La derecha económica española (PP, PSOE, y algunos partidos menores en número de votos pero no en representación) nos sigue proponiendo el mito industrial del capitalismo, según el cual los ciudadano tienen que sacrificarse por el bien de la economía, es decir, por el bien de las empresas. Se trata de un viejo mito, que en algún momento hasta ha funcionado relativamente bien. El mito nos dice que un país tiene que ayudar sobre todo a las empresas (y, por supuesto, a los empresarios), ya que cuando las empresas ganan dinero, crean puestos de trabajo, con los puestos de trabajos hay sueldos, y con los sueldos hay impuestos, comercio, y todos los servicios públicos que vienen con ello. Si la industria gana, todos ganan.
Se trata de un mito de los viejos tiempo, de cuando el capitalismo era industrial y su principal objetivo era la producción. El mito, lamentablemente, se ha vuelto patas arriba con el cambio del capitalismo industrial (basado en la producción) al capitalismo financiero (basado en la especulación). El nuevo capitalismo ya no necesita compartir nada, y ya no es cierto que cuando las empresas ganan dinero crean puestos de trabajo.
El caso más reciente en España es el de la empresa de telecomunicaciones Telefónica. El año pasado, en el medio de la crisis, Telefónica ha aumentado su rentabilidad. Para congratularse del buen trabajo hecho, los altos cargos de la empresa se han asignado bonuses por 450 millones de Euro. Al principio del año, la empresa anunció su intención de despedir a 5000 personas pero, ya que las cosas les van también y que le sobra dinero para los bonuses, la empresa ha cambiado idea: ahora va a despedir 8000.
El mito del bien de la empresa conectado con el bien de los trabajadores ya se ha derrumbado en el capitalismo especulativo. Las empresas, la producción y la satisfacción de necesidades ya no son la base de la economía. El capitalismo especulativo, que genera ganancias enormes sin producir riqueza, está en control, dirige el desarrollo economico y establece las políticas económicas y, cada día más, sociales.
La economía era (debería ser) una disciplina que estudia como satisfacer, a través de la producción, cierto tipo de necesidades materiales de las personas. Ya es otra cosa. Ya la economía no tiene nada que ver con las necesidades, sino de un juego abstracto que sólo tiene que ver con ciertos nñumeros almacenados en los ordenadores de los banco. Ya no tiene que ver ni con el dinero, ya que, desde que en 1973 el dólar se desvinculó del oro, el dinero es un concepto abstracto, sin conexión cierta con ningún tipo de riqueza.
La economía se ha transformado de instrumento en dueño, y hemos llegado al absurdo de que se nos pide renunciar a nuestras necesidades por el bien del instrumento que debía servir para satisfacerlas. Es como si compraramos un martillo para colgar un cuadro, y luego nos dijeran que no podemos colgar el cuadro para no rayar el martillo. Y lo peor es que lo creemos.
Tuesday, 12 July 2011
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