En los últimos días la prensa ha tenido una ocasión imperdible, ya que la PAH ha empezado una forma de protesta que incluso sus partidarios encuentran controvertida: las protestas “miradas” frente a la casa de los políticos del PP que se oponen a la dación en pago. Los llamados “escarches”.
Esta podría ser una ocasión para un serio análisis de los varios tipos de protesta, del equilibrio entre los derechos de los ciudadanos a manifestarse y el respeto a la privacidad de los representantes, de la diferencia ética entre la violencia de los manifestantes y la violencia del Estado (desahuciar a una familia es violencia, en esto no hay duda). Se trata de temas interesantes que la prensa de derechas ha evitado acuradamente tocar. Prefiere darnos lo de siempre: ataques ad hominem. En este caso, sobre todo, ataques a la Sra. Colau. La prensa de derecha trabaja muy bien en personalizar un movimiento social, darle una cara y luego atacar a esta persona, incluso en asuntos que nada tienen que ver con el movimiento. Esto resulta muy rentable desde el punto de vista emocional, mucho más que atacar las ideas. Quisiera analizar brevemente tres puntos que se encuentran estos días en periódicos y tertulias de derechas: (1) la “organización de Ada Colau” apoyó una manifestación proetarra, (2) Ada Colau recibe subvenciones públicas por tanto (3) es hipocresía que se manifieste contra el gobierno que la subvenciona.
En todos estos puntos se opera la misma reducción (indebida) de la PAH a la Sra. Colau, pero los tres puntos operan en base a principios y mecanismos distintos, que merece la pena analizar. El mecanismo del punto (1) es clásico: se basa en no dar todos los hechos. Un grupo anti-deshaucio de Euskadi apoyó la manifestación (perfectamente legal), así como estaba en su derecho, pero este grupo no es parte de la PAH. Se trata de una manipulación del periodista contra que el lector no puede hacer mucho, a menos que no lea varios periódicos. Hay que destacar, de toda manera, una contradicción evidente en los principios a que se apela esta prensa. En otros casos, en que se veían implicados personajes afines (el caso Feijóo recientemente, antes él de Camps, de Ana Mato, etc.) el criterio era que a una persona no se le podía reprochar nada mientras que no estaba demostrado que había violado la ley. Sin embargo, no hay ningún problema a acusar al PAH (con datos falsos) de participar a una manifestación legal.
El punto (2) es una manipulación más evidente. En los titulares han aparecido noticias como “Ada Colau subvencionada con 3.7 millones” pero, leyendo la noticia, uno se entera que una ONG en que trabaja la Sra. Colau recibió esta suma a lo largo de casi 10 años (400.000 Euros al año). El periodista manipula los titulares, pero el lector tiene la responsabilidad de leer el artículo, donde sí están los datos para descubrir la manipulación (con la tertulias televisivas las cosas son más difíciles).
El punto (3) es una burda insinuación con un claro error de principio que todo el mundo puede detectar. Se implica que una persona que trabaja en una organización que recibe subvenciones no puede protestar contra el gobierno. Ahora bien, la Iglesia Católica, en España, recibe cada año, además de alrededor de 280 millones de la casilla IRPF (que no son subvenciones), unos 3.000 millones de subvenciones directas o indirectas. Siguiendo la lógica de cierta prensa, por tanto, ningún sacerdote u obispo tendría el derecho de manifestarse en contra del aborto. Considerando que la misma prensa apoya entusiásticamente las manifestaciones contra el aborto, se trata de una imperdonable falta de rigor.
Se trata pero, en este caso, de una contradicción abierta: cualquier lector la puede detectar simplemente con conocimientos generales sobre la política de España. Sin embargo, se publica esta información confiando que la contradicción pase desapercibida. Esto nos dice mucho sobre el tipo de lector que estos periódicos prefieren y fomentan: no se trata de un lector atento, informado y racional, sino de un lector pasivo que acepta cualquier tipo de argumento, por contradictorio que sea, que apoye a su parte política y ataque a algo o alguien (mejor si se trata de una persona) que se identifica como enemigo.
Se trata de lectores que no sólo aceptan las insinuaciones sobre Ada Colau, sino que aceptan, sin darse cuenta, la mistificación más grande: reducir el valor de un movimiento al de sus caras públicas. Los lectores de estos periódicos no deben saber que, incluso si la Sra. Colau fuera la peor persona del mundo, esto no quitaría nada de legitimación a la PAH, ni de importancia a su lucha.
Estos periódicos quieren lectores de la época de la televisión basura: emotivos, acríticos, víctimas del culto de la personalidad, que aceptan ataques contra la personas en lugar de debates serios sobre las ideas.
Ciertos periódicos creen que sus lectores son así. Insultan así a sus lectores inteligente que, espero, son muchos.
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