Leo en un periódico que el 65% de los jovenes españoles quiere conseguir un trabajo de funcionario. Dada la situación del trabajo en el sector privado en España, la parte que no entiendo es que haya un 35% que todavía quiera trabajar en empresa. Trabajar por una empresa en España supone menos seguridad en el trabajo, un horario peor y todo por menos posibilidades de carrera y un sueldo igual o menos que él de un funcionario. La menor seguridad en el trabajo y el horario más largo con características del trabajo en empresas privadas en todo el mundo. Que estos problemas endémicos no se compensen con un sueldo alto y con la posibilidad de una carrera rápida para los mejores, es una distorción muy latina. ¿En esta situación, quien pondría el trabajo en empresa como su carrera ideal?
Las cosas no tienen porque ser así: la carrera de funcionario tiene, por supuesto, su atractivo, pero también puede tenerlo la carrera en empresa. Hay jóvenes que, por temperamento o historia personal, se sentirían llamados a una carrera de funcionario en cualquier situación económica. Pero hay muchos, muchísimos, que preferirían un trabajo en un ambiente, como se dice hoy, dinámico, competitivo, con posibilidades de ascenso y de dinero. Para conseguir a estos jóvenes, la empresa simplemente tiene que actuar según los principios que predica: basándose en el mercado.
El mercado del trabajo, en que las empresas se mueven se caracteriza por una doble competencia: la del sector público y la de las empresas extranjeras. Un principio elemental de la economía de mercado dice que cuando la demanda supera la oferta los precios suben; las empresas aplican este principio a sus productos: por coherencia y por su mismo interés, tendrían que aplicarlo a sus empleados también. Y mucho más si quieren subir al tren internacional de la innovación científica y tecnológica. La innovación no se hace con mileuristas desilusionados sin perspectivas de sueldo o carrera, sino buscando a los mejores, pagándoles bien, dándole libertad de acción y flexibilidad. Y también, claramente, pidiendo a cambio flexibilidad. Pero la flexibilidad la puede pedir sólo quien la ofrece y en esto las empresas españolas tienen mucho que aprender.
Hace un par de años estaba hablando con un empresario español que, al saber que yo había trabajado durante muchos años en el sector tecnológico en EE.UU. dijo algo como “claro, en EE.UU. es más fácil: encuentras a buena gente, que están dispuestos a trabajar mucho, incluso el fin de semana si se lo pides, y tienes mucha flexibilidad de gestionarlos, e incluso de despedirlos si procede”. Le contesté que todo eso era cierto, pero que también era cierto que un jovén ingeniero en su primer trabajo podía ganar entre 60.000 y 80.000 dolares al año (y esto hace años, cuando un dolar valía más que un Euro), si trabajaba bien doblaba su sueldo en cinco años y, si su proyecto funcionaba y era rentable, se llevaba a casa varios centenares de miles de dólares, y acciones de la empresa. En estas condiciones, claramente, se puede pedir flexibilidad, y es posible atraer a gente con la ganas y la capacidad de inovar. Si queremos un modelo de inovación basado en el mercado, hay que ser coherentes, aceptar sus premisas y sus consecuencias: no se puede hacer mercado a medias. Si las empresas necesitan flexibilidad y creatividad, tienen que ser flexibles y creativas.
Como ejemplo sacado de mi experiencia laboral, cuando trabajaba en la universidad en California, trabajaba mucho como consultor freelance para empresas, sobre todo en la fase de definición de nuevos proyectos. Las empresas veían en esto una manera rápida de conectar con la universidad y de emportar conocimientos del mundo de la investigación. Por lo que he visto, estas práctics resultan desconocidas en España. Una empresa, normalmente, sólo utiliza consultores para tareas muy especificas (instalar un nuevo programa) y, en este caso, el consultor siempre llega de una empresa de consultoría. Este tipo de contratación siempre se hace a alto nivel, y los responsibles técnicos de los proyectos no tienen ni el poder ni el presupuesto para contratar.
No es así que nos podemos enfrentar al mercado internacional de la inovación. El talento, la calidad, la creatividad, hay que ir a buscarlas y retenerlas, sea como sea: con dinero, libertad de acción, libertad de decisión, flexibilidad de horario, etc. Si no, los buenos seguirán marchandose.
La industria española, como dirían los Americanos, “talks the talk, but does't walk the walk”: se basa a menudo en un sistema tan rígido, burocrático y frustrante como él del sector público, sin sus ventajas de horario y seguridad del trabajo. En esta situacción los únicos que quedarán para trabajar en empresa serán los masoquistas y los que no han conseguido sacarse una oposición.
Wednesday, 24 September 2008
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment