Thursday, 14 May 2009

La maquina y el billete

A finales de Abril, como cada fiel usuario del Metro, renové mi abono transporte. Lo hice en la estación de Nuevos Ministerios que, como todo madrileño sabe, es una estación muy grande, con tres líneas de metro y no se cuantas de Cercanías, donde conecta la gente que va y viene del aeropuerto. En fin, un nodo muy importante en la red de Metro.

Me dirijo a la taquilla, que encuentro cerrada, algo peculiar a las 11 de la mañana de un día laboral. Resulta que la taquilla está cerrada para siempre, la escrita blanca "Billetes" cubierta por una banda adhesiva azul. En este nodo importante de la red de metro, ya no hay taquilla: la única manera de comprar un billete o un abono es a través de las maquinas automáticas (si, esas: las de "toque la pantalla por favor").

Se trata de un inaceptable empeoramiento de la calidad del servicio. El motivo original para instalar maquina (o, por lo menos, el motivo oficial) era darnos la posibilidad de elegir, una alternativa para evitar la fila a la taquilla; pero ahora, con la desaparición de las taquillas, la posibilidad de elección se ha transformado en una imposición. Que nos guste o no, la maquina es lo que hay. Incrementar el número y la naturaleza de las opciones disponibles representa una mejora del servicio; remplazar forzosamente una opción con otra no.

La interacción con una maquina es útil como alternativa, intolerable como única posibilidad. Una maquina no me ayuda a cambiar 100 Euro, ni me dice cuanto cuesta el abono trimestral para decidir si comprarlo me compensa. No le puedo preguntar si puedo comprar un abono de zona A con una tarjeta de zona B1 (no puedo---la cosa es absolutamente ilógica y el porqué de esta norma no me los supo explicar ni el hombre de la taquilla), no le puedo decir que no estoy seguro si mi billete magnético funciona y si, por favor, me lo prueba antes de cambiarlo (él de la taquilla me dijo que era más fácil cambiarlo sin más). La desaparición de las taquillas no es, por supuesto, un fenómeno propio de Nuevos Ministerios, sino algo que se está repitiendo en toda la red de metro. Las personas están desapareciendo de la infraestructura del metro, con una excepción: los guardias de seguridad. De estos hay cada día más, sobre todo de empresas contratadas. Muy pronto la única manera de interactuar con un encargado en el Metro será dejar que un guardia nos pegue (cosa que, por cierto, parece ser cada día más fácil, ya que cada día parece haber más guardias violentos).

Todo esto es representativo de algo que pasa muy a menudo con las nuevas técnicas: se introducen con la excusa de darnos una alternativa y acaban destruyendo toda alternativa, quedándose como única, impuesta posibilidad. El otro día, en Nuevos Ministerios, pensé que ya estaba un poco harto de esto. Y mientras que hacía estas reflexiones, vi, colgado a una pared, un póster con la escrita "calidad del servicio". Estamos rodeados de maquinas pero, por suerte, nos queda la ironía.

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