Hace unos días, en ocasión del día mundial de internet, varios periódicos han lamentado el estado actual de la red en España: el acceso es demasiado caro, y la conexión es lenta. Más allá de la indudable existencia de estos fenómenos (y, quizás más serio aún, un servicio técnico de una lentitud típicamente latina), estos artículos cometen el pecado (muy común hoy en día, pero no por esto más excusable) de considerar el uso de la tecnología informática o electrónica como un valor absoluto, una variable independiente; de considerar la tecnología como un fin y no como un medio para alcanzar fines, sociales y culturales, que la trascienden.
Es decir, se asume que por el simple hecho de que una técnica exista su uso es un deber social y la falta de uso un problema que la sociedad debe solucionar. Todo esto sin tener en cuenta las costumbres y la cultura de una sociedad. La tecnología ya no se estudia en relación a la cultura en que se introduce, sino como un absoluto cuya adopción entusiasta y rápida es imprescindible: el imperativo tecnológico viene antes de cualquier otro tipo de consideración.
Esta es, creo, una manera incorrecta de operar. Más correcto, frente a una nueva maquina o dispositivo, sería empezar planteándonos el problema de su relación con la cultura y el estilo de vida españoles. El éxito de la telefonía móvil demuestra que una tecnología que se percibe como un reforzador de ciertas costumbres culturales es adoptada masiva y rápidamente.
En el caso de internet puede ser (no lo sé: el problema no se ha investigado mucho) que su presencia en casa no tenga una conexión tan directa con nuestra cultura, que se basa mucho en la interacción personal. España tiene (¿tenía?) una fuerte tradición de vida en la calle que, en cierta medida, va en dirección contraria a la difusión en las casas de un instrumento como internet que puede favorecer el aislamiento. Entre la calle y el http en casa, muchos españoles parecen preferir la calle. Muchos prefieren la vida real de su barrio a la alienación de second life.
Si este es el caso (y, repito, no lo sé), contrariamente a lo que nos impulsan los tecno-entusiastas es bien que la penetración de la red en el hogar sea lenta y superficial: no somos nosotros que debemos adaptarnos a la tecnología, sino ella a nuestro estilo de vida y, en caso de conflicto, la tecnología debe ceder el paso. La tecnología debe ser un instrumento para realizar más completamente nuestros ideales, nuestras aspiraciones y nuestra cultura, no debe ser una cama de Procuste en que tenemos que adaptar nuestra vida.
Muchas aplicaciones útiles de la red no necesitan su presencia masiva en nuestras casas, sino un buen acceso público en bibliotecas, centros culturales, cafés internet y, por supuesto, lugares de trabajo. El uso de aplicaciones internet que nos resultan útiles ya se está expandiendo y, con una mayor confianza en la red fomentada por la familiaridad, se expandirán aún más.
Pero, al final, si a los españoles le gusta más comprar billetes de avión en la agencia de viaje, ¿porque no? La tecnología debe darnos oportunidades y no quitarnos las que tenemos.
Para que la red sea útil no necesitamos crear una generación de reclusos incapaces de relaciones sociales sanas.
Las cosas, por cierto, no van bien. Las empresas ven un gran mercado en los individuos aislados que puede comprar de todo pulsando un botón y hasta la Real Academia Española, en su redacción propuesta para el término, avisa que «internet» debería escribirse con mayúscula. Como el nombre de Dios.
Monday, 11 June 2007
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1 comment:
Pues no se hasta qué punto tienes razón. Efectivamente, parece que la tecnología no debería justificarse por si misma y que las costumbres, cultura o como le quieras llamar merecen la atención del "creador"; nunca es buena la imposición, pero.... Es la tecnología una imposición?
Veo 2 problemas diferentes:
1.- Cuando nuestros adolescentes (y menos adolescentes) prefieren Twenty, Face book, Messenger o lo que sea para relacionarse, en vez de "el cuerpo a cuerpo", no se les está imponiendo nada... simplemente eligen....
2.- Un profe de la Facultad me regañó una vez porque dije algo así como que el ser humano occidental estaba tan saturado de información (ya en los años 80.... quién nos lo iba a decir), de consumibles, de todo... que le hacía ser esclavo (no libre) de sus propias decisiones. Me dijo que no me equivocara.... que el hombre es tanto más libre cuanto más tenga donde elegir (y la tecnología abunda en esto); aquello me dió que pensar, y aún no lo tengo claro.
Por mi propia experiencia, puedo decir que el "atasco cerebral" que me produce ir al Corte Ingles a elegir una camiseta y ver millones de ellas donde elegir me anula; pero entiendo que no a todo el mundo le pasa.... Como también se que cada vez que me llega una "sobredosis" de información a través de un documental en la tele, del telediario, de Internet.... No soy capaz de asumirlo y me bloquea.
Quizás el ritmo de las personas vs. el de la sociedad que nos toca vivir, más que la cultura, sea lo que nos afecta.
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