En la fallida moción de censura que acamanos de vivir, una cosa en particular me ha llamado la atención: lo poco que Santiago Abascal parece haber preparado su intervención. Esta falta de preparación seguramente tiene una explicación racional, y nos hace cuestionar cual ha sido la real motivación de esta moción.
La interpretación que todos dábamos hasta el miércoles era
que se trataba de una jugada de la lucha que se ha desencadenado para el
liderazgo de la derecha desde que VOX tiene representación en los parlamentos
españoles y, sobre todo, desde el derrumbe de Cuidadanos (el otro contendiente
a este liderazgo) en las últimas elecciones.
La moción de censura no tenía esperanza de prosperar, pero
daba a Abascal una tribuna inédita de donde llegar más allá de sus electores
tradicionales. Ahora, Abascal podía hablar todo el tiempo que quería y tenía
derecho ilimitado de réplica frente a cualquier ataque que los otros partidos
le podían hacer. Lo más razonable parecía ser que Abascal usara esta tribuna
para llegar a los electores del PP o, por lo menos, a los del ala derecha del
PP y atraerlos hacía VOX.
Por esto, me parece, tenía que articular un proyecto
coherente y fundarlo con datos reales sobre España y la situación actual.
Abascal no ha hecho nada de todo esto. En sus intervenciones se ha limitado a
repetir los viejos tópicos, la vieja retórica vacía y los viejos insultos. No
ha aportado nada positivo, no ha articulado ningún proyecto: se ha limitado a
valoraciones negativas sobre los demás, casi siempre sin ninguna base factual.
Austin diría que el discurso de Abascal contiene más
performativos que constativos, es decir, muchas declaraciones sin contenido
factual y pocas declaraciones de hechos. Cuando Abascal ha declarado algo, casi
siempre se ha tratado de un bulo, y con esto ha dado mucho campo a Sánchez
(quien, él sí, se ha preparado y ha llegado armado de muchos datos) para demostrar
que lo que decía no tenía sentido. Casi todo lo que ha dicho Abascal lo ha
dicho sin dar ninguna base factual a sus declaraciones, y en esto ha dejado el
campo libre a Sánchez para desenmascarar sus bulos.
Abascal, a pesar del tiempo que tenía para articular un
discurso más razonado y del foro que tenía, no ha desviado de la retórica habitual de VOX. La impresión es que estaba
hablando más a los conversos que a electores del PP que podía atraer. Si su
plan era aprovechar la debilidad de Casado para desconectar de él la derecha
del PP, no parece que su discurso haya sido el más adecuado a su plan. Si su
intención era consolidar el electorado actual de VOX por miedo a que se pueda
ir al PP, entonces su discurso ha sido ideal. Un discurso sin argumentación
racional, sin ninguna base factual, hecho simplemente de retórica, de bulos y
de insultos es, según Abascal, lo que sus electores buscan. Abascal considera
sus electores personas irracionales que sólo siguen a quien grita más fuerte.
Es posible que tenga razón. Pero está claro que ya no hace falta que nadie
insulte a los electores de VOX: para esto está ya el Sr. Abascal.
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