He hablado, en otro blog, del método científico, de como la ciencia se construye a base de errores y de como muchas personas tienen la idea (errónea) que la ciencia lo sepa todo y no se equivoque nunca.
Quiero aquí hablar de un tema que, en estos tiempos de covid-19 está tristemente relacionado: la toma racional de decisiones. Se trata de un problema mucho más difícil porque, si la ciencia puede esperar a tener una base experimental sólida antes de estabilizar sus teorías, quien toma decisiones muchas veces no tiene este lujo: a veces hay que tomar decisiones que afectan a la vida se muchas personas, pero hay que hacerlo "ya", con información incompleta, imperfecta y a menudo contradictoria.
Consideremos la toma de decisiones en los primeros meses de la epidemia de covid-19. Lo que hay que hacer, es bastante fácil saberlo: reducir los contactos sociales. Al principio se puede pedir a la gente extremar la higiene y reducir los contactos sociales, así como se hizo en España, por ejemplo, el 10 de Marzo. Pero si la cosa no funciona (y en España no funcionó) hay que tomar medidas más drásticas. Las medidas son claras: reducción de movilidad o confinamiento. El problema es cuando aplicarlas. Aplicarlas demasiado pronto supone un daño económico enorme e inútil, aplicarlas demasiado tarde supone empeorar la epidemia. Y había que tomar la decisión en Marzo, cuando el conocimiento del virus era todavía imperfecto y las indicaciones contradictorias.
Hay que decidir a quien escuchar. Sabemos que algunos miembros de seguridad nacional avisaron el gobierno en Febrero que había que tomar medidas. ¿Había que escucharlos? Con lo que sabemos ahora podemos decir que sí pero, ¿con lo que sabíamos entonces? En ese momento la OMS todavía no recomendaba confinamientos en Europa (se limitaba a decir a los gobiernos que recomendaran y que difundieran información sobre el virus), y todavía a principio de Marzo el grupo de Risk Assessment de la UE dividía la situación en cuatro escenarios, aconsejaba suspender manifestaciones pública sólo en los escenarios 3 y 4, y sostenía que toda la UE, excepto Italia, estaba en escenario 1. ¿Escuchamos a Seguridad Nacional o a la OME y la UE? No había información suficiente para saber a quien, pero había que tomar una decisión.
No se puede claramente escuchar a todas las alarmas: alarmas como la que lanzó seguridad nacional hay tres o cuatro cada año, si el gobierno las escuchara todas nos pasaríamos la vida confinados, y la economía se derrumbaría del todo.
Esta vez los "alarmistas" tenían razón. También un reloj parado marca la hora exacta dos veces al día, pero esto no quiere decir que nos fiamos del reloj parado para saber la hora. Con lo que decía la OMS, la UE, y las organizaciones médicas, no tenía mucho sentido tomar medidas drásticas en ese momento, a pesar de algunos avisos aislados. Y, repito: las decisiones en Febrero se toman utilizando la información que se tiene en Febrero, no tiene mucho sentido juzgarlas con la información que tenemos en Octubre.
Quien decide
también debe evaluar el riesgo de sobreactuar. En 2015 avisos similares se
desataron por una epidemia de Gripe A que podía llegar a Europa causando una
situación como la que vivimos ahora. El Ministerio de Sanidad hizo acoplo de
vacuna. Al final la Gripe A llegó a Europa de manera muy marginal, hubo pocos
casos, la vacuna se quedó en los almacenes y fue vendida con considerable
pérdidas económicas. No es inoportuno observar que las mismas voces que
critican ahora la "inactuación" del gobierno en Febrero criticaron
entonces la sobreactuación, lamentando que el gobierno había comprado más
vacuna de lo necesario, con consecuente "despilfarro" de dinero
público. Damn if you do, damn if you don't. Los críticos a ultranza no perdonan
(ni se informan, lamentablemente).
Tomar la
decisión correcta es un problema sin solución. Un auténtico Catch 22: hay que
actuar, pero no hay la información necesaria para actuar, y sólo actuando
la conseguiremos. Se trata de una de las actividades intelectualmente más
complejas que puedo imaginar, una en que hay que entrenarse y refinar
constantemente. Por esto creo que es oportuna la idea de una comisión
independiente que investigue la actuación del gobierno y de los 17 gobiernos
autonómicos. No se trata de reprochar y castigar, se trata de comprender como
hacerlo mejor si una situación parecida se presentara en el futuro.
Donde el
gobierno sí parece haber cometido errores evitables es en la segunda ola,
cuando ya los conocimientos eran mejore. Dos en particular: haber esperado
demasiado en declarar el estado de alarma frente a la inacción de algunas
comunidades autónomas y, justo estos días, haber cedido una y otra vez a las
peticiones francamente absurdas de la Comunidad de Madrid, tales como el
"confinamiento a la carta" que, según los epidemiólogos, no tiene
ninguna base científica en cuanto sus efectos son prácticamente imposibles de
medir. No sé que consideraciones políticas han empujado el gobierno en esta
actitud, pero, desde un punto de vista científico, cuando 16 comunidades hacen
lo que hay que hacer y una se niega a hacerlo, el gobierno debería haber tomado
más control en esta última, en lugar de ceder frente a la retórica y los
insultos, decepcionando así los que están trabajando bien para ponerse del lado
de quien no está haciendo nada.
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