Por segunda vez en pocos meses he vuelto a viajar a Italia, más exactamente a Vinci, en la Toscana, en la orilla del rio Arno, más o menos a mitad de camino entre Florencia y Pisa. Estuve allí a finales de Agosto, y escribí mis impresiones entonces. He vuelto ahora, y la situación es completamente diferente. En general, en Agosto, mi impresión fue que por un lado las medidas oficiales para entrar en Italia eran más rígidas que en España (se pedía una PCR, a pesar de que en el aeropuerto nadie me controló nada) pero que las medidas locales eran mucho más relajadas. Las cosas, ahora, se han invertido.
Llegar a Vinci es hoy mucho más complicado que en Agosto. Ya no hay vuelos de Madrid ni a Pisa ni a Florencia, y es necesario volar a Fiumicino y desde allí coger un tren a Florencia y luego a Empoli. Para entrar en Italia sigue siendo necesario un test pero, sorprendentemente, ahora Italia acepta PCR y test de antígenos una decisión que, como observó la enfermera que me hizo el test, no tiene mucho sentido, dado que el test de antígenos tiene un alto taso de falsos negativos en asintomáticos. Además, en el aeropuerto hay que hacer varias declaraciones juradas de ausencia de síntomas, de contacto, hay que aclarar la razón del viaje etc. Esta vez sí alguien echó un ojo al resultado de mi test, pero nadie me pidió las declaraciones que había rellenado, ni las que rellené en el avión ni las que rellené antes de meterme en el tren para justificar al tránsito de una región a otra.
Las medidas para volver a España son más estrictas. Es necesaria una PCR (no vale el test de antígenos---cosa que puede presentar problemas porque tiene que estar hecha en las últimas 72 horas y en Italia el resultado puede tardar hasta 48) y antes de salir hay que rellenar un formulario on-line con todo tipo de datos. Con el formulario nos llega un email con un código QR que ese necesario escanear para poder salir del aeropuerto.
Por otro lado, ahora parece que Italia está tomando la situación mucho más en serio que España o, por lo menos, mucho más en serio que Madrid. La movilidad está reducida entre ayuntamientos (las personas se pueden desplazar sólo por motivos justificados). La hostelería, bares y restaurantes, está cerrada, y sólo se sirven comidas y bebidas para llevar. Hasta para tomarme un café con un amigo hemos tenido que pedirlo en el bar y luego sentarnos en un banco en un parque para tomarlo: ni siquiera las terrazas están abiertas, y esto que la Toscana no está todavía en el nivel máximo de alarma.
Italia ha evitado la locura absurda que hemos tenido en España en navidad. Ni se ha hablado de “salvar la navidad”, y no ha habido regiones que han empujado para relajar las medidas. En navidad en Italia todo estaba cerrado y la movilidad estaba fuertemente reducida. El premio ha sido un mes de enero con relativamente pocos casos y una tercera ola relativamente blanda. Nada comparado con los 15.000 muertos y el millón de casos de la tercera ola en España. Pero ahora los casos empiezan a aumentar y, como es lógico y como sostienen los modelosmatemáticos, las medidas hay que tomarla antes de llegar a una fase alta de la curva: mientras en España hay quien quiere repetir, en Semana Santa, la locura de navidad, Italia está aumentando las medidas en cuanto los casos empiezan a aumentar. Es una lección que deberíamos aprender, sobre todo en esas comunidades donde se empuja siempre para relajar las medidas, dando la prioridad a la economía sobre la salud y olvidando que sin salud no hay economía.
Por otro lado, confieso que me he alegrado que Lazio tuviera pocos casos y estuviera en un régimen más relajado. Salir de Fiumicino o esperar en Roma Termini es un placer. Desde el punto de vista de la arquitectura Fiumicino no es tan impresionante como la T4 de Barajas pero, al contrario de Barajas, todavía tiene un buen sentido del servicio. En Fiumicino o Termini es todavía posible sentarse en un restaurante donde un camarero vendrá a nuestra mesa, tomará el pedido y nos traerá buena comida. Barajas, lamentablemente, ha cedido por completo a la comida rápida. Los italianos, en este momento, tienen mucho que enseñarnos sobre cómo sobrevivir (al virus) y sobre como vivir.
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