Monday, 27 December 2010

Como el mercado transforma un fracaso en un triunfo

Hace poco más de un año, el sistema financiero internacional vivía su crisis más profunda desde 1929, y se temía por la supervivencia de los bancos. Hubo un mea culpa capitalista casi generalizado, mientras los grandes operadores declaraban que el sistema sin reglas que se había venido formando desde los años 70 había sido un error, y pidiendo a gran voz la intervención de los gobiernos. Lo que hasta entonces se había llamado con desprecio comunismo se convertía en la única posible salida del callejón en que el capitalismo mundial se había metido. Que vengan los gobiernos, y que salven el sistema, financiando los bancos y haciéndose cargo de los riesgos de la financiación.

En tan sólo u año, las cosas han cambiado mucho. Una vez salido de lo más profundo de la crisis, una vez evitado el peligro inmediato, el capitalismo globalizado ha vuelto a enfrentarse a los gobiernos, y a dictaminar lo que tienen que hacer.
Un año después de que los gobiernos se endeudaran para salvar los mercados, los mercados han dictaminado que los gobiernos tienen demasiada deuda y han impuesto su receta para obviar a la situacción. Receta que, por supuesto, es la de siempre: recortar el gasto social y aceptar la inevitabilidad del mercado.
Los mercados, no sólo están consiguiendo que el coste de esta crisis caiga en las clases sociales que no la han causado y que se han visto más afectadas por ellas, al mismo tiempo están usando el fracaso (previsible y previsto) del sistema neoliberal para impulsar aún más los principios del neoliberalismo. El neoliberalismo seguirá afirmandose, y el precio de sus errores no lo paguerán los banqueros y los inversores, sino los parados y los obreros.

Al mismo tiempo, los mercados han conseguido usar las dificultades en que los gobiernos se han encontrado tras salvar a los bancos para reforzar la idea de que los gobiernos ya se encuentran en un regimen de soberanía limitada. En el panorama del capitalismo maduro, los gobiernos ya no tienen la libertad de decidir la dirección de su politica, poruqe los recursos financieros necesarios para la vida de un estado ya no están en sus manos. Ningún país hoy podría dobrevivir mucho tiempo sin la aprobación del FMI o del WTO, y las políticas de estos organismos han ido siempre y sólo en una dirección: la creacción de mercados abiertos y desprotegidos para la penetración de las empresas multinacionales.
Hasta ahora el coste de eata politica lo han pagado sobre todo los países del llamado “tercer mundo”, paìses que a menudo han sido llevados al suicidio económico y social obligandolos a abrir sus mercados a las empresas occidentales, y niegandoles toda posibilidad de intervención estatal para defender sus productores locales (posibilidad que, por otro lado, los países desarrollados han usado sin problemas).

Ahora, parece, los mercados se están preparando para la próxima batalla: la destrucción definitiva del estado de bienestar Europeo.

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