Friday, 8 January 2021

Entre dos olas

 La segunda ola de la pandemia causada por el SARS-cov2 se ha transformado lentamente en la tercera, prácticamente sin solución de continuidad. La falta de previsión, el deseo (absurdo) de “salvar las navidades”, la falta de comprensión de la gente, que no ha entendido que este año la manera mejor de demostrar afecto hacia nuestros padres era no acercarnos a ellos, todo esto ha causado que la tercera ola ya esté aquí sin que la segunda se haya acabado nunca. Es difícil analizar una ola que se ha difuminado en otra. Para hacerlo hay que establecer fechas de manera bastante arbitraria, con toda la aproximación que esto comporta. Para este análisis he decidido tomar dos fechas: el 1/7 como fecha de inicio de la ola (el 1/7 estábamos en una situación muy buena, la primera ola ya se había acabado, además, ya habíamos terminado la desescalada y las competencia habían vuelto en mano de las autonomía, como estas reclamaban) y el 18/12 como final (es una fecha muy arbitraria, pero es la fecha en que se empiezan a sentir de manera importante los efectos del descontrol en el puente de la constitución). Utilizaré estas fechas para comparar la primera y la segunda ola. Empecemos con una comparación de la gráfica de casos diarios.

 


Los valores absolutos de casos son mucho más altos en la segunda ola, pero esto no se puede considerar un dato fiable, en cuanto el número de casos detectado depende mucho del número de pruebas que se hacen, y en la segunda ola se han hecho muchas más pruebas por día que en la primera. El comportamiento "a peine" de los datos revela que en esta segunda ola la mayoría de las pruebas se han hecho en centros de salud, que están cerrados los fines de semana.

 

Pero el comportamiento general sí es comprable, especialmente si nos fijamos en una gráfica más objetiva, es decir, en número de víctimas diarias, que es independiente de las pruebas. Este número tampoco es del todo objetivo, dado que en la segunda ola ha habido menor colapso sanitario que en la primera, pero teniendo en cuenta las dos curvas podemos llegar a hacer observaciones bastante fiables:

 


Una cosa muy evidente es que la primera ola, a pesar de haber sido muy intensa y con muchas víctimas (de las posibles razones he hablado en otro escrito), ha sido muy corta. El estado de alarma fue declarado el 14 de Marzo y en 15 días (el tiempo mínimo de respuesta de la epidemia) se llegó al máximo (el 31 de Marzo) y la curva empezó a descender. El remate fue la semana santa: con el cierre te toda la actividad no esencial la semana anterior tuvimos unos 10 días sin ninguna actividad, y esto consolidó la bajada hasta hacerla imparable. Hay que notar el repentino crecimiento de la primera ola, que dio poco tiempo para reaccionar. De hecho, el 12 de Marzo España estaba más o menos en la situación epidemiológica en que Portugal y Grecia declararon el cierre (con unos 60 casos por millón). Pero el 14 de Marzo, día en que se declaró el estado de alarma, ya teníamos más de 100 casos por millón. Un retraso de dos días supuso una diferencia importante. (Hay que recordar, por otro lado, que ya el 10 de Marzo el gobierno había recomendado no salir de casa; una recomendación análoga funcionó en Alemania el 22 de Marzo pero, lamentablemente, los españoles decidieron pasar de las recomendaciones y el 13 de Marzo las terrazas seguían llenas.)

 

La segunda ola es diferente: su crecimiento ha sido muy gradual, ha sido una ola lenta y larga. Durante todo el mes de Julio habría sido posible detenerla o, por lo menos, atenuarla, con restricciones parciales (limitaciones de horario y aforo, limitación de las reuniones familiares) y contratando a rastreadores, pero las CCAA no estuvieron por la labor, a pesar de ver como la situación iba a peor. En la Comunidad de Madrid, donde vivo, ya en Junio las asociaciones médicas alertaron que harían falta 1.500 rastreadores. La CAM sólo contrató a 300 hasta decidir, en Octubre y bajo las presiones de los médicos contratar... ¡a 22! De restricciones al aforo, ni hablar: la prioridad era "salvar el verano" y no frenar la ola.

 

Otras comunidades parecen haber sido más razonables (es cierto que no tengo, en estos casos, tanta información como en el caso de Madrid). Andalucía y Murcia son un ejemplo. Cataluña es un caso aparte. Al principio  la Generalitat tomó muchas decisiones equivocada y se negó a tomar medida. La dimisión, el 28 de Mayo de Joan Guix, consejero de sanidad, parece haber constituido el chock que la Generalitat necesitaba y desde entonces sus medidas han sido más contundentes. Las 11 dimisiones en Madrid no han tenido, lamentablemente, el mismo efecto. De hecho, si consideramos la curva de síntomas (razonablemente objetiva) en Madrid, Aragón y País Vasco (para tomar tres ejemplos de CCAA que han tenido muchos casos) notamos comportamientos diferentes.

 




La primera cosa que notamos es la diferente longitud. Para medir la longitud, un buen método es aproximar la curva con una Gausiana (una curva "a campana") centrada en el máximo y considerar una longitud de cuatro veces la desviación estándar (en este intervalo cae más del 90% de los casos). Con este criterio, en Aragón hemos tenido una hola de unos 49 días (una de las más cortas) y en Madrid de 127 días (la más larga). La diferencia se debe, probablemente, a las diferentes medidas tomadas en las dos comunidades. Mientras Aragón, al comienzo de la ola, ha cerrado casi inmediatamente los bares y ha impuesto limitaciones a la movilidad, Madrid nunca ha cerrado el interior de bares y restaurantes y, incluso después de la declaración de estado de alarma, ha optado por un toque de queda corto.

El comportamiento es bastante diferente en el País Vasco. En ese caso tenemos prácticamente dos olas, una de 65 días y una de 40. Parece que al principio de la ola se han tomado buenas medidas pero, una vez que el número de casos ha empezado a reducirse, las medidas se han relajado con excesiva rapidez.

 

La longitud de la ola es un dato importante, en cuanto el número de caso se acumula aún si no hay efectos dramáticos repentinos y por tanto medidas a corto plazo como la IA/14 no los recogen. Si consideramos la Incidencia Acumulada a lo largo de toda la ola, es decir, entre el 1/7 y el 18/12, vemos que Madrid, a pesar de no haber tenido grandes picos, es la tercera comunidad con más casos por 100.000 habitantes, 4.477, detrás de Navarra (5.403) y Aragón (5.302) y por encima, por ejemplo, de Cataluña (3.496) que sí ha tenido repuntes importantes.

 

La comparación entre las dos olas nos dice que las medidas contundentes, por difíciles que sean, son eficaces para reducir la duración de una ola de contagios. Es algo bueno para las personas y también para los negocios: el FMI ya hace tiempo que ha declarado que unas medidas duras y de menor duración tienen un impacto menor que unas medidas más blandas pero que tienen que prorrogarse durante meses. También debemos aprender que no se puede apurar la desescalada, algo que en Junio muchas CCAA han intentado hacer. Hay que desescalar despacio.

Si comparamos estas consideraciones con las medidas que se están barajando para navidad, ¿que podemos decir que hemos aprendido? Pues, nada. Se está intentando desescalar muy rápidamente de esta segunda ola, se están eliminando restricciones a la movilidad, se están permitiendo reuniones familiares. Otros países de Europa están endureciendo las medidas de cara a la navidad. Alemania y los Países Bajos van a tener un cierre total hasta casi la mitad de enero, Italia impone un toque de queda a las 10. Hasta Boris Johnson, que al principio había subestimado la peligrosidad de la epidemia, ha dado desde Mayo un giro completo y ahora impone medidas duras.

Nada de todo esto se está planeando en España. Se está pensando permitir desplazamientos para reuniones, retrasar el toque de queda a las 1:30, evitar cerrar bares y restaurantes. Todo esto con el espejismo de "salvar las navidades". ¿Cuánto es el valor de las navidades en vidas humanas? Parece que estamos dispuestos a pagar un alto precio a este espejismo.

El gobierno, acosado por la oposición (caso único en una Europa en que en general la oposición apoya las medidas de los gobiernos) no tiene el valor de tomar medidas impopulares pero necesarias, y apelar a la responsabilidad individual es, como estos meses nos han demostrado, inútil.

Todo esto nos augura, lamentablemente, una tercera ola importante. La tercera ola va a llegar, y no la podemos evitar. Pero si podemos decidir si será una ola con 100 muertos al día o con 500. Temo que nos estamos abocando a una ola con 500 muertos al día, y todo porque no somos capaces de renunciar a juntarnos o a llenar los sitios de gente.

Primar la economía en este momento es absurdo no sólo en términos de vidas perdidas, sino también en términos económicos: una tercera ola larga, que llegue a Marzo o Abril (momento en que se hacen las reservas para el verano) nos hará perder el verano 2021.


 

 

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