución usando métodos (pseudo) científicos.

 Desde el punto de vista filosófico, estos esfuerzos no tienen mucho sentido ni desde el punto de vista de la religión ni de el de la ciencia. Desde el punto de vista de la religión, las escrituras representan una verdad absoluta, mientras el método científico sólo llega a verdades provisionales y tentativas. Por tanto, se está intentando demostrar lo que debería ser una certitud usando métodos que, por su misma naturaleza, nunca llegarán a la certeza. Desde el punto de vista científico, lo que se está haciendo es una petitio principii: se empieza una búsqueda sabiendo ya de antemano lo que se quiere encontrar.

 Las consecuencias de esta mezcla son casi siempre desastrosas. Se va desde los casos más llamativo como el del "Institute for Creationist Science" en California hasta los distritos escolares en EE.UU. que quieren enseñar la "creación inteligente" como parte del curriculum científico cuando no prohiben directamente que se enseñe la evolución, hasta los casos más sutiles, donde la mezcla de ciencia y religión ha cambiado la manera de pensar de la gente.

 En muchos aspectos, esta evolución de la mentalidad es comprensible. Vivimos en un mundo que se ha hecho tan complejo que ya no podemos entender nuestro entorno. En una civilización campesina o, incluso, industrial, el entorno de una persona era comprensible. A ciertas acciones correspondían consecuencias claras y directas, y había códigos de comportamiento tradicionales que tenían en cuenta estas consecuencias para decirnos como comportarnos. Todo esto ya ha desaparecido. Vivimos en un mundo tan interconectados y complejo que las consecuencias de nuestras acciones son casi imposible de prever.

 Vivíamos en un mundo esencialmente lineal: pequeñas acciones tenían pequeñas consecuencias y grandes acciones las tenían grandes. Ahora vivimos en un mundo caótico donde pequeñas acciones pueden tener grandes consecuencias y, sobre todo, consecuencias esencialmente imprevisibles. Los viejos esquemas de comportamiento ya no funcionan, y no tenemos de nuevos: hay que construirlos. En un mundo que no entendemos es normal buscar respuestas y esquemas de comportamiento y es natural buscar soluciones claras y sencillas.

 La religión, tradicionalmente, ha proporcionado estas soluciones y mucha gente vuelve a la religión buscando la seguridad que nos daba. Pero al mismo tiempo incluso el buscador de soluciones sencillas no puede ignorar que la ciencia ha cambiado el mundo y que la ciencia es un componente importante de nuestra vida. El problema es que el método científico, por su propia naturaleza, no puede proporcionar soluciones sencillas y definitiva. La ciencia es un proceso, no una solución. De allí el intento de transformarla en lo que no es: en una magia, en una superstición. De allí la rabia anti-científica cuando resulta evidente que la ciencia no es, ni puede ser, la solución mágica que estamos buscando.

 Hubo un momento de alguna manera parecido en la historia de occidente. Entre los Siglos XVI y XVII la revolución Copernicana nos sacó de nuestro lugar en el centro del universo. En la síntesis medieval, vivíamos en un universo que Dios había creado únicamente para nosotros, nosotros éramos el centro, y todo giraba alrededor de nosotros. De repente nos encontramos en la periferia del mundo, en una roca que gira en el espacio junto a otras rocas, en un universo que ya no está hecho para nosotros sino que nos es indiferente, que puede vivir y a funcionar con o sin nosotros.

 En esa época el llamado "desencanto del mundo" resultó en la mentalidad científica, en la ilustración y en la revolución burguesa. Esperemos que el desencanto que vivimos ahora resulte en algo igualmente positivo. Por el momento, las señales no son buenas, pero hay que ser optimista. ¿Que alternativa tenemos?

  

Thursday 28 October 2021

Lo que no entiendo de la sentencia de Alberto Rodríguez

No soy un abogado ni un juez, ni mucho menos. Mi especialidad son las matemáticas y ciertas partes de la informática teórica. Pero, como todo ciudadanos concienzudo debería hacer (recordemos la "informed citizenry"), cuando hay algo relevante para la vida política de mi país, intento informarme. Mi formación científica me impone informarme sobre datos ciertos y, posiblemente, de primera mano así, cuando se ha desencadenado el debate sobre la condena a Alberto Rodríguez por agresión a un policía y su siguiente pérdida de acta, lo que he hecho, en lugar de limitarse a redes sociales o media (los periodistas, a veces, parecen saber menos del poco que se yo), es ir a leer la sentencia e intentar razonar un poco sobre ella. No se trata de razonamientos de un abogado, y es posible (incluso probable) que me equivoque en uno o varios aspectos. Pero, bueno, esto es lo que me ha parecido.

 La primera cosa que me ha llamado la atención es la falta de pruebas testimoniales y documentales. Como testigo, aparte la víctima (sobre que volveré más adelante) sólo aparece el  Inspector Jefe del C.N. de Policía Su testimonio no aporta mucho a la causa de la acusación (los párrafos en negrita son citas literales de la sentencia):

 

El Inspector Jefe vino a ratificar el contenido de su comparecencia tal como obra en el atestado. Señaló que, mientras estuvo al frente del operativo policial hasta que éste finalizó, no vio al acusado en el lugar. 

 En cuanto a la presencia del acusado en el lugar, es cierto que el Inspector jefe manifestó que, en el tiempo en que permaneció al frente del dispositivo, tal como aparece en algunas imágenes, no vio al acusado. Este afirma que asistió a la manifestación convocada, pero que no llegó al lugar hasta que los hechos hubieron finalizado.

Es decir, el Inspector Jefe no ha visto nada, y no puede comprobar la presencia de Rodríguez en el lugar y en el momento de los hechos. Sí se puede comprobar su presencia en la manifestación, cosa que Rodríguez nunca ha negado. Pero, por el momento, en España participar en una manifestación no es un delito. Ningún otro testigo de la agresión ha sido presentado. Desde esta parte de la sentencia se deduce otro punto. Hay muchos mensajes en las redes sociales que afirman que Rodríguez no es fiable porque mintió sobre su presencia en la manifestación. Es evidente aquí que no es cierto: Rodríguez siempre ha admitido su presencia en la manifestación, pero niega haber estado en el lugar y en el momento de los hechos que se juzgan.

Las pruebas documentales tampoco ayudan. Hay, es cierto, un vídeo, pero, como dice la sentencia:

Los vídeos visionados no incorporan una grabación íntegra ni contienen una secuencia temporal ordenada de todo lo sucedido. Por ello, al no ser una grabación completa, el que algunos hechos no aparezcan en las grabaciones no implica que no puedan ser acreditados por otras pruebas.

 Es decir, el vídeo es demasiado fragmentario para mostrar nada, y para su interpretación el tribunal evalúa su consistencia con otras pruebas. La frase es una obra maestra de sofismo. Prácticamente lo que dice es: “el video no vale nada y no nos dice lo que pasó, pero podrían existir otras pruebas que nos dicen lo que pasó”. También hay un parte médico. Pero, sobre esto, la sentencia nos dice

Las dos peritos reiteraron sus informes. La Dra. Dña. Daisy Herrera insistió en que recogen lo que refiere el paciente y luego se le examina, que lo que está en el parte es lo que ella vio en ese momento y que, aunque no se vean signos o la maniobra no sea positiva, si refiere dolor, se pone medicación, pero es lo que refiere el paciente.

 El parte médico se basa sólo en lo que ha declarado el policía. Los cinco días de baja se han dado porque esto es lo que se da normalmente para lesiones leves, y no porque se han efectivamente detectado estas lesiones. El parte es de un mes y medio después de los hechos y, en ese momento, ya no quedaba rasgo de las lesiones. Sólo la palabra del policía.

 Al final, analizando todo, llegamos a una conclusion: la única prueba independiente de la existencia de la agresión y, aún más, de su autoría, es la declaración de la víctima. Todas las demás pruebas incluso las documentales, se basan en estas. Si eliminamos las declaraciones del policía, no queda nada. Esto lo admite la misma sentencia:

En lo que se refiere a la existencia de la agresión al agente y a la autoría de la misma, la prueba que se ha tenido en cuenta para considerar probados los hechos imputados, consiste, fundamentalmente, en la declaración del agente policial nº 92.025.

 Llegamos así a un punto fundamental: el policía dice que Rodríguez lo ha agredido, Rodríguez dice que no. ¿A quien tiene que creer el tribunal? Los policías tienen,en general, una presunción de veracidad que pone su testimonio por encima de otro. Pero no en este caso. Una sentencia del TS del 27 Marzo 2017 sostiene:

debe distinguirse los supuestos en que el policía está involucrado en los hechos bien como víctima (por ejemplo, atentado, resistencia…) bien como sujeto activo (por ejemplo, detención ilegal, torturas, contra la integridad moral, etc.). En estos supuestos no resulta aceptable en línea de principio que las manifestaciones policiales tengan que constituir prueba plena y objetiva de cargo, destructora de la presunción de inocencia por sí misma, habida cuenta la calidad, por razón de su condición de agente de la autoridad, de las mismas.

Es decir, en esta caso, en que el policía es la víctima, no se puede presumir la veracidad. Su testimonio tiene el mismo valor que el del acusado. En un caso como esto, en que hay dos declaraciones contradictorias, vale el principio "in dubio pro reo": cuando hay duda sobre la interpretación de una prueba o, como en este caso, de unas declaraciones contradictorias, el tribunal debe elegir la opción más ventajosa para el acusado. No es lo que se ha hecho aquí. Se ha asumido, sin más, que el policía decía la verdad y el imputado mentía. Creo que esto, sin más, es suficiente para que instancias superiores anulen la sentencia.

 Si es así, el ataque a la democracia será completo. No voy a entrar en la cuestión de la retirada del acta a Rodríguez (que tiene sus propios problemas, pero analizarlo doblaría el tamaño de este escrito), pero temo que lo que veremos es que el acta ha sido retirada en consecuencia de una sentencia anulada. Es decir, legalmente, se habrá echado del congreso un representante elegido por los españoles que es legalmente inocente. Todo un logro para la democracia.

 Como ya he dicho, esta es la opinión de un profano. No dudo que cualquier abogado o jurista encontrará lagunas y omisiones en mi razonamiento. Sólo puedo reivindicar dos atributos importantes de mi opinión: la he formado sobre la sentencia y los textos jurídicos (y no sobre artículos de periódicos y redes sociales), y he expuesto mi razonamiento en su integridad, sin insinuaciones, mensajes entre líneas o inuendos. Mi análisis está aquí así como sus fuente. Que cada uno haga lo que quiera con ella.

 

 

 

 

Wednesday 13 October 2021

Por qué una ley de violencia de género es necesaria

El argumento principal de la derecha y la ultraderecha en contra de leyes como la de la violencia de género es que hay que estar en contra de toda la violencia, sea quien sea la víctima. Dado que todas las víctimas son iguales, una ley como la de violencia e género que se aplica sólo a un determinado tipo de víctimas es injusta y discriminatoria.

Se trata de un argumento engañosamente sencillo y plano: ¿quien no está en contra de todo tipo de violencia? ¿Quien puede decir que no todas las víctimas merecen el mismo respeto? (La derecha no parece seguir su propio consejo cuando se trata de víctimas de la represión franquista, pero no quiero ir por este camino en este momento.)

Para justificar la necesidad de leyes de violencia de género, haré un paralelo con el terrorismo. Quiero aclarar que esto no quiere decir que la violencia de género es de la misma naturaleza del terrorismo, de hecho, como aclararé en breve, considero que es en varios aspectos ideológicamente y socialmente el opuesto del terrorismo. Me interesa el paralelo en cuanto se trata, en ambos casos, de formas muy específicas de violencia.

Que el terrorismo sea un tipo específico de violencia es ampliamente reconocido. Un terrorista no es movido por los móviles tradicionales del asesinato (dinero, venganza, etc.), de hecho, en el terrorismo reciente, muchas veces el terrorista ni siquiera conoce las personas que va a matar. Los terroristas, sobre todo los terrorista islamistas de los últimos años, a menudo no intentan huir de la justicia, de hecho, muchos de sus atentados son suicidas. La generalidad de los objetivos de los terroristas (no es posible prever donde un grupo golpeará) y la falta de efecto disuasorio de las condena (a un terrorista no le importa acabar en la cárcel) hacen de este tipo de violencia algo único, y hace muchos años que los gobiernos de todo el mundo han reconocido que esta unicidad necesita leyes específicas.

Por esto existen las leyes antiterrorismo: no porque la víctima de un terrorista sea de alguna manera "más víctima" que la víctima de un asaltador de bancos, sino porque el terrorismo es una forma de violencia específica que necesita ser combatida con instrumentos legislativos y culturales específicos. También las víctimas del terrorismo reciben una consideración diferente a las víctimas de otros tipos de violencia. Esto, otra vez, no quiere decir, claramente, que consideramos las otras víctimas, de alguna manera "víctimas de segunda". El reconocimiento a las víctimas del terrorismo es una manera de denunciar un tipo de violencia de especial relevancia social.

 

La violencia de género es, en varios aspectos, el antítesis del terrorismo. Allí donde la violencia terrorista (por lo menos la de este siglo) quiere matar a un gran número de personas anónimas, la violencia de género se dirige a una persona específica. La violencia terrorista busca sembrar el pánico en una población desconocida a través del asesinato de personas cualquiera. El miedo deriva de la constatación que "podía haberme pasado a mi". La violencia de género es violencia privada: el asesino conoce muy bien a la víctima, y casi siempre ha tenido una relación de pareja con ella. No busca el pánico general, sino la eliminación de una persona específica.

Pese a estas obvias diferencia, el paralelo sigue válido en cuanto se trata, en los dos casos de tipos específicos de violencia que se escapan al alcance de las leyes ordinaria y, especialmente, del efecto disuasorio de la la ley. A un terrorista no le da miedo ser capturado, y de hecho a veces se suicida con el mismo acto que cumple. Al autor de violencia de género tampoco le interesa ser capturado: muchas veces el culpable se suicida o se entrega a la policía. El normal funcionamiento disuasorio de la ley se quiebra aquí. ¿Qué disuasión puede representar la cárcel para una persona dispuesta a suicidarse con tanto de matar a su pareja?

A esto hay que añadir, en el caso de la violencia de género, el miedo de las víctimas potenciales a denunciar.

En los dos casos, terrorismo y violencia de género, nos encontramos frente a dos tipos de violencia que se escapan del marco de la violencia "normal", la violencia utilizada para conseguir un objetivo específico (un robo, una venganza, etc.). Esto hace que en los dos casos sea necesaria una legislación específica, que considere las características peculiares de estos tipos de violencia.

Una de las características de las leyes de violencia de género (ya sea en España o en otros países) es que tienen una fuerte componente no penal. Buena parte de estas leyes tienen que ver con la protección de las víctimas, con cambios culturales que las lleven a denunciar con más facilidad, etc. Se trata de características adaptadas al tipo especial de violencia a que se dirigen, de características que sólo se aplican al caso específico, y que no pueden por tanto ser recogidas por las leyes en contra de otros tipos de violencia.

Que la derecha acepte con entusiasmo la legislación antiterrorismo pero no la sobre la violencia de género es una cuestión ideológica, que nada tiene que ver con el funcionamiento del proceso legal.

 

  

Tuesday 27 July 2021

Mascarillas, contagios, y probabilidades.

 

Una de las facetas de las reciente polémica "mascarilla sí, mascarillla no" vierte sobre la probabilidad de contagio en lugares abiertos. La idea de muchos es más o menos la siguiente: sabemos que para contagiarse es necesario estar en contacto unos 10-15 minutos sin mascarilla. Ahora bien, incluso en un lugar muy concurrido (digamos: la GranVía de Madrid un sabado por la tarde), uno entra en contacto con los demás unos escasos segundos, por tanto no hay peligro.

 

Se trata de un razonamiento que, a primera vista, parece funcionar. Quiero explicar aquí por qué en realidad no funciona. Primero hay que considerar que la epidemioogía no trabaja con conceptos absolutos, sino con probabilidades. Por tanto, cuando los epidemiólogos dicen que no nos infectamos estando en contacto con las personas durante pocos segundos, en realidad lo que dicen es que la probabilidad de infectarnos durante esos pocos segundos es muy baja. Baja, pero no cero. Llámemos $p$ la probabilidad de infectarse por un contacto esporádico, probabilidad que será muy baja, pero no será cero. La teoría de la probabilidad nos dice que si en un periodo de tiempo dado nos cruzamos con $N$ personas, la probabilidad de contagiarnos es \[ C(N) = 1 - (1-p)^N \] ¿Cuál es la probabilidad que nos contagiemos paseando un sabado por Gran Vía, si nadie lleva mascarillas? Para determinarlo hay que estimar el valor $p$, cosa no fácil. Una estimación prodente es $p=0.001$, lo que quiere decir que la probabilidad de contagiarse con un encuentro casual al aire libre es de uno cada 1000. Con este dato, podemos estimar la probabilidad de contagiarse por un número dado de encuentros. EL resultado es la gráfica siguiente:
Si nos cruzamos con 300 personas, tenemos casi un 30% de probabilidad de contagiarnos, con 1000 personas, la probabildad es de más del 60%. Considerando la cantidad de gente con que nos cruzamos en las calles muy concurridas de los centros de las ciudades, si todo el mundo poaseara sin mascarilla, es muy razonable pensar que la probabilidad de contagiarnos sería por lo menos del 10-20%.

 

Se trata de una cifra muy alta. En una ciudad como Madrid, Bacelona, Sevilla o Valencia, esto significaría miles de contagios. La idea que la mascarilla no sea necesaria al aire libre dado que los contactos que tenemos son sólo esporádicos es una falacia.

 

Es una idea atractiva, en cuanto hace apelo a nuestro sentido común: la probabilidad de contagiarnos con un contacto específico y esporádico es muy baja y nosotros, automáticamente, extrapolamos esta baja probabilidad a cada contacto individualmente, sin considerar la manera en que se acumulan las probabilidades. Cuando hablamos de probabilidades, o de epidemiología, hay que tener cuidado con el sentido común. El sentido común también hay que usarlo con sentido común.

Monday 12 July 2021

La quinta ola, o: como repetir los errores de las primeras cuatro

Los datos del Ministerio de Sanidad pintan el escenario de la evolución de la epidemia desde su comienzo en Febrero/Marzo 2020 hasta el momento actual en que, todos esperamos, la campaña de vacunación nos hace ver el final de esta tragedia.

Los casos en el último año han evolucionado como en la figura siguiente (informe N. 380delMinisterio de Sanidad):

 


Reconocemos claramente las diferentes "olas" de la enfermedad, pero vale la pena analizar sus diferencias, debidas a varias causas epidemiológicas sí, pero también políticas y económicas.

La primera ola se caracteriza por ser violenta y corta. Sube de manera repentina y se reduce muy rápidamente. Esto es coherente, por un lado, con el comportamiento exponencial de una epidemia en su primera fase (véase aquí un modelo matemático de este fenómeno) y, por el otro, con la falta de recursos y la complicación del mercado en ese momento. Recordemos las dificultades que tuvimos al principio para comprar material. Incluso los test PCR escaseaban, hubo varias entregas de material defectuoso, y los sanitarios tuvieron muchos problemas a la hora de recibir los equipos de protección. Se trató de una situación generalizada: en Europa todos los países tuvieron los mismos problemas de suministro y d calidad, con la excepción parcial de Alemania que, siendo un país fabricante, tuvo acceso preferente a sus propios recursos. Las dificultades para países con un peso económicos medio o bajo para competir en un mercado tan problemático fue lo que impulsó la acción unitaria de la UE.

Por otro lado, la primera ola fue, en muchos países de Europa, muy corta. En España el 14 de Marzo se decretó el estado de alarma, y 15 días después, el 31 de Marzo, el número de nuevos casos llegó a su máximo. Se trata del tiempo de reacción mínimo permitido por las características del virus (antes de 15 días no se ve el efecto de ninguna medida): la medida fue drástica pero tuvo su efecto. Tras el 1 de Abril los casos se redujeron rápidamente, aún si este descenso fue de alguna manera escondido por el aumento del número de PCR, la curva de las víctimas lo revela claramente:

 

 

 

No todos los países tuvieron el mismo comportamiento. Casos emblemáticos son los del Reino Unido y de Rusia que, a causa del retraso y de la poca contundencia de las medida, tuvieron una primera ola muy larga:

 


 A finales de Mayo, el Reino Unido tenía 590 muertos por cada millón de habitantes, uno de los ratios más altos de Europa (España tenía entonces 550).

A principio de Junio la primera ola podía considerarse terminada, y empezó la desescalada. Allí empezaron los errores. Varias CCAA empujaron por una desescalada rápida (Madrid hasta amenazó con desobedecer las ordenes de sanidad) con la idea, ilusoria, de "salvar el verano". El gobierno, por debilidad o por miedo al precio político que tendría que pagar, cedió, y la desescalada fue muy rápida, con cambios de fases cada 15 días, a veces empujados por las mismas CCAA (recordamos las criticas al gobierno cuando Madrid tuvo que quedarse en fase 1 una semana más de los 15 días mínimos).

Esto preparó el terreno para la segunda ola, que podríamos llamar la "ola de la complacencia". Durante el verano el número de casos se mantuvo bajo, y esto siguió generando confianza. El verano, claramente, no se salvó: los europeos tenían sus propios problemas con la pandemia y no estaban como para venirse de vacaciones a España. La vuelta al cole generó mucha inquietud pero en ese caso se hicieron bien las cosas y el número de contagios en ámbito escolar siempre ha sido muy limitado.

En otoño los casos empezaron a aumentar, pero nadie pareció hacerle mucho caso: la segunda ola no generó valores récord de incidencia acumulada, y esto generó un falso sentimiento de confianza: la hostelería permaneció casi siempre abierta y el gobierno sólo generó un estado de alarma muy blando en Madrid. Pero la ola fue larga, y el número de víctimas depende no sólo de la intensidad sino, también, de la longitud: entre el 1/7/2020 y el 20/12/2020, el periodo de la segunda ola, hubo en España 14256 fallecidos, más de la mitad del número que hubo en la tremenda primera ola.

La tercera ola tuvo lugar en enero/febrero 2021. Si la segunda fue la ola de la complacencia, esta fue la ola de la inconsciencia, diría de la locura. Los epidemiólogos habían avisado que no podíamos tener unas navidades normales o casi normales si queríamos evitar una tercera ola bruta. Otros países tomaron medidas drásticas, entre ellos Italia, que impuso, hasta bien entrado enero, el cierre de la hostelería a las 6 de la tarde y volvió a confinar durante los días de navidad. Italia ha tenido un enero 2021 tranquilo, en España hemos tenido 1.000.000 de casos y 10.000 muertos. La locura de "salvar la navidad" cuesta.

Tras una bajada relativa de los contagios en Febrero-Marzo, hemos vuelto a repetir el error: muchas comunidades han relajado las medidas, el gobierno no ha querido renovar el estado de alarma, y hemos tenido una cuarta ola, afortunadamente menos letal que la tercera.

Parece increíble, pero tras cuatro olas no hemos aprendido nada. Tras el desastre del mantra de "salvar la navidad" no hemos tenido reparo en asumir el mantra "salvar el verano", y los resultados, como estamos viendo, han sido desastrosos no sólo desde el punto de vista sanitario sino que lo será también, previsiblemente, desde el punto de vista económico.

Como siempre, cuando las cosas han empezado a mejorar, han empezado a surgir voces que pedían una desescalada rápida (para "salvar la economía") y, como ha pasado siempre desde Junio 2020, el gobierno no ha tenido la voluntad política de resistir y de imponer una desescalada lenta. Ya ha desaparecido el obligo de llevar la mascarilla en exteriores. En teoría, sólo cuando es posible mantener la distancia de seguridad, en práctica, mucha gente ha escuchado sólo la primera parte de la medida y ha felizmente olvidado la limitación. Las playas se han llenado, las fiestas se han multiplicado, el ocio nocturno ha celebrado... durante un tiempo.

En la semana pasada, en pocos días, la incidencia acumulada a 14 días ha pasado de 92 a 300: hemos vuelto al riesgo extremo. Que la mayoría de los infectado sean jóvenes y por tanto no contribuyan demasiado al colapso hospitalario no ayuda ni desde el punto de vista sanitario ni desde el económico.

Desde el punto de vista sanitario, estos casos colapsan los centros de salud, que tienen que hacer seguimiento. En casi todas las CCAA los centros de salud ya estaban colapsados. En comunidades como Cataluña y, sobre todo, Madrid, se están cerrando centros de salud, empeorando al situación. El resultado es que muchas patologías que no son la covid (la gente, inclso en la pandemia, sigue enfermándose también de oras cosas) no pueden ser atendidas adecuadamente, causando víctimas indirectas de la covid. Que una persona muera de un trombo porque no se le ha podido controlar la dosis de anticoagulante puede no aparecer en las estadística de los muertos de covid, pero es, indirectamente, una víctima de los que han decidido que una fiesta era más importante que la salud de los demás.

Desde el punto de vista económico, el intento de salvar el verano puede costarnos el verano. La alta incidencia acumulada está disuadiendo a los turistas extranjeros: es de estos días la noticia que Francia desaconseja a sus ciudadanos veranear en España y Portugal. Así como en el caso anterior, que el aumento de casos sea relativamente poco preocupante dado que se da principalmente en personas jóvenes es irrelevante: así como nosotros no conocemos los detalles de la evolución de la pandemia en otros países, otros países no conocen los nuestros. El dato principal en que basan su decisión de venir o no a España es el número de contagios.

 Desde el punto de vista ético, nos revela como una sociedad inculta y egoista. Los sanitarios llevan un año agotados, la gente sigue muriendo, pero parece que para muchas personas esto vale menos que su derecho asalir de fiesta. Y no se trata sólo de losjóvenes. Cuando empezó en brote en el viaje de fin de curso en Mallorca, lo normal, lo sano, lo racional, habría sido que los mismos padres hubieran obligado sus hijos, contactos de positivos, a aislarse diez días en el hotel. Se trata de un ejercicio elemental de responsabilidad personal: yo tomo una decisión (irme de viaje) y asumo las consecuencias de mi decisión. Pero no, los padres han demostrado tener tan poca madurez como los hijos, y han denunciado a quien los tenía "secuestrados". Hemos visto las consecuencias.

La consecuencia de poner la economía por encima de la salud ha sido que no hemos salvado ni la salud ni la economía. Y lo peor es que desde Septiembre del año pasado hemos repetido el mismo error cuatro veces.

 

 

Wednesday 5 May 2021

Elecciones en Madrid, o: el sueño de la razón

Según previsiones, Ayuso ha ganado por goleada y gobernará Madrid dis años más con el apoyo de la ultraderecha. El resultado no sorprende: ya hace semanas, en otro escrito, había hablado de las razones que la llevarían a una, entonces, probable, victoria. Pero si es cierto que, como dice el Alighieri, "saetta prevista vien più lenta", es cierto que se trata de una victoria preocupante no sólo (para una persona de izquierdas) en el plano político sino también (y esto debería preocupar a todos) en el plano de la salud democrática, por como se ha conseguido esta victoria y por la involución que representa en el debate político.

Para una persona de izquierda es lógicamente preocupante que, durante por lo menos dos años más, seguirá el desmantelamiento de la sanidad y de la educación públicas, la privatización de los servicios, la práctica de hacer negocios privados con la cosa pública. Esta es una preocupación política, de alguna manera normal en una persona de izquierda cuando gana la derecha.

Pero lo que hace esta victoria preocupante es lo que representa en el plano del anti-política, del anti-razón. Ayuso no ha ganado presentando su gestión durante los últimos dos años, ni presentando un programa para los dos años que vienen. La gestión de la administración Ayuso en los últimos dos años ha sido nula (dos leyes en dos años), su gestión de la pandemia, de que he hablado enotro escrito, nefasta (IA acumulada desde el 1/7 en 8300, la más alta de España, el 20% d los muertos con el 14% de la población, caída del PIB en un 10%, de las más altas de España, subida del paro en un año del 1.55% frente al 1.57% de la media española). Ayuso ha conseguido que no se hablara de eso. De hecho, Ayuso ha conseguido que en campaña no se hablara de gestión ni de programa. El folleto que ha enviado a los electores, con su foto, la palabra "libertad" y el verso en blanco sin ninguna propuesta ha sido la metáfora perfecta de su gestión y de su campaña.

Ayuso ha ganado porque ha gritado más que sus adversarios, porque ha enfrentado, porque ha calentado los ánimos sin, en realidad, decir nunca nada. Esto es lo que verdaderamente preocupa. El gran derrotado de la noche electoral ha sido Angel Gabilondo, el antitesis de Ayuso, una persona que, a pesar de tener profundas diferencias políticas con él, siempre he respetado por ser una persona sosegada y culta, una persona capaz de hablar de política, de problemas complejos que necesitan soluciones complejas. Esta es la política que, con la excepción de Más Madrid que ha ganado muchos votos, ha salido derrotada de la noche electoral. La derrota de Gabilondo no es sólo la derrota de un proyecto político (algo que, en una democracia es, al fin y al cabo, lo normal: uno gana y el otro pierde), es la derrota de la política razonada, de la política culta. La victoria de la campaña de Ayuso es la victoria de la política falsamente chabacana, que en el fondo es una política manipuladora muy sofisticada que primero crea artificialmente emociones y luego las explota sin decir realmente nada sobre su programa o sus ideales.

Pierde la razón y ganan las emociones, pierde el razonamiento y ganan los eslóganes. Ayuso no ha ganado proponiendo ideas, sino levantando el miedo, un miedo irracional, que no tiene ninguna razón efectiva de existir, pero que es muy poderoso a la hora de dirigir las acciones de las personas. Consuela un poco el éxito de Más Madrid y de Mónica García, una persona que, con un formato quizás más moderno, ha presentado también una campaña sosegada y basada en contenidos.

Ayuso ha demostrado que para ganar no sólo no es necesario tener un programa, sino que es mejor no tenerlo. Se ganan más votos insultando a los adversarios que hablando de los problemas de la cuidad. Si uno piensa un poco en la campaña electoral, se dará cuenta que, excepto por los insultos personales, los eslóganes y el enfrentamiento, Ayuso no ha dicho absolutamente nada. Esto es lo que preocupa desde el punto de vista de la salud democrática.

Para una persona de izquierda, una victoria de la derecha es siempre preocupante. Pero victorias de la derecha ha habido en el pasado y habrá en el futuro: es parte del juego democrático. Pero en Madrid ha ganado el miedo, ha ganado la anti-política, han ganado los eslóganes vacíos y, a menudo, basados en datos falsos. Esto es lo que verdaderamente debería preocupar todos los que, de izquierda o de derechas, se preocupan por la calidad de nuestra democracia.

Han ganado las emociones (sobre todo esa emoción muy poderosa que es el miedo), la razón se ha quedado dormida. Y Goya ya nos advirtió que el sueño de la razón produce monstruos.

Sunday 11 April 2021

El rechazo a la vacuna: un "síndrome de irracionalidad inducida"

 Leo en un periódico que un 62% de las personas entre 60 y 69 años han rechazado hoy, 9 de Abril de 2021, vacunarse con la vacuna de AstraZeneca debido al temor de trombo. No sé si la cifra es cierta. Si lo es, se trata de una noticia preocupante en dos planos distintos: el epidemiológico y el social-informativo.

La seguridad de la vacuna de AstraZeneca no ha sido nunca puesta en duda. Los efectos secundarios graves (la trombocitopenia trombótica inmunitaria inducida por vacuna, VITT, desde su nombre en inglés: vaccine-induced immune thrombotic thrombocytopenia) se presentan más o menos en un caso por cada millón de vacunas inyectada. No todos estos casos son debidos a la vacuna, claramente: siempre ha habido casos de este síndrome, por tanto hay un "ruido de fondo" de casos independientes de la vacuna. Aún si todos estos casos fueran debido a la vacuna, se trataría todavía de una vacuna tan segura como la vacuna de la gripe que esa misma franja de persona se pone todos los años.

Esto sin contar el efecto más importante: al inmunidad al sars-cov-2. Las cuentas son fáciles: a día de hoy en España han muerto unas 78000 personas por covid. Sobre una población de 47 millones de habitantes esto significa que una persona tiene un 0.16% de probabilidad de morir por covid. Mucho más si es una persona de más de 60 años, donde la mortalidad es mucho más alta, menos ahora que los contagios se están reduciendo. Asumamos que estos dos efecto se compensan y que una persona de más de 60 años en España, independientemente de lo que haga, tiene un 0.1% de probabilidad de morir por covid. Esto hay que compararlo con el 0.0001% de probabilidad de padecer efectos graves (y por lo menos un orden de magnitud menos de morir por efecto de la vacuna). Esto quiere decir que es 1.000 veces más probable que estas personas mueran de covid que de VITT. Se trata de un cálculo muy aproximado por tanto seamos conservadores y dividamos por 10: una persona tiene 100 veces más probabilidades de morir de covid que de VITT.

Está claro que rechazar la vacuna no tiene ningún sentido, por lo menos si a uno le interesa sobrevivir. Entonces, ¿de dónde viene esta ola de rechazos? Puede parecer un tópico, pero los culpables son los de siempre: la información y la educación.

Hemos dicho que la probabilidad de padecer efectos graves por la vacuna de AstraZeneca no es mucho mayor que la de padecerlos por la vacuna de la gripe. Entonces, ¿por qué se habla tanto de los efectos de una y prácticamente nada de los efecto de la otra? Una diferencia importante son los números absolutos. Se están vacunando millones de personas a un ritmo nunca visto antes; es normal que, con las mismas probabilidades, haya mucho más casos. Y, lamentablemente, los medios de comunicación van más detrás de la "historia" que de la información. El porcentaje no hace noticia, los casos, sí. Y una vez que han empezado, los medios de información no paran. Estos casos generan audiencia, crean todo tipo de hipótesis, más o menos absurdas, que se pueden explotar en muchos programas, más o menos serios, y siguen generando audiencia. Una vez que se ha creado la forma mentis "está pasando algo", cualquier voz racional que intente reconducir el problema a sus términos reales será marcada como "parte de la conspiración", "uno de ellos" y por cada programa que intente dar voz a un científico serio habrá tres que saldrán a decir que "hay algo detrás de todo esto".

 

Hay otro elemento que considerar. Un amigo médico me dice que en Andalucía el porcentaje de personas que han rechazado la vacuna es del 20%. No he tenido la posibilidad de averiguar el dato, pero confío en quien me lo ha dado. No creo que los andaluces sean genéticamente más racionales que los madrileños, por tanto algo externo tiene que intervenir para explicar esta diferencia. Creo que es la actitud de los gobiernos regionales. El gobierno andaluz ha tenido una actitud bastante prudente y racional: ha aplicado medidas (ha llegado a pedir, muy razonablemente, que se prorrogue el estado de alarma), ha cooperado con comunidades y gobierno, y no ha buscado la confrontación. El gobierno de Madrid, desde el principio, se ha dedicado a la descalificación de todo lo que hacía Sanidad y las demás comunidades (recordamos el acuerdo con las dos Castillas, firmado y rechazado al día siguiente), a crear enfrentamiento y confusión. Esta actitud influye en cómo la gente interpreta los cambios en los protocolos debidos a los nuevos datos. En este ambiente de enfrentamiento un cambio perfectamente comprensible desde un punto de vista científico se transforma en un motivo de desconfianza.

Aquí entra en juego la educación. La epidemiología es una ciencia estadística, y es importante comprender conceptos como la probabilidad y el ratio de probabilidades. Cuando intenté explicarlo a un conocido, este se rebeló diciendo "lo que tu quiere es que juguemos a la ruleta rusa con la vacuna". No conseguí que entendiera que, si este es su punto de vista, todos los días jugamos a la ruleta rusa con el virus simplemente saliendo de casa. De hecho, independientemente del virus, todos los días jugamos a la ruleta rusa metiéndonos en un coche o cruzando la calle. Uno puede no creer que todo son probabilidades, pero instintivamente intentará mejorarlas mirando a ambos lados antes de cruzar la calle.

No creo que el problema sea la falta de capacidad de comprensión en la gente. Creo al contrario que casi todos tienen suficiente capacidad para entender los conceptos necesarios a un análisis de la situación epidemiológica. Noam Chomsky una vez observó cómo en EE.UU. personas que dicen no saber nada de matemáticas o incluso de odiar las matemáticas usaban rutinariamente concepto estadísticos muy avanzados cada vez que hablaban de baseball. Si sólo consiguiéramos crear en la gente un interés para la epidemiología igual a lo que los americanos tienen para el baseball, nuestra situación mejoraría muchísimo.

 

Ahora sólo hace falta encontrar la manera de hacerlo...

Monday 5 April 2021

4 de Mayo: ¿La irresponsabilidad mantendrá el poder en Madrid?

El 4 de Mayo habrá elecciones en Madrid, y todas las encuestas confirman que el Partido Popular será el gran ganador. No está claro si tendrá o no la mayoría para poder gobernar: mucho dependerá de la supervivencia de Ciudadanos. Si C’s conseguirá superar el 5% de los votos y conseguir, por lo menos, los 7 diputados correspondientes, es muy probable que la derecha tenga mayoría, si no, todo está todavía por ver.

Hay varias razones que explican este éxito del PP. Algunas de ellas son de simple “matemática electoral”. En 2019, en el momento de máximo auge de Ciudadanos, el PSOE ganó las elecciones y el PP se hundió. Esto significa que en Madrid C’s quitó votos casi exclusivamente al PP, y prácticamente ninguno al PSOE. Es lógico pensar que ahora que C’s se hunde casi todos estos votos vuelvan al PP. 

Por otro lado, el PP de Madrid está muy escorado a la derecha, más que en otras comunidades. La gestión de Ayuso es esencialmente la que podría hacer VOX. Esto hace que VOX no sea una opción tan apetecible para la derecha del PP, y reducirá mucho el trasvaso de PP a VOX que se ha verificado en otras comunidades.

También, tradicionalmente, en Madrid la derecha vota más que la izquierda. La participación roza el 75% en los barrios más ricos y en general "de derechas", y se queda en el 60% en los barrios "de izquierda". El hecho que las elecciones sean un martes y que el gobierno regional se haya negado a declarar el 4 de Mayo festivo también los ayudará (y hay más que una sospecha que esta es la razón real por no declarar festivo el día de las elecciones).

Pero hay más razones para este éxito previsto, y la más absurda es la siguiente: Ayuso no ganará las elecciones a pesar de su gestión irresponsable, las ganará gracias a ella. Madrid premia la irresponsabilidad, premia a quien pone el derecho a la caña por encima del derecho a la salud, a quien ignora la atención primaria y abre el interior de bares y restaurantes. Madrid es el epitome de la cultura del egoísmo, de la cerrazón y de la insolidaridad en que vivimos: a muchos madrileños les interesa sólo lo que ven y sólo lo que les afecta directamente. Los hospitales, las UCIs colapsadas no se ven, el vino en el interior de un bar, sí. "Lo que no me afecta directamente, no existe": esta es la ideología en que vivimos, y esto es lo que Madrid va a votar.

Hace unos meses, una enfermera de Madrid publicó una carta abierta hablando de su desesperante situación en el trabajo. Allí habló de una conversación que tuvo con el hijo de unos amigos, un joven que se saltaba las medidas y se iba de fiesta. Lo que el chico le dijo no podría ser más claro (cito de memoria): “a mi me gusta ir de fiestas, y en cuanto no le pase nada a mi familia, los muertos me dan igual”. Temo que esta sea la mentalidad de muchos madrileños. Es esta mentalidad la que premia la nefasta gestión de Ayuso y que le dará la victoria.

En muchos casos la desinformación ha ayudado a propagar el discurso del gobierno regional, dándole esencialmente la hegemonía y difundiendo la sensación de un éxito de gestión que está muy lejos de la realidad. Hasta se ha llegado al absurdo de hablar de "milagro madrileño" para calificar el descontrol que hemos vivido en nuestra comunidad. Lo sorprendente es que los datos están allí. El dato epidemiológico que más directamente se relaciona con las medidas es el número de contagiados (el número de muerto depende también de otras variables, por tanto no es la mejor medida del éxito de las medidas. Usarlo es un poco como medir el tiempo desde la última comida usando el hambre que se tiene: el hambre depende de muchos factores por tanto, a pesar de ser una buena medida para saber cuando cenar, no es un buen sustituto del reloj para saber cuando coger el tren de las 17). 

Si consideramos la incidencia acumulada desde el 1 de Julio (más o menos cuando las CCAA recuperaron sus competencias), hasta el 1/4/2021, Madrid tiene unos 8.200 casos por cada 100.000 habitantes: el valor más alto de España. Es un dato que es fácil esconder si se tiene una buena máquina de propaganda: los datos oficiales sólo dan la IA a corto plazo (IA-14 días e IA-7 días) y muchas veces hay comunidades con una IA más alta que Madrid. Lo que no se considera es que Madrid está siempre entre las primeras dos o tres, mientras las que hoy están por encima de Madrid mañana están muy por debajo. Así, mirando siempre al caso temporáneamente peor, no se nota que Madrid ha tenido una ola más larga que los demás, y que los casos se acumulan, un problema de que hablé en ocasión del comienzo de la tercera ola.

Por ejemplo, en Madrid se hacían comparaciones con Valencia cuando Valencia tenía una IA de 1.200 y Madrid una de 900. No se habla mucho, por otro lado, del hecho que en poco más de un mes Valencia ha reducido si IA a menos de 30, mientras Madrid está en más de 250 (datos del 1/4/2021). Valencia ha aprendido la lección del desastre de enero, cierra la hostelería a las 18 e impone estrictas limitaciones a la movilidad. Medidas incómodas, pero que funcionan. Las cañas se pagan con muertos.

Hay quien usa como justificante para estos malos datos la densidad media de población en Madrid, olvidando que la densidad media no es necesariamente la variable epidemiológicamente más significativa: la densidad mediana lo es mucho más. Me explico. Consideramos el caso de Alberta, en Canadá. Alberta es un territorio enorme (660.000 Km2) con pocos habitantes (4 millones). Su densidad media es muy baja (6 habitantes per Km2). Por otro lado, más de la mitad de los habitantes de Alberta viven en Calgary: el resto del territorio es como si no existiera. Desde un punto de vista epidemiológico, la situación de Alberta es la misma que habría si fuera un estado muy pequeño que sólo incluye la ciudad de Calgary y pocas más.

Hay muchas consideraciones de este estilo que se pueden hacer sobre el desastre de la gestión de Madrid, pero, como he dicho, parece que el discurso del gobierno regional se ha vuelto hegemónico, los mensajes basados en datos ciertos y consideraciones racionales no consiguen difundirse por encima del autobombo del "milagro". Y, temo, no consiguen difundirse principalmente por la visión egoísta del problema que muchos tienen y por el fenómeno de la "burbuja informativa": se oye sólo lo que nos gusta oír, sólo lo que confirma nuestros prejuicios y nuestras ideas preconcebida. Si lo que me interesa es salir a cenar y no me interesa la situación en los hospitales en cuanto no me toca directamente, pues, escucho quien habla de milagro y considero falsedad lo que dicen los que se oponen.

Dada esta actitud de parte de los madrileños, hay que reconocer que el gobierno de Ayuso es su gobierno ideal. Quien aprecia las medidas populista que hacen mella en la prensa, tendrá gobiernos populistas. Gastar dinero en reforzar la atención primaria era la medida más necesaria, pero este dinero "no se ve". Mejor construir un hospital inútil, sin contratar a médicos para trabajar allí, pero que permite una bonita ceremonia de inauguración y declarar "yo he construido un hospital". Quien se queda en la superficie de las cosas, no las analiza y se cree estos proclamas, tiene sus representantes ideales en la Comunidad de Madrid.

La presidente de la comunidad ha convocado elecciones en un momento en que se siente fuerte, y las encuestas le dan la razón. Hay quien dice que sólo un milagro podría hacer caer su gobierno. Pero... ¿quien dice que los milagros no se pueden realizar?

Monday 29 March 2021

El suicidio arquitectónico de Madrid

Tras dos años de trabajos, la reforma de la estación de tribunal en Madrid ha llegado a su conclusión. Se trata de una reforma importante y necesaria para mejorar las instalaciones y permitir el acceso a las personas con movilidad reducida. Pero se trata también de una ocasión perdida: es una pena que, en lugar de recuperar y valorizar las baldosas blancas típicas de las estaciones de metro de Madrid, la reforma las ha eliminado y remplazado con anónimas planchas de metal que eliminan la "personalidad" de la estación y que en unos veinte años ya habrán envejecido. Si no se quería recuperar el aspecto original de la estación, había otras soluciones que permitían mantener su unicidad. Se podía, así como se hace por ejemplo en Paris, encomendar el diseño de su aspecto a un artista (en Paris distintas estaciones han sido decoradas por diferentes artistas, con un muy buen resultado). Pero no: como demasiadas veces sucede en la historia reciente de Madrid, se ha preferido la uniformidad anodina y la baja calidad a la unicidad y la duración.

 La falta de respeto para la historia del Metro puede parecer un asunto menor (y, en muchos sentido, lo es), pero es el epitome de la falta de respeto de Madrid hacia sigo misma.

 Madrid es una ciudad que, sobre todo en los años '60, '70 y '80 del Siglo pasado ha trabajado muy duro en destruirse. Desde el derrumbe de palacios (El Palacio del Duque de Uceda en la Plaza de Colon es un ejemplo) hasta la destrucción de entero viejos barrios (el viejo barrio de Argüelles con la Iglesia del Buen Suceso para la construcción del bloque del Corte Inglés de la Calle Princesa), Madrid ha destruido su historia en aras de horrores arquitectónicos. Ha sido constantemente incapaz de mantener y reformar lo que tenía. Incluso las pocas normas que tiene, por ejemplo la que impone mantener las fachadas en obras de reforma, han sido tomado poco en serio: es suficiente ver las critica que recibió la alcaldesa Carmena cuando aplicó esta norma a la protección del edificio España de la Plaza de España.

Incluso cuando se reforma, parece que Madrid no se respete. Todas las reformas y las peatonalizaciones en el centro de Madrid de los últimos 15 años se han hecho con la misma piedra: una piedra gris, débil y porosa. El gris de la piedra da a la ciudad su aspecto triste, la porosidad hace que la suciedad entre en poco tiempo en la piedra, dando a la ciudad un aspecto sucio, la debilidad hace que las baldosas se rompan o se desplacen en pocos años, dando a la ciudad un aspecto descuidado. Es suficiente pasar por las calles de Chueca, reformada hace menos de tres años, para ver piedras rotas y ya empapadas de suciedad y del aceite de los coches. Lo mismo en la Calle Fuencarral, en Callao, en Malasaña. Una cosa parece olvidársele casi siempre a nuestros arquitectos: las calles peatonales, por la mañana, están abiertas a las furgonetas de reparto, y es necesario diseñarla para que aguanten el peso y las maniobras de estas furgonetas: las baldosas grandes y débiles se rompen y se desplazan en pocos meses, sobre todo si reposan en una base no muy bien hecha. Y no hace falta viajar a países exóticos para ver un ejemplo de reforma bien hecha: es suficiente darse un paseo por el centro, bien reformado, de Málaga.

Las furgonetas y sus conductores, hay que admitirlo, tampoco ayudan. A los conductores no parece importarle mucho preservar y cuidar la ciudad en que viven. Las furgonetas arrasan sin piedad bolardos, doblan farolas, destruyen las estructuras alrededor de los árboles y, a veces, los mismos árboles. En la Calle Carretas o en Fuencarral buena parte de las decoraciones de metal alrededor de los árboles están destrozadas por conductores descuidados. Los madrileños de "a pié" tampoco cuidan a su ciudad, llenándola de suciedad (un ejemplo: los japoneses fuman tanto como los españoles, pero por las calles de Tokio o de Osaka no se ve una colilla; Madrid está lleno de ellas).


Tampoco las paredes se salvan, atacadas por todos lados. Por un lado, tenemos los grafiteros, estas personas que se definen a si mismas "artistas urbanos" pero que a menudo no van más allá del narcisismo de escribir su propio nombre. Duchamp quizás habría sabido dar un sentido a la idea de una firma sin cuadro (en oposición al cuadro anónimo, sin firma), pero consideraciones de este tipo parecen estar por encima de las consideraciones de nuestros grafiteros. Lo peor es que, así como el barro después de una inundación, lo cubren todo. Alguien, especialmente inculto y destructor, ha llegado a destrozar el trompe l'oeil de la Calle Montera que, si no era una obra maestra de la pintura, daba sin duda a la calle cierto carácter. Más, sin duda, que el vulgar nombre del grafitero, que es lo que tenemos ahora.

Al otro lado, tenemos la publicidad en los andamios, forma de grafitos legal pero igualmente vulgar y molesta. Mientras en Roma o Paris los andamios se cubren con una foto del edificio para limitar su impacto estético, en Madrid se cubren con publicidades cada vez más grandes y ordinarios.

Las tiendas y los negocios, que tanta parte tienen en dar personalidad a una ciudad, no consiguen cumplir esta función en Madrid. Al contrario de ciudades como san Francisco, que limitan drásticamente por ley la presencia de cadenas y franquicias en su centro, dejando espacio a las actividades sociales, Madrid parece trabajar en contra de ellos, facilitando la llegada de grandes cadenas que diluyen su personalidad y transforman calles como la Gran Vía en poco más de un centro comercial a cielo abierto. Caso todas las viejas tiendas con fachadas de hierro forjado o madera, que so su unicidad daban un toque a los viejos barrios de Madrid, han desaparecido, remplazadas por la ordinariez de las "imágenes corporativas" de las empresas, un fenómeno que ya había observado hace unos años.

Por alguna razón que no tengo del todo clara (incultura, puede ser), los madrileños no aman y no respetan a su ciudad, una ciudad que destruye constantemente su historia, que parece trabajar activamente en destruir su personalidad. Una especie de Las Vegas local, y quizás no es casualidad que justo aquí se quería construir esa monstruosidad que era Eurovegas. Pero una Las Vegas triste, una Las Vegas gris y sucia. Una pseudo Las Vegas sin la alegría de ser hortera y la alocada experimentación que caracteriza la ciudad de Nevada.

 Concluyo con una previsión: se está reformando la estación de Metro de Sol, otra reforma útil y necesaria. La estación, en sus orígenes, tenía una marquesina Art Deco que se eliminó para dejar espacio a una intersección entre la Gran Vía y la Calle Montera que, en ese momento, estaba abierta a los coches. Ahora que la Calle Montera se ha peatonalizado, se podría reconstruir la marquesina como señal de identidad del Metro (un poco como las entradas Art Deco de las estaciones de Metro de Paris). Apuesto que no se hará, que se pondrá una entrada anónima con un ascensor en un anónimo marco de aluminio. Espero, de todo corazón, perder la apuesta. 


08/06/2021

Me alegra comunicar que he perdido la apuesta con que terminaba mi escrito. LA estación de Metro de Gran Vía no tiene como entrada un marco de aluminio sino una estructura de piedra con una marquesina un poco en el estilo de la vieja entrada. No me gusta del todo: el Metro es una de las cumbres de la segunda revolución industrial (la del Siglo XIX-XX) y una entrada metálica de forja habría sido más apropiada. Además, la piedra gris y porosa tendrá todos los problemas de todas las reformas de Madrid. Lo peor, pero, está en el interior, donde se han repetido los estragos típicos de Madrid: en lugar de recuperar las partes de la vieja estación o, por lo menos, restituir su carácter, se ha preferido ir a un modernismo blando, ordinario, con paneles metálicos, iluminación de tienda de ropa, y una mega pantalla donde Metro de Madrid hace autobombo. Un desastre.

 

 

 

Saturday 13 March 2021

Quer pasticciaccio brutto de puerta del sol

En el momento en que escribo (13 de Marzo de 2021), la situación del terremoto político en España es la siguiente: parece que el PP ha conseguido parar la moción de censura en Murcia comprando (no se me ocurre otro verbo para describir la maniobra) tres votos de C’s a cambio de sillones. En Madrid los tribunales todavía no se han pronunciado, pero lo más probable es que haya elecciones el 4 de Mayo.

La situación que parece estar más estable es la de Murcia. García Egea ha conseguido comprar tres votos, dos diputados de Ciudadanos se han visto ofrecer Consejería a cambio de votar en contra de la moción de censura, con buena paz del pacto anti-transfugismo que hace escasos meses (en Noviembre) se extendió a todas las administraciones públicas.

Está claro que Arrimada ha, en algún momento, calculado mal. O bien ha sobrevalorado la disciplina de sus diputados (un error muy poco justificable en un partido que se está desangrando y donde ya parte de la cúpula se ha ido a otros partidos), o ha pensado, con una ingenuidad casi imperdonable, que un pacto firmado pudiera impedir al PP hacer lo que le conviene. Partiendo de la frase de von Clausewitz que "laguerra es la continuación de la política con otros medios" y de la máxima que "en guerra y en amor todo está permitido", hay quien ha sacado la conclusión que "en política todo vale", incluso ignorar los pactos anti-transfuguismo firmados en 1998 y renovados en Noviembre 2020. Es una buena lección que todos los que quieren negociar con el PP en el futuro deberían aprender.

En Madrid la situación es más compleja, y en este caso no podemos considerar el PP como una entidad monolítica: es posible que en Madrid parte del PP gane sobre otra parte.

Asumiendo que haya elecciones y que, como dicen las encuestas, el PP las gane, hay tres escenarios posibles: (1) el PP consigue mayoría absoluta, (2) el PP gana pero necesita el apoyo de VOX para gobernar o (3) la izquierda consigue un número suficiente de escaños para que gobierne Gabilondo. La tercera hipótesis no parece, en este momento, muy probable.

El primer escenario sería un éxito rotundo del PP: Ayuso ganaría porque su gestión, que no puedo definir de otra manera que irresponsable, se verá premiada, y Casado ganará porque consigue un primer éxito sobre VOX y puede empezar en el programa anunciado de desvincular el PP de VOX. Se trata de un escenario posible. Es cierto que en casi toda España VOX está ganando votos quitándoselos al PP, pero Madrid está en una situación particular. Ideológicamente, Ayuso está tan alineada con la ideología de VOX que los electores que en otras regiones huyen del PP hacia VOX en Madrid podrían quedarse. Es decir, en Madrid VOX podría no ganar mucho. Queda que ver adonde irán los votos de Ciudadanos: Ciudadanos consiguió el éxito en Madrid en un momento en que todavía se presentaba como “partido bisagra”, que podía negociar con PSOE y PP, y recibió muchos votos de la parte “derecha” del PSOE. Se trata de votos que, dada la ideología bastante extrema de Ayuso, podrían volver al PSOE.

El segundo escenario (gobierno con VOX) sería un éxito para Ayuso y su política, pero una derrota para la línea política que Casado ha anunciado ya desde el discurso en la moción de censura de VOX. En este caso sería sí un éxito personal para Ayuso, pero un problema adicional para el PP en un momento de crisis y divisiones internas.

Lo absurdo de Madrid es que Ayuso no va a ganar a pesar de su pésima gestión de la pandemia (de que ya he hablado en otro escrito), sino gracias a ella. En Madrid, parece, hay mucha gente que ve salir de copas o de caña como la única cosa importante, ciertamente más importante que el colapso de la sanidad y el desgaste de los médicos. Salir es su juguete, y muchos tienen la mentalidad de un niño de nueve años: no quieren que se le quite su juguete, y les da igual que esto cause problemas serios a otras personas: en cuanto no le pase nada a ellos, lo único que le interesa es su juguete. Luego, claro, si le pasa algo (por ejemplo, si se infectan o si un familiar se contagia) no asumirán su responsabilidad y buscarán un culpable (Fernando Simón, normalmente). Pero por el momento están encantado con cualquiera les deje su juguete. El hecho que Madrid tenga la IA cumulativa desde el 1/7 más alta de España no les interesa. Actitudes irresponsables e insolidarias que ven en la gestión de Ayuso un aliado importante.

Es una pena ver como la solidaridad que todos sentimos en los meses duros del confinamiento se ha desvanecido en comportamientos insolidarios y dañinos. Pero es algo que ya se veía venir desde junio, y sobre eso también he escrito

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