Un caso emblemático, muy repetido en ciertos ambientes sobre todo de derechas, es el de las mascarillas. Parece raro, escandaloso casi, que el Ministerio de Sanidad en Febrero no aconsejara el uso de mascarilla mientras ahora se están poniendo obligatorias en muchas comunidades autónomas (*). Sobre este cambio se están construyendo todo tipo de especulaciones y teorías conspiratorias en general demasiado paranoicas para que nos ocupemos seriamente de ellas.
Se trata de una actitud muy típica de niños. Un niño no entiende porque en un momento su madre le dice que se ponga el jersey y media hora después que se lo quite porque suda. El concepto de que las circunstancias puedan cambiar de manera imprevisible y las medidas con ellas no se le ocurre, quizás a causa de una concepción---también infantil---del mundo como completamente previsible que los padres pueden controlar. Actitud típica de niños pero, parece, común en mucho adultos, facilitada en este caso por la complejidad y variabilidad de la situación y por la dificultad se seguir argumentos basados en conocimientos científicos muy especializados. Pero somos adultos, no somos niños, y en una situación como esta, intentar comprender lo que está pasando, por complejo que sea, es importante.
Tenemos que entender que nos encontramos en una situación única: un virus nuevo, que conocemos poco (y que en Febrero o Marzo no conocíamos casi nada) que se expande muy rápidamente necesitando medidas rápida. Los científicos se encuentran en una tormenta perfecta: necesitan tiempo y pruebas clínicas para conocer el virus antes de actuar, pero necesitan actuar, sin esperar, porque el virus está matando a gente. Con una situación y un conocimiento en continua evolución, es normal que medidas que se toman hoy no tengan sentido mañana..
En Febrero, con una situación epidemiológica de pocos casos por millón de habitantes, con unas importantes dificultades de aprovisionamiento debidas a un volumen de producción insuficiente a nivel mundial y una logística de distribución toda por organizar, con una transmisión por micro-gotas que se pensaba no viajaban más que un par de metros, en ese momento las mascarillas para la población en general no eran necesaria, y lo mejor era reservarlas para los sanitarios.
En Junio, con posiblemente miles de casos por millón y un mercado mucho más preparado, el uso generalizado de mascarillas es útil.
Cualquier científico acepta que sus conclusiones son provisorias y que con nuevos conocimientos y el cambio de circunstancias sus conclusiones y recomendaciones pueden y deben cambiar.
En muchas personas esto puede generar frustración. Lamentablemente nos han vendido la ciencia como algo absoluto en infalible, casi como una bola de cristal, y no toleramos saber que su procedimiento es, al contrario, un cumulo de intentos y de errores, de pruebas y nuevas pruebas hasta llegar a una teoría que, por el momento, no hemos conseguido falsificar.
Hay muchos ejemplos de intentos y cambios en esta crisis. Hasta hace muy poco, se pensaba que la hidroxicloroquina podía ser muy útil en la fase inflamatoria de la enfermedad, y varios estudios parecían confirmarlo, hasta que otros, más completos, han hecho dudar de su eficacia al punto que ahora ya no se usa. No es un complot, sino la manera normal en que la ciencia trabaja. La posible relación entre la vacuna de la gripe y la covid-19 ha sido debatida muchas veces, ahora pensando que la vacuna tenía efectos positivos otras pensando que los tenía negativos. Todavía no hay resultados ciertos (que muchos de los fallecidos se hubieran vacunado de gripe no es, claramente, un resultado relevante: los que se vacunan de gripe son en buena parte personas mayores con patología previas, justamente la misma personas que constituyen la categoría de más riesgo para la covid-19).
Se han acusado las autoridades médicas de improvisar. ¡Claro que improvisan! En una situación poco conocida que evoluciona rápidamente y de manera imprevisible la improvisación es la única manera de reaccionar, y la capacidad de improvisar la única virtud útil. Quien no cambia de opinión cuando las circunstancias cambian es un dogmático, no un científico.
Es curioso que esta manera de actuar sea criticada sobre todo por la derecha. La improvisación, la reactividad, la adaptación a las circunstancias que cambian son las marcas características del capitalismo. Parece que, al contrario, la derecha exige un plan detallado y fijo desde el primer momento. Esto supone, claramente, que cuando la realidad cambia, se niegue o se oculte la realidad para adaptarla al plan, algo que era muy común en la antigua Unión Soviética. La pandemia ha sacado a la luz el alma soviética de la derecha española.
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